19 de marzo de 2011

"Condiciones de absoluta inseguridad"

Al compañero Pedro Nada Más, que nos hizo un comentario en la pasada entrega, le recordamos las “condiciones de absoluta inseguridad” en que laboraban los 65 mineros que perdieron la vida en la explosión de la Mina Pasta de Conchos en febrero de 2006.

Desde julio de 2005, la Secretaría del Trabajo había emplazado a Industrial Minera México, compañía dueña de Pasta de Conchos, a cumplir 34 disposiciones de seguridad e higiene.

La empresa tarda siete meses en contestar. Lo hace el 2 de febrero del 2006, y adjunta el Acta de la Comisión Mixta de Higiene y Seguridad, donde acuerdan dar cumplimiento a las medidas formuladas.

El 7 de febrero la autoridad dice verificar ese cumplimiento, afirmando que todo se encuentra en orden. La explosión del 19 de febrero desmiente esta afirmación; la mina, en realidad, era una trampa mortal.

Dos medidas básicas que debieron implementarse no se hicieron: Una, activar de forma inmediata el paro de emergencia; dos, polvear la mina, es decir utilizar polvo inerte para quitarle combustibilidad al carbón.

El único “tiro vertical” de ventilación, se encontraba a dos kilómetros del fondo de la mina, que era el área donde estaban la mayoría de trabajadores; sin un buen sistema de ventilación, no se pudo controlar el gas.

Los transformadores eléctricos utilizados en la mina eran de tecnología de los años ochenta, no estaban conectados a tierra; a menudo, para evitar el paro automático, los equipos eran “puenteados”.  (levrios)

Y los cuerpos siguen ahí...

Una vez triunfante la Revolución, el historiador Antonio Díaz Soto y Gama, impulsor de la Casa del Obrero Mundial, escribió en El Sindicalista: “Los políticos no salvarán nunca a la clase obrera, a pesar de todas sus promesas”.

Esto ocurrió en 1913, a trece años de haber fundado -él, Camilo Arriaga y los hermanos Flores Magón- el Partido Liberal Potosino, y a siete del grito “cinco pesos, ocho horas” de los trabajadores de la mina de Cananea, Sonora.

Todos conocemos el desenlace de aquella movilización: Porfirio Díaz mandó reprimir violentamente a los mineros usando al 11 batallón del ejercito mexicano, a pistoleros contratados en Estados Unidos y a 2 mil 765 rangers.

La profecía de este laico anarquista se confirmó en agosto de 1944, cuando el Sindicato Industrial de Trabajadores Mineros lanzó un paro nacional que se extendió por casi 40 días, afectando a más de 105 minas y fundidoras.  

La tenacidad de los mineros, a pesar de todo tipo de presiones, consiguió un 50 por ciento de aumento salarial en el sector, y que el contrato colectivo se extendiera a todos los trabajadores de aquellas empresas que no los poseían.

Por desgracia, los políticos, siempre vinculados al poder, no han podido contradecir la vehemente autenticidad del discurso de Díaz Soto. La tragedia de la mina Pasta de Conchos, en Sabinas, Coahuila, así lo demuestra.

El 19 de febrero pasado se cumplieron 5 años de la explosión que dejó sepultados a 65 mineros que laboraban en condiciones de absoluta inseguridad. Quedan pendientes el rescate de los cuerpos, el deslinde de responsabilidades y el castigo a los culpables. (levrios)