30 de abril de 2016

Para ser fieles a Jesús, buscar su palabra en Asamblea

Fidelidad a Jesús, a su palabra

Estamos acostumbrados a que los asuntos importantes en la Iglesia los resuelvan las autoridades; tenemos miedo o desconfianza de hacerlo en Asambleas; dejamos que los demás decidan por nosotros.
Nos consideramos discípulos de Jesús, afirmamos que lo queremos, pero nos falta preguntarnos si conocemos y ponemos en práctica las palabras que Él nos enseñó: su Evangelio.
A pesar de que profesamos que Dios está en todas partes, nos encerramos en los templos para rendir culto a Dios: evidentemente el templo es el lugar de la comunidad, pero, no el único.

En el capítulo 13, el libro de los Hechos nos refiere que el Espíritu Santo pidió a la comunidad de Antioquía de Siria que les separara a Pablo y a Bernabé para una misión.
Pablo y Bernabé emprenden el viaje misionero y acuden en primer lugar a las sinagogas de los judíos, presentando la persona de Jesús, su vida, su Muerte y Resurrección como único medio de salvación.
Los judíos, aferrados a que la salvación viene por la observancia de la Ley de Moisés, rechazan la predicación de Pablo y Bernabé y provocan una fuerte persecución en contra de ellos.
Entonces Pablo y Bernabé toman la firme determinación de realizar su misión fuera del mundo Judío: ahí van formando pequeñas comunidades a las que no se les exige la práctica de la circuncisión.
Regresan a su comunidad de Antioquía de Siria y cuentan cómo Dios ha abierto a los paganos las puertas de la fé.
Esto, que para ellos era motivo de profunda alegría, es escándalo para algunas personas venidas de Judea que piden que se les exija la práctica de la circuncisión, provocando con ello una violenta discusión.
Para resolver el asunto se decide presentarlo a las autoridades de Jerusalén, quienes deciden tratar el asunto en una asamblea.
La solución que salió de la Asamblea dice: “Hemos decidido de común acuerdo” “El Espíritu Santo, y nosotros mismos, hemos decidido no imponerles ninguna carga más que las indispensables!.
Por fidelidad a la palabra de Jesús, se  busca en Asamblea la respuesta a las nuevas situaciones.
La lectura del Apocalipsis  que se nos propone hoy, supone una verdadera revolución en la manera de entender las relaciones del hombre con Dios.
En la antigua religión el hombre tenía que salir del mundo profano y entrar en  recintos sagrados para encontrarse con Dios:  Dios no estaba más que en algunos lugares consagrados a él.
A partir de ahora todo será distinto.
Ya no es necesario que haya templos, porque Dios ha elegido para vivir una residencia nueva: el ser humano, la persona que elige el amor como forma de vida, el grupo en el que se ha establecido el amor como única norma de convivencia.
Es la ciudad nueva que describe el libro del Apocalipsis:
Jesús nos dice hoy: “El que me ama guardará mi palabra”  El dio en la clave: amarlo a él equivale a guardar su palabra, llevándola a la práctica.
Y su palabra, mensaje, no fue otra cosa que la fidelidad al pueblo por el que hay que desvivirse; el servicio incondicional; la abolición de las nuevas esclavitudes, la construcción de una sociedad diferente.
No es fácil guardar esta palabra del Maestro. Supondrá una fuerte lucha contra los que, desde arriba, traten de conservar sus privilegios; contra los que, desde abajo, pretendan excusar o exculpar su pasividad; y contra los que, desde el medio no toman partido,
Por guardar la palabra del Padre, Jesús sufrió la persecución, el rechazo, la soledad y el abandono de todos. Algo similar sucederá a
todos los que hayan ligado su suerte a la del pueblo como Jesús.

