31 de diciembre de 2015

La paz, don de Dios y tarea del hombre
Vence la indiferencia, construye la paz

La indiferencia de nuestro siglo, es a menudo, vinculada a diversas formas de individualismo que producen aislamiento, ignorancia, egoísmo y, esto lleva al desinterés”.
El aumento de las informaciones, de por sí, no es sinónimo de aumento de atención a los problemas, si no es acompañado de una apertura de las conciencias en sentido solidario.

·                        El libro de los Números, indica cómo deberá ser bendecido el pueblo: «El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz.»
La paz, el resumen de todos los bienes que puede desear un hombre, el conjunto de todos los beneficios que puede el hombre recibir de Dios, la meta última de todo lo que Dios está haciendo por su pueblo
El pueblo de Israel tendrá que completar un largo proceso que empezó con la salida de Egipto y la liberación de la esclavitud, llegar a la tierra que Dios le va a entregar, organizar una sociedad en la que nadie sea esclavo de nadie y establecer unas relaciones de amistad con sus vecinos.
La paz es, por tanto, la meta; pero en nombre de la paz no se puede eludir el proceso: para llegar a la meta no hay más remedio que recorrer todo el camino.
El fin último no es la liberación, sino la paz, pero la paz es incompatible con la opresión y la injusticia.
·                        En la organización patriarcal de la familia, vigente en la Palestina de los tiempos de Jesús, convivían en la misma casa, en la casa del padre, tanto los hijos como los siervos.
Todos estaban sometidos a la autoridad del padre, pero mientras unos, los hijos, eran considerados hombres libres, otros, los siervos, tenían un grado de libertad prácticamente inexistente.
El paso de una situación a otra coincide con la adopción de la fe cristiana, con el don del Espíritu, con la participación de María y el hecho de  ser recibidos como hijos en la casa del Padre Dios.
El Espíritu, recibido y aceptado libremente, convierte al hombre en hijo de Dios, llevando así a término la tarea de Jesús: «rescatar a los que estaban sometidos a la Ley, para que recibiéramos la condición de hijos».
Pablo quiere subrayar que esta tarea quiso realizarla el Padre, desde abajo, haciéndose presente, en un hombre, en el mundo de los hombres.
Jesús no fue un dios disfrazado de hombre: la suya era carne nacida de una mujer, de una mujer pobre y sencilla, en la que se fijó de manera especial la mirada de Dios, centrando en ella el cumplimiento de todas las promesas del Señor a su pueblo.
Ella fue una mujer que, como todos los seres humanos, tuvo que someterse a un proceso, a veces difícil, con momentos de especial dureza, para ir alcanzando con la plenitud de la fe, su propia liberación, para ir incorporando a su papel de madre su vocación de hermana.
· El Evangelio nos cuenta que los marginados, espoleados por la noticia del ángel, van derechos al objetivo: quieren comprobar con sus propios ojos que su sueño se ha hecho realidad
Van a toda prisa y encuentran a María y a José, y al niño recostado en el pesebre.
Dan con una pequeña comunidad familiar, descrita como toda comunidad bien constituida, con tres personajes.
Se trata de un grupo humano real, con funciones bien diferenciadas: María, la madre,; José, el padre, el niño  recostado en un pesebre, impotente, tan marginado como los mismos pastores.
Es el inicio de un cambio de valores que hará historia.

Celebrar a María, hoy, desde la misericordia de Jesús, significa hacernos sensibles  y reaccionar con hechos y palabras, ante el dolor de las mujeres, de modo especial, las abandonadas, las madres solteras, las que se prostituyen, las migrantes.
Celebrar un año nuevo nos compromete a mirar adelante, trazarnos metas importantes pero que podamos alcanzar con pequeños pasos que no se detienen; s Señalarnos esos pasos.
Construir la paz nos compromete a interesarnos y reaccionar en torno a toda clase de injusticia de carácter local, nacional y mundial, sobre todo las que más dañan la vida y la dignidad de la persona.
Construir la paz nos compromete a educarnos día con día en los caminos que la construyen: El respeto, el diálogo y la colaboración en todos los espacios en que nos movemos.
Feliz año nuevo en el que, todos seamos constructores de la paz.

Diciembre 31 del 2015
Cosme Carlos Ríos



26 de diciembre de 2015

Familias que se integran a partir del encuentro con Dios

Una de los problemas que, hoy más aquejan a la familia, es la desintegración familiar, porque cada uno vive en su mundo, y porque somos muy poco tolerantes con los demás.
A diferencia de la forma en que las familias antiguas participaban en la vida religiosa, hoy es marcada la ausencia de los varones en el culto.

