CARTA ENCÍCLICA LAUDATO SI’
DEL SANTO PADRE FRANCISCO
Capítulo V: Algunas líneas de orientación y
acción
Primera parte
Se ha ido afirmando
la tendencia a concebir el planeta como patria y la humanidad como pueblo que
habita una casa de todos.
Un mundo
interdependiente significa procurar que las soluciones se propongan desde una
perspectiva global y no sólo en defensa de los intereses de algunos países.La
interdependencia nos obliga a pensar en un solo mundo, en un proyecto
común.
Para afrontar los
problemas de fondo, es indispensable un consenso mundial que lleve, por
ejemplo,
·
a
programar una agricultura sostenible y diversificada,
·
a
desarrollar formas renovables y poco contaminantes de energía,
·
a
fomentar una mayor eficiencia energética,
·
a
promover una gestión más adecuada de los recursos forestales y marinos,
·
a
asegurar a todos el acceso al agua potable.
La tecnología basada
en combustibles fósiles muy contaminantes necesita ser reemplazada progresivamente
y sin demora.
Sin embargo, en la
comunidad internacional no se logran acuerdos suficientes sobre la responsabilidad
de quienes deben soportar los costos de la transición energética.
Cabe destacar la
Cumbre de la Tierra, celebrada en 1992 en Río de Janeiro. Allí se proclamó que
« los seres humanos constituyen el centro de las preocupaciones relacionadas
con el desarrollo sostenible
Retomando contenidos
de la Declaración de Estocolmo (1972),
consagró la cooperación internacional para cuidar el ecosistema de toda la
tierra, la obligación por parte de
quien contamina de hacerse cargo económicamente de ello, el deber de evaluar el impacto ambiental de
toda obra o proyecto.
Propuso el objetivo
de estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la
atmósfera para revertir el calentamiento global.
También elaboró una
agenda con un programa de acción y un convenio sobre diversidad biológica,
declaró principios en materia forestal.
Si bien aquella
cumbre fue verdaderamente superadora y profética para su época, los acuerdos
han tenido un bajo nivel de implementación porque no se establecieron
adecuados mecanismos de control, de revisión periódica y de sanción de los
incumplimientos.
Los principios
enunciados siguen reclamando caminos eficaces y ágiles de ejecución práctica.
Como experiencias
positivas se pueden mencionar, por ejemplo, el Convenio de Basilea sobre los
desechos peligrosos, con un sistema de notificación, estándares y controles;
también la Convención vinculante que regula el comercio internacional de
especies amenazadas de fauna y flora silvestre, que incluye misiones de verificación
del cumplimiento efectivo.
Gracias a la
Convención de Viena para la protección de la capa de ozono y a su
implementación mediante el Protocolo de Montreal y sus enmiendas, el problema
del adelgazamiento de esa capa parece haber entrado en una fase de solución.
En el
cuidado de la diversidad biológica y en lo relacionado con la desertificación,
los avances han sido mucho menos significativos.
En lo
relacionado con el cambio climático, los avances son lamentablemente muy
escasos.
La
reducción de gases de efecto invernadero requiere honestidad, valentía y
responsabilidad, sobre todo de los países más poderosos y más contaminantes.
Las negociaciones
internacionales no pueden avanzar significativamente por las posiciones de los
países que privilegian sus intereses nacionales sobre el bien común global.
Mientras
se elaboraba esta Encíclica, el debate ha adquirido una particular intensidad.
Los
creyentes no podemos dejar de pedirle a Dios por el avance positivo en las
discusiones actuales, de manera que las generaciones futuras no sufran las
consecuencias de imprudentes retardos.
Algunas
de las estrategias de baja emisión de gases contaminantes buscan la
internacionalización de los costos ambientales, con el peligro de imponer a
los países de menores recursos pesados compromisos de reducción de emisiones
comparables a los de los países más industrializados.
La imposición de
estas medidas perjudica a los países más necesitados de desarrollo.
Dado que los efectos
del cambio climático se harán sentir durante mucho tiempo, algunos países con
escasos recursos necesitarán ayuda para adaptarse a efectos que ya se están
produciendo y que afectan sus economías.
Sigue siendo cierto
que hay responsabilidades comunes pero diferenciadas, sencillamente porque «los
países que se han beneficiado por un alto grado de industrialización, a costa
de una enorme emisión de gases invernaderos, tienen mayor responsabilidad en
aportar a la solución de los problemas que han causado».
La estrategia de
compraventa de « bonos de carbono » puede dar lugar a una nueva forma de
especulación, y no servir para reducir la emisión global de gases
contaminantes.
Este sistema parece
ser una solución rápida y fácil, con la apariencia de cierto compromiso con el
medio ambiente, pero que de ninguna manera implica un cambio radical a la
altura de las circunstancias.