Ser fieles a la palabra de Jesús implica para nosotros, hoy, entender las nuevas situaciones y los nuevos problemas por los que estamos pasando y buscar en Asamblea la palabra orientadora de Jesús.
Ser fieles a la palabra de Jesús implica para nosotros, hoy, rendir culto a Dios en los diferentes lugares que manifiestan su presencia sobre todo en el ser humano, principal imagen de Dios y en la comunidad que vive el amor de Jesús.
Ser fieles a la palabra de Jesús implica para nosotros, hoy, esforzarnos por conocer la Palabra de Jesús en el Evangelio y convertirla en norma de nuestra vida
Cosme Carlos Ríos

Abril 29 del 2016 

23 de abril de 2016

La novedad de Jesús: El amor de entrega y de servicio

Amar como Jesús: el mandamiento nuevo

Es curioso y preocupante que las distintas comunidades cristianas nos esforzamos por cumplir leyes y costumbres (cosa muy buena), pero perdemos de vista el amor que es la novedad que trajo Jesús.
En ocasiones insistimos en el amor, pero lo entendemos sólo como expresión de sentimientos y no como el de Jesús: amor de entrega y de servicio a los hermanos.
El concilio Vaticano II pretendía una renovación de la Iglesia, pero seguimos las prácticas viejas de buscar el poder, la fama y con frecuencia la riqueza, que no obtienen precisamente por la práctica del amor.
Es evidente que asumir lo nuevo implica seguir a Jesús, ponerlo en el centro de nuestra vida, pero para eso hay que renunciar al poder, a la fama y la riqueza y no siempre estamos dispuestos.

El libro de los Hechos nos sigue hablando del éxito misionero de Pablo y Bernabé entre los gentiles, al presentar la novedad de Jesús: “Dios les abre la puerta a los no judíos para que también ellos puedan  creer”.
Sus desvelos misioneros, su entrega, su espíritu de servicio  serían fuente de esa propagación del Evangelio extendiéndose a lo ancho del mundo “gentil”.
El texto del Apocalipsis, que leemos hoy, alienta nuestra esperanza con su magnífica visión de “un cielo nuevo y una tierra nueva”, como la gran meta de nuestros esfuerzos.
Una nueva realidad de justicia, paz y amor fraterno habrá de traer “la nueva Jerusalén que descendía del cielo enviada por Dios y engalanada como una novia”.
Es la esperanza maravillosa que podemos enarbolar frente a los que nos amenazan con una destrucción inexorable del mundo,
“Esta es la morada de Dios con los hombres –señala un el autor; acampará entre ellos. Serán su pueblo, y Dios estará con ellos.
Enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha pasado. El que estaba sentado sobre el trono dijo: Ahora hago el universo nuevo”.
Para entender el pasaje que nos refiere el Evangelio de hoy, conviene recordar que Judas acaba de salir. Jesús le había ofrecido una vez más su amistad, pero la ha rechazado.
Ha tomado la decisión de entregar a Jesús en manos de los jefes de su religión y de su nación y va a ponerla en práctica.
Está demasiado apegado a las instituciones y las tradiciones de sus mayores, a lo viejo. Por eso lo va a traicionar, porque no le agrada la novedad de  Jesús.
Jesús lo sabe, pero no lo delata ante el resto de los discí­pulos; al contrario, le muestra de nuevo su afecto, y al no encontrar correspondencia, lo despide con estas pala­bras: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto»
Así acepta Jesús la muerte. Y así se manifiesta «la gloria del Hombre, y  la gloria de Dios. Naturalmente que la muerte, en sí misma, no es gloria de nadie; pero sí lo que en esa muerte se revela: un amor sin límite, sin medida.
El amor de Jesús a sus semejantes, a la humanidad, y el amor de Dios que Jesús manifiesta con su entrega.
La gloria de Dios no es, por tanto, su poder, ni su ciencia, ni su grandeza: la gloria de Dios es el amor que se manifiesta en el Hombre.
Y la gloria del hombre será corresponder a ese amor con un amor que difunda, comunicándolo, el amor recibido. Ese es el encargo de Jesús a sus discípulos; ése es el mandamiento nuevo.
Nuevo por la calidad y la medida del amor que exige: que el hombre, teniendo como modelo el amor de Jesús, ame a sus semejantes más que a sí mismo. 
Nuevo porque intenta que los hombres no estén preocupados por Dios más que para parecerse a Él, amando como El a la humanidad. 
Esta es la señal del cristiano: el amor. Y si el catecismo dice que la señal del cristiano es la cruz, eso sólo tiene sentido en cuanto que la cruz fue la exageración del amor.
Por eso el cristiano no puede salirse de este ámbito ni eludir ese compro­miso: colaborar con Dios en la consolidación de ese mundo nuevo en el que sea posible y real ese amor.
Esta es la única ley, la ley fundamental -la constitución- de la comunidad cristiana.
Todos los demás mandamientos no tienen por sí mismos vigencia alguna, sino sólo en la medida en que coin­ciden, concretan o explicitan el mandamiento nuevo.
Según el evangelio, se conoce a un cristiano no porque cumple los mandamientos de Moisés o los de la Iglesia, sino porque ama a sus semejantes al estilo de Jesús, porque está dispuesto a entregar la vida para que sea posible un mundo nuevo.

Celebrar la Pascua de Jesús implica cambiar de vida para vivir el mandamiento nuevo, el estilo de Jesús: Un amor de entrega y de servicio.
Celebrar la Pascua de Jesús significa dejar atrás el estilo viejo, centrado en leyes y tradiciones y poner la mirada en Jesús.
Celebrar la Pascua de Jesús significa luchar por un cielo nuevo y una nueva tierra en los que resplandezca la justicia, la paz y el amor de entrega y servicio
Abril 23 2016
Cosme Carlos Ríos





16 de abril de 2016

Escuchar a Jesús y seguirlo

Escuchar a Jesús y seguirlo

Los cristianos hemos buscado como fuente de espiritualidad, la oración y poco o nada de tiempo dedicamos a escuchar de viva voz las enseñanzas de Jesús, el Buen Pastor.
Nuestra vida cristiana está tejida de una serie de prácticas religiosas, pero no tiene como tinte la misericordia que fue el rumbo que  siguió Jesús en toda su vida.

Los pastores Pablo y Bernabé, invitados en la sinagoga a tomar la palabra, proclaman a Jesús como salvador de todos los hombres y esto provoca una violenta reacción de parte de los judíos frente a ellos.
Pablo declara que el mensaje de salvación debía se predicado en primer lugar a los judíos, pero tomando en cuenta que lo rechazan, Pablo y Bernabé toman la decisión de llevarlo a los no judíos.
El libro del Apocalipsis nos presenta una visión: una multitud inmensa, universal ante el trono (del Padre) y el Cordero degollado y en pie (Jesús muerto y resucitado)
Esta multitud está formada por aquellos que habiéndose hecho seguidores de Jesús, fueron sacrificados por proseguir su causa.
El Cordero, Jesús es quien los pastoree y les concede la plenitud de la vida y les enjuga toda lágrima.
Para comprender el texto del Evangelio de hoy conviene tomar en cuenta que los jerarcas político-religiosos de Israel habían esclavizado al pueblo, dominándolo por medio del miedo a Dios.
La escena que se nos presenta es tensa y conflictiva. Jesús está paseando dentro del recinto del templo. De pronto, un grupo de judíos lo rodea acosándolo con aire amenazador.
Jesús no se intimida, sino que les reprocha abiertamente su falta de fe: «Ustedes no creen porque no son ovejas mías». El evangelista dice que, al terminar de hablar, los judíos tomaron piedras para apedrearlo.
Para probar que no son ovejas suyas, Jesús se atreve a explicarles qué significa ser de los suyos. Solo subraya dos rasgos, los más esenciales e imprescindibles: «Mis ovejas escuchan mi voz… y me siguen».
Lo primero es despertar la capacidad de escuchar a Jesús. Desarrollar mucho más en nuestras comunidades la sensibilidad de saber captar la Palabra que viene de Jesús.
Si queremos mantener una fé auténtica, hemos de aprender a poner en el centro de nuestras comunidades la Palabra viva, concreta e inconfundible de Jesús, nuestro Pastor.
Pero no basta escuchar su voz. Es necesario seguir a Jesús. Ha llegado el momento de decidirnos a vivir la fe cristiana como un verdadero seguimiento de Jesús.

Después de veinte siglos, los cristianos necesitamos recordar de nuevo que lo esencial para ser la Iglesia de Jesús es escuchar su voz y seguir sus pasos.
Las ovejas precisamente porque  siguen a Jesús, tienen que ser personas libres, adultas, que saben escuchar y que han tenido que responder responsablemente a un mensaje que les asegura definitivamente la vida.
Estas as ovejas  son la nueva humanidad, la semilla de un mundo nuevo en el que, si tiene que haber pastores, tendrán que serlo al estilo de Jesús.

Escuchar a Jesús hoy implica antes que nada poner el oído atento al clamor de aquellos que sufren porque no es respetada su dignidad humana.
Escuchar a Jesús hoy implica, leer, meditar y proclamar el Evangelio de modo que ilumine nuestra vida y transforme nuestra realidad
Escuchar a Jesús hoy implica promover la lectura del Evangelio promoviendo talleres y círculos bíblicos.
Seguir a Jesús, hoy implica la práctica permanente de la misericordia para con los que sufren a nuestro alrededor
Cosme Carlos Ríos
Abril 16 del 2016



9 de abril de 2016

Vivir la Pascua defendiendo la vida

Hablamos mucho de la resurrección de Jesús, pero nuestro  anuncio no molesta a nadie, como en los días de la primera de la comunidad cuando predicar la Resurrección implicaba una fuerte denuncia de los que asesinaron al Cristo.
Enfatizamos el discurso, el rollo y perdemos de vista que el primer medio de evangelización es el testimonio de nuestra propia vida, en defensa de la vida y en lucha contra lo que causa muerte.
Nos quejamos de que, cada vez somos menos los servidores en las comunidades y no hacemos esfuerzos por buscar, escuchar y actualizar las orientaciones del Pastor de pastores.
Muchos pastores, de distinto nivel aspiramos a tener un puesto, pero hacemos poco caso de que para serlo necesitamos amar a Jesús más que los demás, 

El libro de los Hechos nos presenta hoy el conflicto que viven los discípulos de Jesús que son llevados ante el sumo sacerdote, cabeza del sanedrín, tribunal supremo de los judíos de la época.
Resalta la entereza con que declaran: “Primero hay que obedecer a Dios y luego a los hombres” y añaden con firmeza: “El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús a quien ustedes dieron muerte colgándolo de la cruz.
Continúa afirmando: “Nosotros somos testigos de todo esto y también lo es el Espíritu Santo.
Los biblistas actuales consideran que el capítulo 21 de San Juan es un texto añadido al Evangelio y que debe ser interpretado más en sentido catequético que narrativo.
Encontramos 4 partes: 1. Pedro decide ir a pescar, los demás deciden ir con él y fracasan en su afán. 2 Al amanecer se hace presente Jesús y les da indicaciones para pescar, logrando una pesca abundante. 3. Jesús les ofrece un almuerzo con pescado y pan sobre las brasas, 4. Jesús pregunta a Pedro por tres veces si lo ama, a lo que Pedro responde que sí y entonces Jesús le confía el encargo de pastorear.
En Israel, la pesca, y el pastoreo son signo de la acción de Dios. Cuando los discípulos pretenden pescar durante la noche, sin Jesús, que es la luz, la empresa de pescar fracasa.
Con la presencia de Jesús, al amanecer, y bajo su orientación se obtiene una pesca abundante.
Hoy como ayer, el almuerzo (la comida) es el espacio de la fraternidad, de la comunidad, del compartir.
Al proponer a alguien para una tarea pastoral o al aceptar un compro miso pastoral tenemos que preguntarnos ¿qué tanto es nuestro amor a Jesús, a su persona, a su palabra, a su proyecto?

Creer en la Resurrección, celebrar la Pascua, exige de nosotros un testimonio, una vida en defensa de la vida y en lucha contra todo lo que causa muerte.
Creer en la Resurrección, celebrar la Pascua, exige de nosotros la disponibilidad de obedecer primero a Dios que a los hombres y luchar para que las órdenes y leyes humanas busquen viva para todos.
Creer en la Resurrección, celebrar la Pascua. exige de nosotros no estancarnos en hacer nuestro trabajo pastoral de rutina, sino de buscar siempre las orientaciones de Jesús hoy, en concreto, actualizar nuestros conocimientos y nuestra práctica.
Creer en la Resurrección, celebrar la Pascua. exige de nosotros trabajar para que nuestros ambientes familiares y eclesiales sean espacio de fraternidad, de comunidad y de compartir.
Creer en la Resurrección, celebrar la Pascua, exige de nosotros anteponer el amor a Jesús (su persona, su palabra, su proyecto) a la búsqueda o aceptación de responsabilidades.
Cosme Carlos Ríos
Abril 09 2016