El libro de Samuel del que tomamos la primera lectura de hoy, abarca un amplio e importante período de la historia de Israel. Es el que transcurre entre el fin de la época de los Jueces y los últimos años del reinado de David, o sea, entre el 1050 y el 970 a. C.
Israel vive en este tiempo una difícil etapa de transición, que determina el paso del régimen tribal a la instauración de un estado monárquico.
Aquí se nos descubre la obra de Dios en el corazón de los hombres y la manera como éstos cooperan al reino de Dios. El tema central del libro es el advenimiento de la monarquía bajo la guía de Samuel como juez y profeta.
La historia de Samuel, el primero de los grandes profetas que dejaron una huella indeleble en la vida de Israel, comienza con el relato de su nacimiento, su infancia y su vocación profética.
La tradición bíblica nos da de Samuel una imagen con muchos aspectos, ya que lo presenta ejerciendo las funciones de "juez", de sacerdote, de vidente y de profeta.
Su acción se desarrolla en una época de profunda transformación social, cuando ya las viejas instituciones israelitas no ofrecen una respuesta válida a la crisis provocada por el desafío filisteo.
Se nos habla de su nacimiento y en esta ocasión de su consagración a Dios. Toda la familia de Ana sube al santuario. 
Al hablar de destetar, cabe suponer que tenía Samuel de tres a cuatro años. Junto con el niño, ofreció la familia un toro de tres años, 36 litros de harina y un odre de vino.
Él niño es presentado a Helí. Puesto que Dios se lo ha regalado, quiere Ana que quede como propiedad de Yahvé, sirviéndole en el santuario.
Esta religiosidad practicada en familia, que consagra los hijos para que colaboren en el plan de Dios, es modelo para nuestras familias de hoy.

El clima religioso en que creció Jesús, era el de la piedad propia del primer testamento. Parte importante de ésta eran las peregrinaciones al templo.
La fiesta pascual de los ácimos duraba siete días. La vuelta sólo se podía emprender pasado el segundo día de la fiesta; la sagrada familia se quedó allí la semana entera.
Al final emprendieron la vuelta María y José. Se viajaba en una caravana. La fila no era compacta: iba dividida en grupos de parientes y conocidos. Esta manera de peregrinar juntos aumentaba la seguridad y daba a la vez cierta libertad de movimientos
Ellos, no se dieron cuenta de la ausencia de Jesús hasta que transcurrió el primer día de viaje. Un niño de doce años en Oriente tiene gran libertad de movimientos. Era natural que fuese entre alguno de los grupos, un poco desordenados y distanciados de la caravana.
Se nos presenta a María y a José como una familia profundamente religiosa y observante, y también como una familia unida, puesto que viajan juntos, a pesar de que María no estaba obligada participar en la peregrinación.

Ser familia como la de Ana, que da mucha importancia al culto, a la consagración de los hijos a Dios, implica para nosotros, descubrir en el culto a un Dios de vida, de libertad que nos hizo iguales en dignidad.
Ser familia como la de Nazaret, implica para nuestras familias, caminar juntos, buscar juntos, escuchar juntos los planes del Padre que es amor y misericordia.
Ser familias, como la de Nazaret implica para nosotros buscar los caminos que humanizan nuestras relaciones, mediante el respeto mutuo, el diálogo y la colaboración.

Diciembre 26 del 2015
Cosme Carlos Ríos




19 de diciembre de 2015

Dios emplea medios pequeños

Es raro ver que en las actividades pastorales de cualquier grupo religioso, se tome en cuenta a los niños, a los ancianos o a las personas que vienen de nuestros pequeños pueblos y  a nuestros campesinos.
Por lo general, las mujeres son muy activas en casi todas las actividades, pero, poco las vemos participar en la planeación y en la toma de decisiones.

El primer libro de Samuel nos dice que después de que Dios ha rechazado a Saúl, envía a Samuel, a Belén, a la casa de Isaí, para elegir de entre sus hijos al nuevo rey.
Isaí  le va presentando a  Samuel a sus hijos, pero, a pesar de que varios tienen buena apariencia, ninguno es el elegido por Dios.
Samuel le pregunta que si ya no tiene más hijos e Isaí le responde que falta el más pequeño que está cuidando las ovejas, Samuel lo manda llamar  y lo unge en presencia de sus hermanos
En la tradición de Israel, David, a pesar de sus pecados,  aparece como el rey ideal, el hombre profundamente religioso, el que lucha por su pueblo y el que no lo explotó con tributos.
El profeta Miqueas, es un profeta pequeño, en comparación con su contemporáneo el profeta Isaías (El libro de Miqueas tiene apenas 7 capítulos frente a los 66 que comprende el libro de Isaías).
Este pequeño profeta campesino, de Moresét Gat, contrapone dos situaciones: una de crisis, en que se halla Judá, amenazada por los asirios, y otra de liberación por efecto de un misterioso Libertador.
Judá no debe desfallecer al verse rodeada de enemigos, sino que debe resistir, porque al fin saldrá victoriosa.
La crisis es momentánea, porque Yahvé hará surgir un líder victorioso que será el libertador de sus compatriotas, el cual saldrá de este reino de Judá ahora en peligro de desaparecer.
La salvación de Dios vendrá, no desde la capital, ni desde una gran príncipe o general, sino de la pequeña Belén, que está a unos 10 kilómetros, y vendrá desde un recién nacido.
Casi nunca la historia nos narra los acontecimientos simples y sencillos de los pobres. Pero en el Evangelio de hoy encontramos una excepción.
Lucas no se ha dejado arrastrar por la tendencia a resaltar las obras de los grandes y poderosos de la tierra; él ha querido mostrar los detalles simples de una realidad que aparentemente no tiene ningún puesto en el desarrollo histórico de una sociedad que sólo considera importante lo que hacen los grandes, los de renombre, los que se creen a sí mismos los únicos protagonistas de la historia.
Aquí, el protagonismo, es de un par de mujeres, personajes ya de por sí devaluados en una sociedad machista, patriarcal, dos niños que aún sin nacer ya están llamando la atención del autor, y el Espíritu Santo, que llena de gozo a Isabel para bendecir a su parienta María y al fruto de su vientre y para cantar las grandezas del Señor.
María e Isabel, personajes que no cuentan mucho en la sociedad, se encuentran, y este encuentro, es la ocasión para que Lucas establezca, una enseñanza sobre la manera cómo Dios actúa en la historia humana y a través de qué tipo de personas actúa; eso es, en el fondo lo que proclama Isabel en las palabras que dirige a María.
Para realizar sus planes de salvación, Dios se vale de la pequeña y olvidada Belén: De allí surgirá el pastor de Israel.
Para el nacimiento del precursor y para el nacimiento del Mesías, Dios se vale de dos mujeres que poco cuentan en su sociedad, una, demasiado joven, la otra una persona de avanzada edad.

Actuar con los criterios de Dios, que valora a la pequeña Belén, implica para nosotros, valorar de manera a las personas de nuestros pueblos pequeños, sobre todo a los campesinos
 Actuar con los criterios de Dios que se vale de una jovencita y de una mujer de avanzada edad para el nacimiento del Salvador y del Precursor, implica para nosotros, incluir a la mujer de cualquier edad en la planeación de nuestras actividades pastorales y sobre todo en las decisiones.
Actuar con los criterios de Dios implica para nosotros valorar de manera efectiva a los niños y a los ancianos, e integrarlos activamente en nuestras actividades.

Feliz Navidad
Diciembre 19 del 2015
Cosme Carlos Ríos





12 de diciembre de 2015

El Señor está cerca, alegrémonos

Nuestra sociedad se prepara para celebrar la Navidad, pero entre  nosotros resalta el individualismo, la competitividad, el aspecto comercial, el exceso en el comer y en el beber.
No aprovechamos este tiempo para integrarnos más, para construir la armonía entre las personas y los demás seres humanos.

El texto del profeta Sofonías nos habla de un tiempo poco antes del reinado de Josías. El país se hallaba sumido en la mayor miseria moral y hacía tiempo se dejaba sentir la amenaza de Asiria.
Sofonías, testigo de los grandes pecados de Israel y del duro castigo con que Dios va a purificar a su pueblo, preanuncia la restauración y redención que Dios va a obrar. A los beneficiarios de ella, los llama el “resto”. Con este “resto” creará Dios un pueblo nuevo.
Al final de su libro Sofonías vislumbra algunas luces de esperanza: el rey Josías se presenta como un gran reformador y Asiria parece aflojar por el momento su cerco.
Es la ocasión para anunciar días mejores para Jerusalén, e invitar a la alegría a través de una gran fiesta en la que todo serán danzas, alegría y regocijo.
 Ahora ya no es Israel el que se goza en el Señor; es el mismo Señor quien se goza con su nuevo pueblo. Es como el “esposo” que se goza en la “esposa”.
Muchas veces en los profetas la “Alianza” es presentada como “Desposorio”: “Yahvé, tu Dios, está en medio de ti; exulta de gozo por ti y se complace en ti; te ama y se alegra con júbilo; hace fiesta por ti”.
Los textos de la liturgia de hoy nos invitan a la alegría. Ese es el modo de esperar al Señor: la auténtica alegría del pueblo de Dios es Cristo, el Mesías largo tiempo esperado.
El pasaje de Lucas nos habla del testimonio de Juan Bautista, el precursor. Su predicación impresiona al pueblo, la gente se acerca para preguntarle: “¿Qué debemos hacer?”.
Es una prueba de que han comprendido el mensaje, perciben que el bautismo de Juan exige un comportamiento. La respuesta llega enseguida: compartan lo que tengan: vestido, comida, etc.
No se pregunta lo que hay que pensar, ni siquiera lo que hay que creer. El Evangelio pretende que el oyente de la Palabra de Dios se convierta, es decir, que su conducta y su comportamiento estén de acuerdo con la justicia que exige el Reino.
La buena noticia entraña una exigencia nítida: los que tienen bienes o poder deben compartirlos con los que no tienen nada, o son más débiles.

Vivir la alegría del Adviento significa recordar que nos estamos preparando para celebrar al Emmanuel (Dios con nosotros)
Vivir la alegría del Adviento significa para nosotros abrir los ojos y vislumbrar la esperanza en aquellos que construyen la justicia y la hermandad por ejemplo en la lucha de la Hermana Consuelo Morales, acompañando a las víctimas de los desaparecidos.
Igualmente en los esfuerzos del Padre Chemita y su defensa de los ejidatarios del poblado San Juan, Cadereyta, su lucha contra la contaminación ambiental.
Vivir el Adviento significa también, abrir los ojos y descubrir la esperanza en todos aquellos que, desde lo pequeño luchan para construir un mundo mejor

Diciembre 12 del 2015
Cosme Carlos Ríos


5 de diciembre de 2015

Despojarnos de la apatía y de los liderazgos protagónicos

Es frecuente que los creyentes veamos a Dios como el Señor que manda y que castiga y por ello vivimos con temor, con apatía y desesperanza.
Construímos una sociedad de desigualdades por motivos de edad, de sexo, de raza o de religión.
Favorecemos liderazgos protagónicos individuales, y con ello dejamos poco espacio para que la mayoría de la gente tome conciencia de los problemas y de su responsabilidad y participe, aportando libremente sus ideas y sus acciones

 El tiempo de adviento es tiempo de esperanza y de apertura al cambio: cambio de vestido y de nombre, cambio de camino. Cambiar, para que todos puedan ver la salvación de Dios.
En un bello poema Baruc canta con fe jubilosa la hora en que el Eterno va a cumplir las promesas mesiánicas, va a crear la nueva Jerusalén, va a dar su salvación.
Los “vestidos de duelo” son expresión visible del dolor familiar, el “vestido de fiesta” es expresión de alegría y paz, y el cambio de ropas es manifestación del cambio de situación.
El “vestido nuevo” es indicio de bendición, de fiesta: Israel en el exilio está “vestida de sayal” pero su situación cambiará, su vestido es un “manto de justicia”, las “galas de la gloria de Dios”. 
Jerusalén es presentada como una “Madre” enlutada por sus hijos expatriados. Dios regala a Sión, su esposa, la salvación como manto regio, le ciñe como diadema la “Gloria” del Eterno.
La Madre desolada que vio partir a sus hijos, esclavos y encadenados, los va a ver retornar libres y festejados como un rey cuando va a tomar posesión de su trono.
Le da un nombre nuevo simbólico: “Paz de Justicia-Gloria de Misericordia”; es decir, Ciudad-Paz por la salvación recibida de Dios. Ciudad-Gloria por el amor misericordioso que le tiene Dios.
Haciéndose eco de los profetas del destierro, Baruc dice una palabra consoladora a un pueblo que pasa dificultad: “El Señor se acuerda de ti”.
El Dios fiel no se olvida de Jerusalén, su esposa, que es invitada ahora a despojarse del luto y vestir “las galas perpetuas de la Gloria que Dios te da”. Es la salvación que Dios ofrece para los que ama, de los que se acuerda en su amor.
Juan el Bautista aparece fuera del control del poder opresor de Tiberio, de Poncio Pilatos, de Lisanias, de Herodes, y los otros poderes y aparece en el desierto.
Hablar del desierto recuerda a los israelitas las acciones del Dios liberador, especialmente la salida de Egipto; les trae a la memoria el proceso que los llevó a constituirse en un pueblo de hombres libres y el tiempo en el que sus relaciones con Dios tuvieron su mejor momento.
Allí recibe Juan el encargo de preparar al pueblo para un nuevo éxodo, una nueva intervención liberadora del Dios de Israel.
Para explicar cuál es la misión de Juan, Lucas utiliza las mismas palabras con las que en el libro de Isaías, se anuncia el final del destierro de Babilonia.
Juan realiza aquí la misma misión que llevó a cabo el antiguo profeta: anunciar que Dios va a intervenir de nuevo, que su intervención será nuevamente liberadora y que hay que estar preparados para beneficiarse de la acción de Dios.
Y puesto que la tarea de Juan es preparar la misión de Jesús, nos da la clave fundamental para entender el resto del evangelio: la misión de Jesús consiste en realizar un nuevo éxodo, en comenzar un nuevo proceso de liberación que ya no es sólo para un pueblo, sino para toda la humanidad.

Vivir el Adviento con las ideas del profeta Baruc, significa despojarnos de apatía, de las desigualdades y de los liderazgos protagónicos individuales o de pequeños grupos.
Vivir el Adviento con las ideas del profeta Baruc, significa cambiar promoviendo liderazgos comunitarios que ayuden a todos a tomar conciencia de la situación, que favorezcan la participación, aportando ideas y actividades.
Vivir el Adviento con las ideas del profeta Baruc, significa nivelar, luchar para que desde lo más cercano a nosotros, se rompan las desigualdades y construyamos una Iglesia, una sociedad de iguales
Cosme Carlos Ríos
Diciembre 05 del 2015




21 de noviembre de 2015

Viva Cristo Rey

Muchos creyentes, sobre todo en el pueblo mexicano, celebran esta fiesta con un sentido triunfalista, pero que no tiene repercusión en la vida diaria.
No nos lleva a un compromiso de lucha contra los graves males sociales, la crisis climática, la crisis alimentaria, el desempleo cada vez mayor, sobre todo en los jóvenes.

Como en todos los escritos apocalípticos, el tema central de estas visiones simbólicas que aparecen en el libro de Daniel, son las diversas etapas de la historia humana y su desenlace final.
El autor quiere mostrar que nada de lo que sucede en el mundo es fruto del azar, sino la realización del designio oculto de Dios, revelado a sus elegidos.
Los Imperios aparecen, luchan entre sí y se suceden unos a otros. Los reyes se atribuyen prerrogativas divinas y pretenden usurpar el lugar de Dios.
Cada nuevo Imperio supera en crueldad al precedente.
Pero Dios dirige el curso de los acontecimientos y va disponiendo misteriosamente los "tiempos y momentos" hacia el establecimiento definitivo de su Reino.
A pesar de la oscuridad que caracteriza a las visiones alegóricas de esta parte, el sentido general de las mismas es bien claro. Los perseguidores  no tendrán la última palabra.
Más allá del creciente auge del mal, se vislumbra la venida misteriosa de un "Hijo de hombre" que trasciende la mera condición humana: a él se le dará "el dominio, la gloria y el reino" y todos lo servirán.
 A esa venida se agrega el anuncio de la resurrección final de los justos, que "brillarán como las estrellas por los siglos de los siglos.
 Así, los sueños de una victoria terrestre y nacional, por medio de la lucha armada, se desvanecen completamente ante la promesa de un mundo transfigurado por el poder de Dios.
Hijo de hombre significa simplemente "hombre" o "ser humano". Pero en este contexto la expresión adquiere un nuevo sentido.
La figura de este "Hijo de hombre" parece ser la personificación del pueblo de los Santos del Altísimo, es decir, de los israelitas fieles a Yahvé el Dios de la liberación
 A ellos, Dios les hará justicia después de las tribulaciones padecidas y los hará entrar en posesión de su Reino.
Más tarde, la figura de este "Hijo de hombre" fue adquiriendo rasgos individuales, hasta identificarse con la persona del Rey mesiánico y del Juez de los últimos tiempos. Jesús usó preferentemente este título para designarse a sí mismo.
A este hijo de hombre le es dado tun reino para que todos los pueblos lo sirvan .un reino que jamás será destruido.
En el evangelio de hoy, Jesús es acusado por los sumos sacerdotes de hacerse pasar por rey y por lo mismo de ser un peligro para el poder del imperio romano.
Pilato le pregunta a Jesús si es el rey de los judíos y después de un intercambio de palabras, Jesús responde que su reino no tiene su origen en este mundo, no es como los de este mundo, que se apoyan en el poder militar, político y económico
El reino de Jesús, como lo podemos ver a lo largo de su trayectoria, es el reno de la justicia y de la misericordia desde una clarísima opción por los pobres.

Celebrar a Jesús como rey, hoy, nos compromete a entender la crisis climática que estamos viviendo en nuestro mundo; nos ayuda el conocer las orientaciones que da el papa Francisco en su Encíclica.
Celebrar a Jesús como rey, hoy, nos compromete a entender la crisis alimentaria, y encontrar los caminos para hacerle frente en forma organizada y con los pies en la tierra
Celebrar a Jesús como rey, hoy, nos compromete a entender el problema del desempleo y a buscar caminos para que las nuevas generaciones tengan oportunidad de una vida digna.

De esta manera vale la pena gritar “Viva Cristo Rey”

Cosme Carlos Ríos

Noviembre 21 del 2015 

19 de noviembre de 2015

CARTA ENCÍCLICA LAUDATO SI’
 DEL SANTO PADRE FRANCISCO
Capítulo V:
Algunas líneas de orientación y acción
 Segunda parte
La previsión del impacto ambiental de los emprendimientos y proyectos requiere procesos políticos transparentes y sujetos al diálogo.
Por el contrario, la corrupción, que esconde el verdadero impacto ambiental de un proyecto a cambio de favores, suele llevar a acuerdos espurios que evitan informar y debatir ampliamente.
Un estudio del impacto ambiental no de­bería ser posterior a la elaboración de un proyec­to productivo o de cualquier política, plan o pro­grama a desarrollarse.
Tiene que insertarse desde el principio y elaborarse de modo interdi­sciplinario, transparente e independiente de toda pre­sión económica o política.
Debe conectarse con el análisis de las condiciones de trabajo y de los posibles efectos en la salud física y mental de las personas, en la economía local, en la seguridad.
Siempre es necesario alcanzar consensos entre los distintos actores sociales, que pueden apor­tar diferentes perspectivas, soluciones y altern­tivas.
Pero en la mesa de discusión deben tener un lugar privilegiado los habitantes locales, quie­nes se preguntan por lo que quieren para ellos y para sus hijos, y pueden considerar los fines que trascienden el interés económico inmediato.
La participación requiere que todos sean adecuada­mente informados de los diversos aspectos y de los diferentes riesgos y posibilidades, y no se re­duce a la decisión inicial sobre un proyecto, sino que implica también acciones de seguimiento o monitorización constante.
 Cuando aparecen eventuales riesgos para el ambiente que afecten al bien común presente y futuro, esta situación exige «que las decisiones se basen en una comparación entre los riesgos y los beneficios hipotéticos que comporta cada deci­sión alternativa posible».
Al­gunos proyectos, no suficientemente analizados, pueden afectar profundamente la calidad de vida de un lugar debido a cuestiones tan diversas entre sí como una contaminación acústica no prevista, la reducción de la amplitud visual, la pérdida de valores culturales, los efectos del uso de energía nuclear.
En toda discusión acerca de un emprendi­miento, una serie de preguntas deberían plantear­se en orden a discernir si aportará a un verdadero desarrollo integral:
 ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿De qué manera? ¿Para quién? ¿Cuáles son los riesgos? ¿A qué costo? ¿Quién paga los costos y cómo lo hará?
En este examen hay cues­tiones que deben tener prioridad.
Si la información objetiva lleva a prever un daño grave e irreversible, aunque no haya una compro­bación indiscutible, cualquier proyecto debería detenerse o modificarse.
En estos casos hay que apor­tar una demostración objetiva y contundente de que la actividad propuesta no va a generar daños graves al ambiente o a quienes lo habitan.
Hay discusiones sobre cuestiones relacio­nadas con el ambiente donde es difícil alcanzar consensos.

La Iglesia no pretende definir las cuestiones científicas ni susti­tuir a la política, pero invito a un debate honesto y transparente, para que las necesidades particu­lares o las ideologías no afecten al bien común.
La política no debe someterse a la econo­mía y ésta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia.
Hoy, pensando en el bien común, necesitamos impe­riosamente que la política y la economía, en diá­logo, se coloquen decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana.

La salva­ción de los bancos a toda costa, haciendo pagar el precio a la población, sin la firme decisión de revisar y reformar el entero sistema, reafirma un dominio absoluto de las finanzas que no tiene futuro y que sólo podrá generar nuevas crisis des­pués de una larga, costosa y aparente curación.
La producción no es siempre racional, y suele estar atada a varia­bles económicas que fijan a los productos un va­lor que no coincide con su valor real.
Eso lleva muchas veces a una sobreproducción de algunas mercancías, con un impacto ambiental innece­sario, que al mismo tiempo perjudica a muchas economías regionales.
Lo que no se afronta con energía es el problema de la economía real, la que hace posi­ble que se diversifique y mejore la producción, que las empresas funcionen adecuadamente, que las pequeñas y medianas empresas se desarrollen y creen empleo.
La protección ambiental no puede asegu­rarse sólo en base al cálculo financiero de costos y beneficios.
El ambiente es uno de esos bienes que los mecanismos del mercado no son capaces de defender o de promover adecuadamente.

Tenemos que conven­cernos de que desacelerar un determinado ritmo de producción y de consumo puede dar lugar a otro modo de progreso y desarrollo.
Los esfuer­zos para un uso sostenible de los recursos natu­rales no son un gasto inútil, sino una inversión que podrá ofrecer otros beneficios económicos a medio plazo.
Se trata de abrir camino a oportunidades diferentes, que no implican detener la creatividad humana y su sueño de progreso, sino orientar esa energía con cauces nuevos.
Un camino de desarrollo productivo más creativo y mejor orientado po­dría corregir el hecho de que haya una inversión tecnológica excesiva para el consumo y poca para resolver problemas pendientes de la humanidad.
Podría generar formas inteligentes y rentables de reutilización, refuncionalización y reciclado; po­dría mejorar la eficiencia energética de las ciuda­des.
La diversificación productiva da amplísimas posibilidades a la inteligencia humana para crear e innovar, a la vez que protege el ambiente y crea más fuentes de trabajo.
Es más indigno, superficial y menos creativo insistir en crear formas de expolio de la naturaleza sólo para ofrecer nuevas posibilidades de consumo y de rédito inmediato.

 Sabemos que es insostenible el comportamien­to de aquellos que consumen y destruyen más y más, mientras otros todavía no pueden vivir de acuerdo con su dignidad humana.
Por eso ha llegado la hora de aceptar cierto decrecimiento en algunas partes del mundo aportando recursos para que se pueda crecer sanamente en otras par­tes.
Para que surjan nuevos modelos de pro­greso, necesitamos « cambiar el modelo de desa­rrollo global », lo cual implica reflexionar res­ponsablemente «sobre el sentido de la economía y su finalidad, para corregir sus disfunciones y distorsiones»
Un desarrollo tecnológico y económico que no deja un mundo mejor y una calidad de vida integral­mente superior no puede considerarse progreso.
Muchas veces la calidad real de la vida de las personas disminuye por el deterioro  del ambiente, la baja calidad de los mismos productos alimenticios o el agotamiento de algunos recursos.
El principio de maximización de la ganan­cia, que tiende a aislarse de toda otra considera­ción, es una distorsión conceptual de la economía
A ellos sólo les importa que aumente la producción, interesa poco que se produzca a costa de los recursos futuros o de la salud del ambiente; si la tala de un bosque au­menta la producción, nadie mide en ese cálculo la pérdida que implica desertificar un territorio, dañar la biodiversidad o aumentar la contamina­ción.
Es decir, las empresas obtienen ganancias calculando y pagando una parte ínfima de los costos.
Es verdad que hoy algu­nos sectores económicos ejercen más poder que los mismos Estados.
Pero no se puede justificar una economía sin política, que sería incapaz de propiciar otra lógica que rija los diversos aspec­tos de la crisis actual.
La lógica que no permite prever una preocupación sincera por el ambiente es la misma que vuelve imprevisible una preo­cupación por integrar a los más frágiles, porque « en el vigente modelo “exitista” y “privatista” no parece tener sentido invertir para que los lentos, débiles o menos dotados puedan abrirse camino en la vida »
Necesitamos una política que piense con visión amplia, y que lleve adelante un replanteo integral, incorporando en un diálogo interdisci­plinario los diversos aspectos de la crisis.
Muchas veces la misma política es responsable de su pro­pio descrédito, por la corrupción y por la falta de buenas políticas públicas.
Si el Estado no cumple su rol en una región, algunos grupos económicos pueden aparecer como benefactores y detentar el poder real, sintiéndose autorizados a no cumplir ciertas normas, hasta dar lugar a diversas formas de criminalidad organizada, trata de personas, narcotráfico y violencia muy difíciles de erra­dicar.

Una es­trategia de cambio real exige repensar la totali­dad de los procesos, ya que no basta con incluir consideraciones ecológicas superficiales mientras no se cuestione la lógica subyacente en la cultura actual.
Los textos religio­sos clásicos pueden ofrecer un significado para todas las épocas, tienen una fuerza motivadora que abre siempre nuevos horizontes.
Cualquier solución técnica que pretendan aportar las ciencias será impoten­te para resolver los graves problemas del mun­do si la humanidad pierde su rumbo, si se olvi­dan las grandes motivaciones que hacen posible la convivencia, el sacrificio, la bondad.
En todo caso, habrá que interpelar a los creyentes a ser coherentes con su propia fe y a no contradecirla con sus acciones, habrá que reclamarles que vuel­van a abrirse a la gracia de Dios y a beber en lo más hondo de sus propias convicciones sobre el amor, la justicia y la paz.
La mayor parte de los habitantes del plane­ta se declaran creyentes, y esto debería provocar a las religiones a entrar en un diálogo entre ellas orientado al cuidado de la naturaleza, a la defensa de los pobres, a la construcción de redes de res­peto y de fraternidad.
 Es imperioso también un diálogo entre las ciencias mismas, porque cada una suele encerrarse en los límites de su propio lenguaje, y la especialización tiende a convertir­se en aislamiento y en absolutización del propio saber.
Esto impide afrontar adecuadamente los problemas del medio ambiente. También se vuel­ve necesario un diálogo abierto y amable entre los diferentes movimientos ecologistas, donde no faltan las luchas ideológicas.

La gravedad de la crisis ecológica nos exige a todos pensar en el bien común y avanzar en un camino de diálogo que requiere paciencia, ascesis y generosidad, re­cordando siempre que « la realidad es superior a la idea ».

12 de noviembre de 2015

CARTA ENCÍCLICA LAUDATO SI’
DEL SANTO PADRE FRANCISCO
Capítulo V: Algunas líneas de orientación y acción
Primera parte
Se ha ido afirmando la tendencia a concebir el planeta como patria y la humanidad como pueblo que habita una casa de todos.
Un mundo interdependiente signi­fica procurar que las soluciones se propongan desde una perspectiva global y no sólo en defensa de los intereses de algunos países.La interdepen­dencia nos obliga a pensar en un solo mundo, en un proyecto común.
Para afrontar los problemas de fondo, es indispensable un consenso mundial que lleve, por ejemplo,
·        a programar una agricultura sostenible y diversi­ficada,
·        a desarrollar formas renovables y poco contaminantes de energía,
·        a fomentar una ma­yor eficiencia energética,
·        a promover una gestión más adecuada de los recursos forestales y mari­nos,
·        a asegurar a todos el acceso al agua potable.
La tecnología basada en com­bustibles fósiles muy contaminantes necesita ser reemplazada progresiva­mente y sin demora.
Sin embargo, en la comunidad internacional no se logran acuerdos suficientes sobre la responsabi­lidad de quienes deben soportar los costos de la transición energética.
Cabe destacar la Cumbre de la Tierra, cele­brada en 1992 en Río de Janeiro. Allí se proclamó que « los seres humanos constituyen el centro de las preocupaciones relacionadas con el desarrollo sostenible
Retomando contenidos de la Declaración de Estocolmo (1972), consagró la coo­peración internacional para cuidar el ecosistema de toda la tierra, la obligación por parte de quien contamina de hacerse cargo económicamente de ello, el deber de evaluar el impacto ambiental de toda obra o proyecto.
Propuso el objetivo de es­tabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera para revertir el ca­lentamiento global.
También elaboró una agenda con un programa de acción y un convenio sobre diversidad biológica, declaró principios en mate­ria forestal.
Si bien aquella cumbre fue verdadera­mente superadora y profética para su época, los acuerdos han tenido un bajo nivel de implemen­tación porque no se establecieron adecuados me­canismos de control, de revisión periódica y de sanción de los incumplimientos.
Los principios enunciados siguen reclamando caminos eficaces y ágiles de ejecución práctica.
Como experiencias positivas se pueden mencionar, por ejemplo, el Convenio de Basilea sobre los desechos peligrosos, con un sistema de notificación, estándares y controles; también la Convención vinculante que regula el comercio internacional de especies amenazadas de fauna y flora silvestre, que incluye misiones de verifi­cación del cumplimiento efectivo.
Gracias a la Convención de Viena para la protección de la capa de ozono y a su implementación median­te el Protocolo de Montreal y sus enmiendas, el problema del adelgazamiento de esa capa parece haber entrado en una fase de solución.


En el cuidado de la diversidad biológica y en lo relacionado con la desertificación, los avan­ces han sido mucho menos significativos.
En lo relacionado con el cambio climático, los avances son lamentablemente muy escasos.
La reducción de gases de efecto invernadero requiere hones­tidad, valentía y responsabilidad, sobre todo de los países más poderosos y más contaminantes.
Las negociaciones internacio­nales no pueden avanzar significativamente por las posiciones de los países que privilegian sus intereses nacionales sobre el bien común global.
Mientras se ela­boraba esta Encíclica, el debate ha adquirido una particular intensidad.
Los creyentes no podemos dejar de pedirle a Dios por el avance positivo en las discusiones actuales, de manera que las gene­raciones futuras no sufran las consecuencias de imprudentes retardos.
Algunas de las estrategias de baja emisión de gases contaminantes buscan la internacionali­zación de los costos ambientales, con el peligro de imponer a los países de menores recursos pe­sados compromisos de reducción de emisiones comparables a los de los países más industrializa­dos.
La imposición de estas medidas perjudica a los países más necesitados de desarrollo.
Dado que los efectos del cambio climático se harán sentir durante mucho tiempo, algunos países con esca­sos recursos necesitarán ayuda para adaptarse a efectos que ya se están produciendo y que afec­tan sus economías.
Sigue siendo cierto que hay responsabilidades comunes pero diferenciadas, sencillamente porque «los países que se han beneficiado por un alto grado de industrialización, a costa de una enorme emisión de gases invernaderos, tie­nen mayor responsabilidad en aportar a la solu­ción de los problemas que han causado».
La estrategia de compraventa de « bonos de carbono » puede dar lugar a una nueva for­ma de especulación, y no servir para reducir la emisión global de gases contaminantes.
Este sis­tema parece ser una solución rápida y fácil, con la apariencia de cierto compromiso con el medio ambiente, pero que de ninguna manera implica un cambio radical a la altura de las circunstancias.
Más bien puede convertirse en un recurso diver­sivo  que permita sostener el sobreconsumo de algunos países y sectores.

Los países pobres necesitan tener como prioridad la erradicación de la miseria y el desa­rrollo social de sus habitantes, aunque deban ana­lizar el nivel escandaloso de consumo de algunos sectores privilegiados de su población y controlar mejor la corrupción.
También es verdad que de­ben desarrollar formas menos contaminantes de producción de energía, pero para ello requieren contar con la ayuda de los países que han creci­do mucho a costa de la contaminación actual del planeta.

Urgen acuerdos internacionales que se cumplan, dada la fragilidad de las instancias loca­les para intervenir de modo eficaz.
Las relaciones entre Estados deben resguardar la soberanía de cada uno, pero también establecer caminos con­sensuados para evitar catástrofes locales que ter­minarían afectando a todos.
Hacen falta marcos regulatorios globales que impongan obligaciones y que impidan acciones intolerables, como el he­cho de que países poderosos expulsen a otros paí­ses residuos e industrias altamente contaminantes.

El creciente problema de los residuos marinos y la protección de las áreas marinas más allá de las fronteras na­cionales continúa planteando un desafío especial.
Necesi­tamos una reacción global más responsable, que implica encarar al mismo tiempo la reducción de la contaminación y el desarrollo de los países y regiones pobres
« Para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y ma­yores desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimen­ticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad política mundial.
En esta perspectiva, la diplomacia adquiere una importancia inédita, en orden a promover estrategias internacionales que se anticipen a los problemas más graves que termi­nan afectando a todos.
Las cuestiones relacionadas con el ambiente y con el desarrollo económico ya no se pueden plantear sólo desde las diferencias entre los países, sino que requieren prestar aten­ción a las políticas nacionales y locales.

Ante la posibilidad de una utilización irres­ponsable de las capacidades humanas, son fun­ciones impostergables de cada Estado planificar, coordinar, vigilar y sancionar dentro de su propio territorio.
Los límites que debe imponer una sociedad sana, madura y soberana se asocian con: previsión y precaución, regulaciones adecuadas, vigilancia de la aplicación de las normas, control de la corrupción, acciones de control operativo sobre los efectos emergentes no deseados de los procesos productivos, e intervención oportuna ante riesgos inciertos o potenciales.
El marco político e institu­cional no existe sólo para evitar malas prácticas, sino también para alentar las mejores prácticas, para estimular la creatividad que busca nuevos caminos, para facilitar las iniciativas personales y colectivas.
El drama del inmediatismo político, soste­nido también por poblaciones consumistas, pro­voca la necesidad de producir crecimiento a cor­to plazo.
Respondiendo a intereses electorales, los gobiernos no se exponen fácilmente a irritar a la población con medidas que puedan afectar al nivel de consumo o poner en riesgo inversio­nes extranjeras.
La miopía de la construcción de poder detiene la integración de la agenda am­biental con mirada amplia en la agenda pública de los gobiernos.

En algunos lugares, se están desarrollan­do cooperativas para la explotación de energías renovables que permiten el autoabastecimiento local e incluso la venta de excedentes.
Este sen­cillo ejemplo indica que, mientras el orden mun­dial existente se muestra impotente para asumir responsabilidades, la instancia local puede hacer una diferencia.
 Pues allí se puede generar una mayor responsabilidad, un fuerte sentido comu­nitario, una especial capacidad de cuidado y una creatividad más generosa, un entrañable amor a la propia tierra, así como se piensa en lo que se deja a los hijos y a los nietos.

La sociedad, a través de organismos no gu­bernamentales y asociaciones intermedias, debe obligar a los gobiernos a desarrollar normativas, procedimientos y controles más rigurosos.
Si los ciudadanos no controlan al poder político –na­cional, regional y municipal–, tampoco es posi­ble un control de los daños ambientales.
En los ámbitos nacionales y locales siempre hay mucho por hacer, como pro­mover las formas de ahorro de energía.
Esto im­plica favorecer formas de producción industrial con máxima eficiencia energética y menos canti­dad de materia prima, quitando del mercado los productos que son poco eficaces desde el punto de vista energético o que son más contaminantes.
También podemos mencionar una buena gestión del transporte o formas de construcción y de sa­neamiento de edificios que reduzcan su consumo energético y su nivel de contaminación.

Es posible alentar el mejoramiento agrícola de regio­nes pobres mediante inversiones en infraestructu­ras rurales, en la organización del mercado local o nacional, en sistemas de riego, en el desarrollo de técnicas agrícolas sostenibles.
Se pueden facilitar formas de cooperación o de organización comu­nitaria que defiendan los intereses de los pequeños productores y preserven los ecosistemas locales de la depredación.
Es indispensable la continuidad, porque no se pueden modificar las políticas relaciona­das con el cambio climático y la protección del ambiente cada vez que cambia un gobierno.


Los mejores mecanismos terminan sucumbiendo cuando faltan los grandes fines, los valores, una comprensión humanista y rica de sentido que otorguen a cada sociedad una orientación noble y generosa.