30 de noviembre de 2012

Sigamos esperando y construyendo un México de paz con justicia


 
En nosotros existe la angustia, el miedo y el espanto, no causados por “las señales en el sol, la luna y las estrellas”.

Nuestras angustias e inseguridades están causadas más bien por las crisis económicas, por los conflictos sociales, por el abuso del poder, por la falta de pan y trabajo, por la frustración... de tantas estructuras injustas, que solo podrán ser removidas por el paso -del amor de Dios y su justicia- en el corazón del ser humano.

 
La lectura del libro de Jeremías nos sitúa en el tiempo inmediatamente posterior a la destrucción de Jerusalén en el año 587 a.C. El pueblo está desolado y empieza a tomar conciencia de su situación.

Jeremías dirige su palabra profética a su pueblo para decirle que Dios no los ha abandonado, que hará regresar a los cautivos y los perdonará, se construirán de nuevo las ciudades, los campos volverán a granar y los ganados a pastar.

Es esos días el Señor hará brotar en rey justo, no como los reyes que los llevaron al destierro, el cual será llamado «Dios es nuestra justicia». Vendrá un rey justo a restaurar al pueblo de Israel. (Servicios Koinonía)

 
El discurso de Jesús que leemos hoy, es apocalíptico y adaptado a la cultura de su tiempo (apocalipsis significa revelación, no catástrofe), y nosotros tenemos que releer esas señales del mundo natural en el mundo de la historia, que es el lugar en que el Espíritu se manifiesta.

La segunda venida del Señor revelará la historia a sí misma. La verdad que estaba oculta aparecerá a plena luz. Todos llegaremos a conocernos mejor (1Cor 13,12b).(Servicios Koinonía)

El mensaje de Jesús no nos evita los problemas y la inseguridad, pero nos enseña cómo afrontarlos.

El discípulo de Jesús tiene las mismas causas de angustia que el no creyente; pero ser cristiano consiste en una actitud y en una reacción diferente: lo propio de la esperanza que mantiene nuestra fe en las promesas del Dios liberador y que nos permite descubrir el paso de ese Dios en el drama de la historia.

La actitud de vigilancia a que nos lleva el adviento es estar alerta a descubrir el “Cristo que viene” en las situaciones actuales, y a afrontarlas como proceso necesario de una liberación total que pasa por la cruz.

Por eso el Evangelio nos llama a “estar alerta”, a tener el corazón libre de los vicios y de los ídolos de la vida para hacernos dóciles al Espíritu de Cristo que habita las situaciones que vivimos en nuestro entorno.

Nos llama a “estar despiertos y orando”, porque este Espíritu se descubre con una Esperanza viva, punto de encuentro entre las promesas de la fe y los signos precarios que hoy envuelven esas promesas.

La esperanza es una memoria que tiende a olvidarse, se nutre con la oración, nos adhiere a las promesas de la fe y nos inspira, cada día, la búsqueda de sus huellas en las señales del tiempo.

La Esperanza cristiana se hace por nuestra entrega a trabajar para que las promesas se verifiquen en nuestras vidas.
 

Al iniciar el mandato del nuevo presidente de la República, con profunda esperanza, hemos de estar atentos a los riesgos y oportunidades que se ofrecen a nuestro país y buscar en forma organizada la manera de evitar los riesgos y aprovechar las oportunidades que esta situación ofrece para nuestro pueblo.

Tenemos que luchar junto a los otros, contra el individualismo y los ídolos del poder, del tener y del placer para pensar y actuar a favor de un México con paz y justicia para todos.

Tenemos que organizarnos para  enfrentar las crisis económicas, los conflictos sociales, el abuso del poder, la falta de pan y trabajo, la frustración, y para ello necesitamos valorar a los demás y hacer ciudadanía con ellos

Tenemos que dialogar con el Dios de la vida para conocer sus proyectos ante la nueva situación y para suplicar la fuerza necesaria para el aporte que nos toca dar

Apoyemos el movimiento ciudadano por la paz

CCR

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario