29 de noviembre de 2014

Despiertos cumpliendo con la tarea
Mientras que en nuestro país reinan la desigualdad, la violencia y la corrupción muchos cristianos vivimos desinteresados y llenos de miedo.
En nuestro Iglesia hemos perdido el sentido de la igualdad bautismal, y hacemos privilegiados a los que tienen un ministerio, mientras que la mayoría de los bautizados vive como si fueran cristianos de segunda.
Las mujeres realizan la mayor parte de la actividad pastoral, pero poco o nada, participan en la planeación y en el ejercicio del poder al tomar las decisiones
Añoramos aquellos tiempos de alegría y de seguridad en que vivíamos antes, pero no analizamos las causas ni nos organizamos para construir un mundo mejor.

Iniciamos hoy el tiempo de Adviento: tiempo de espera. Esperamos la venida de nuestro Señor Jesucristo, el que vino a mostrarnos el rostro misericordioso del Padre; el que vino a realizar la tarea de anunciar y hacer presente el reino de Dios con hechos y palabras
En la primera lectura de Isaías, el profeta que actúa después del exilio, recuerda a Yahvé su providencia en el pasado, y lo invita a repetir sus prodigios con el pueblo.
Le pide que contemple desde el cielo la situación actual del pueblo abandonado, y le reclama que si se le ha acabado el celo y fortaleza que antes mostró, ya que siempre ha sido compasivo y misericordioso.
El salmista, víctima de las intrigas y calumnias de sus adversarios, pide ayuda al Señor, quien puede cambiar el curso de las cosas y hacer que los malvados caigan en su propia trampa.
En el evangelio, Jesús invita a sus discípulos a velar y estar preparados y lo ilustra con la parábola de un hombre que salió de viaje y encargó una tarea a cada uno una tarea.
La misma recomendación y la misma tarea es también para nosotros: “Velar y estar despiertos”. Es obvio que la tarea que se nos encomienda no puede ser otra que la que vino a realizar el mismo Jesucristo.

Estaremos realizando nuestra tarea de estar vigilantes, si tenemos los ojos y los oídos atentos a la realidad de nuestro país y dispuestos y organizados para ayudar a que la situación mejore.
Estaremos realizando nuestra tarea de estar vigilantes si nos esforzamos para que en nuestra Iglesia se dé una verdadera igualdad entre ministros y fieles, respetando la responsabilidad que a cada uno corresponde.
Estaremos realizando nuestra tarea de estar vigilantes si en nuestra Iglesia valoramos el trabajo apostólico de la mujer y le damos oportunidad de participar en la planeación y en las decisiones.
Estaremos realizando nuestra tarea de estar vigilantes si dejamos de mirar al pasado y nos esforzamos organizadamente para construir un presente donde, venciendo el miedo y el encerramiento, nos unamos y organicemos para vivir la alegría y la confianza mutua.
El adviento es una oportunidad
Noviembre 29 del 2014
Cosme Carlos Ríos



22 de noviembre de 2014

Nuestro Rey se identifica con los pequeños
Mucha gente identifica a la Iglesia por sus grandes edificios, por sus grandes personalidades, por el esplendor de su culto, pero casi nadie la identifica por la práctica de la misericordia.
En el discurso de la Iglesia aparece la opción por los pobres, pero sólo algunas personas o instituciones muestran esa opción por los pobres.

Como resultado de la derrota ante los babilonios las personas más notables del reino de Judá fueron desterradas a Babilonia. El profeta Ezequiel acompañó a los desterrados y mantuvo la esperanza
Yahvé, por boca del profeta, señala como responsables de la situación a los pastores de Israel (autoridades civiles, militares y religiosas) porque se aprovecharon de los que tenían y olvidaron a los más débiles y necesitados.
A los desterrados Yahvé hace la promesa de ser él mismo su pastor, un pastor que vela por sí mismo a las ovejas dispersas, las hace reposar, busca a la oveja perdida y hace volver a la descarriada, cura a la herida y robustece a la débil.
El discurso del Evangelio trata de inculcar la preparación necesaria para superar con éxito la prueba final y poner de relieve el significado central de la figura de Jesús, el Hijo del Hombre.
Los que son recibidos en el reino son los que tuvieron amor misericordioso con el prójimo.
La sentencia definitiva se apoya  en los motivos del servicio caritativo al prójimo necesitado.
El reino acontece también más allá de las fronteras visibles de la Iglesia. La escena nos hace comprender que muchos, sin conocer la persona de Jesús, se ajustan a los valores de reino en la entrega y el amor al prójimo, y eso decide su destino.
El juez universal está «de incógnito» en todos los pobres de la tierra, oculto en todos los rostros doloridos, pero esa presencia oculta se pondrá de manifiesto en el momento final.

Reconocer a Jesús como rey, implica para nosotros, verlo y servirlo en los más pequeños, los niños de la calle, los indigentes, los migrantes etc.
Reconocer a Jesús como rey implica para nosotros que nuestra identidad sea siempre la práctica de la misericordia
Reconocer a Jesús como rey implica para nosotros renunciar a identificarnos con el poder, con el tener o con la fama.
Cosme Carlos Ríos

Noviembre 22 del 2014 

15 de noviembre de 2014

Poner nuestros talentos al servicio del Reino

Aumentar la productividad es una consigna vigente en todas las empresas capitalistas: lo importante es producir mucho y muy rápido, aunque al final se produzca más de lo que se vende y se genere desempleo.
Hemos olvidado o descuidado la  tarea de: Conservar, proteger y defender a toda persona, a los animales, las plantas, la tierra el aire y el agua.
En nuestro México hace mucha falta que pongamos nuestras capacidades al servicio de la lucha contra la violencia, el crimen organizado y la corrupción.

La lectura del libro de los Proverbios ensalza la laboriosidad de la mujer, pero esa laboriosidad tiene una orientación hacia el pobre y el desvalido.
El evangelio de hoy destaca la eficiencia en la producción, pero esta eficiencia es la eficiencia "por-el-Reino", la que está puesta al servicio de la causa de la solidaridad y del amor. No es la eficiencia del que logra aumentar la producción.
Para entenderlo mejor conviene aclarar: en qué consisten, qué son los talentos,  y qué es lo que hay que producir.
Si Dios es incompatible con la riqueza, es imposible que sea dinero lo que entrega a los suyos.
Por tanto, esos talentos tienen que representar un valor más cercano al ideal evangélico: Han de ser riquezas no de las que se amontonan en la tierra, sino de las que se amontonan en el cielo.
Los talentos son la capacidad de cada cual de contribuir a la realización del proyecto que Dios tiene para la humanidad.
El capital que hemos recibido de Dios es la fe, el haber encontrado a Jesús y conocido su mensaje, el saber que Dios es Padre y quiere que todos seamos hermanos.
Habernos enterado de que Dios quiere que convirtamos la existencia humana en una fiesta y que alcancemos la felicidad de todos por medio del amor.
El producto que se espera es doble: En primer lugar hacer eficaz el amor que Dios nos manifiesta contribuyendo, a que el proyecto de Dios se realice, colaborar para que la comunidad cristiana, la Iglesia, viva y realice de verdad el evangelio.
En segundo lugar, compartir esa riqueza con todos aquellos que la quieran aceptar, dar a conocer la Buena Noticia de Jesús a quienes no la conozcan e invitarlos a sumarse a la tarea de convertir este mundo en un mundo de hermanos.
Cada uno debe producir según su capacidad. Y todos los que lo hagan así recibirán el mismo premio:
Dios no da su amor para que se guarde escondido, ni para que se disfrute en exclusiva, sino para que se comparta, para que se comunique, para que, actuando en nosotros, produzca más amor.
Además no estamos participando en una competencia: a ver quién produce más. No se trata de producir más que los demás, sino de producir el máximo que cada uno pueda.

Haremos buen uso de los talentos que Dios nos dio si evitamos ser productivos sólo individualmente, y si evitamos que nuestra productividad dañe a otros.
Haremos buen uso de los talentos que Dios nos dio si luchamos duramente en defensa de toda persona, de los animales, de las plantas, de la tierra, el aire y el agua.
Haremos buen uso de los talentos que Dios nos dio si nos hacemos cargo de la terrible situación que vive nuestro país y comenzamos a buscar caminos para erradicar la violencia, la corrupción y el crimen organizado
Noviembre 15 del 2014

Cosme Carlos Ríos

8 de noviembre de 2014

El templo fuente de vida y de fertilidad
Interrumpimos hoy la celebración del ciclo ordinario para celebrar la dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán, una de la Basílicas mayores de la Iglesia.
Nuestros templos han perdido su dimensión más profunda, porque, en general, congregan a la comunidad, pero no se distinguen por ser fuente de Esperanza, de vida y  fertilidad.
Es lamentable que nuestros templos tengan un tinte muy marcado de comercialidad.
Me he enterado de que algunos ejidatarios de la Parroquia de la Merced en Estación San Juan de Cadereyta, por no retirar la demanda contra Pemex, han sido castigados retirándoles la ayuda que les daban,y por lo mismo su situación se vuelve más precaria

El profeta Ezequiel, hijo del sacerdote Buzí, fué uno de los que más fortaleció la esperanza de los israelitas desterrados en Babilonia.
Ezequiel presenta su profecía por medio de muchas visiones que expresan la realización de los anhelos y esperanzas del pueblo
Como sacerdote presenta la esperanza a partir del templo, pero al presentar su grandiosidad, lo presenta como fuente que sana, que da vida y fertilidad.
En tiempos de Jesús, el templo de Jerusalén, en vez de ser lugar de encuentro con Dios y con los hermanos, era el centro principal de explotación del pueblo.
El templo era donde se concentraba el poder económico, político  e ideológico de Israel, y el culto que en él se realizaba era comercializado bajo el control de los sumos sacerdotes.
Jesús se indigna al ver cómo, en nombre de Dios, se explota al pueblo y decide realizar un gesto profético de denuncia y de purificación.
Jesús se propone como nuevo templo, como lugar de encuentro con Dios y con los hermanos.

Darle a nuestros templos su sentido auténtico implica, colocar a Jesús como centro, que a través de Él, se dé el encuentro con Dios y con los hermanos.
Darle a nuestros templos su sentido auténtico implica, hacer que sean fuente de esperanza, de vida y de fertilidad orientando su servicio en defensa de la salud y de la vida de los que más lo necesitan.
Darle a nuestros templos su sentido auténtico implica, evitar todo tipo de comercialización, orientando sus ingresos para atender las necesidades que exige su buen funcionamiento, pero sin perder nunca de vista las vidas amenazadas.
Darle a nuestros templos su sentido auténtico implica, conocer la situación real de los ejidatarios de Cadereyta y buscar la forma organizada para que desde nuestros templos fluya la ayuda que fortalezca su esperanza.
Cosme Carlos Ríos
Noviembre 08 2014