Más bien puede
convertirse en un recurso diversivo que
permita sostener el sobreconsumo de algunos países y sectores.
Los países pobres
necesitan tener como prioridad la erradicación de la miseria y el desarrollo
social de sus habitantes, aunque deban analizar el nivel escandaloso de
consumo de algunos sectores privilegiados de su población y controlar mejor la
corrupción.
También es verdad que
deben desarrollar formas menos contaminantes de producción de energía, pero
para ello requieren contar con la ayuda de los países que han crecido mucho a
costa de la contaminación actual del planeta.
Urgen acuerdos
internacionales que se cumplan, dada la fragilidad de las instancias locales
para intervenir de modo eficaz.
Las relaciones entre
Estados deben resguardar la soberanía de cada uno, pero también establecer
caminos consensuados para evitar catástrofes locales que terminarían
afectando a todos.
Hacen falta marcos
regulatorios globales que impongan obligaciones y que impidan acciones
intolerables, como el hecho de que países poderosos expulsen a otros países
residuos e industrias altamente contaminantes.
El creciente problema
de los residuos marinos y la protección de las áreas marinas más allá de las
fronteras nacionales continúa planteando un desafío especial.
Necesitamos una
reacción global más responsable, que implica encarar al mismo tiempo la
reducción de la contaminación y el desarrollo de los países y regiones pobres
« Para gobernar la
economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para
prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios consiguientes, para lograr
un oportuno desarme integral, la seguridad alimenticia y la paz, para
garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera
Autoridad política mundial.
En esta perspectiva,
la diplomacia adquiere una importancia inédita, en orden a promover estrategias
internacionales que se anticipen a los problemas más graves que terminan
afectando a todos.
Las cuestiones
relacionadas con el ambiente y con el desarrollo económico ya no se pueden
plantear sólo desde las diferencias entre los
países, sino que requieren prestar atención a las políticas nacionales y
locales.
Ante la posibilidad
de una utilización irresponsable de las capacidades humanas, son funciones impostergables
de cada Estado planificar, coordinar, vigilar y sancionar dentro de su propio
territorio.
Los límites que debe
imponer una sociedad sana, madura y soberana se asocian con: previsión y
precaución, regulaciones adecuadas, vigilancia de la aplicación de las normas,
control de la corrupción, acciones de control operativo sobre los efectos
emergentes no deseados de los procesos productivos, e intervención oportuna
ante riesgos inciertos o potenciales.
El marco político e
institucional no existe sólo para evitar malas prácticas, sino también para
alentar las mejores prácticas, para estimular la creatividad que busca nuevos
caminos, para facilitar las iniciativas personales y colectivas.
El drama del
inmediatismo político, sostenido también por poblaciones consumistas, provoca
la necesidad de producir crecimiento a corto plazo.
Respondiendo a
intereses electorales, los gobiernos no se exponen fácilmente a irritar a la
población con medidas que puedan afectar al nivel de consumo o poner en riesgo
inversiones extranjeras.
La miopía de la
construcción de poder detiene la integración de la agenda ambiental con mirada
amplia en la agenda pública de los gobiernos.
En algunos lugares,
se están desarrollando cooperativas para la explotación de energías renovables
que permiten el autoabastecimiento local e incluso la venta de excedentes.
Este sencillo
ejemplo indica que, mientras el orden mundial existente se muestra impotente
para asumir responsabilidades, la instancia local puede hacer una diferencia.
Pues allí se puede generar una mayor
responsabilidad, un fuerte sentido comunitario, una especial capacidad de
cuidado y una creatividad más generosa, un entrañable amor a la propia tierra,
así como se piensa en lo que se deja a los hijos y a los nietos.
La sociedad, a través
de organismos no gubernamentales y asociaciones intermedias, debe obligar a
los gobiernos a desarrollar normativas, procedimientos y controles más
rigurosos.
Si los ciudadanos no controlan al poder político –nacional,
regional y municipal–, tampoco es posible un control de los daños ambientales.
En los ámbitos
nacionales y locales siempre hay mucho por hacer, como promover las formas de
ahorro de energía.
Esto implica
favorecer formas de producción industrial con máxima eficiencia energética y
menos cantidad de materia prima, quitando del mercado los productos que son
poco eficaces desde el punto de vista energético o que son más contaminantes.
También podemos
mencionar una buena gestión del transporte o formas de construcción y de saneamiento
de edificios que reduzcan su consumo energético y su nivel de contaminación.
Es posible alentar el
mejoramiento agrícola de regiones pobres mediante inversiones en infraestructuras
rurales, en la organización del mercado local o nacional, en sistemas de riego,
en el desarrollo de técnicas agrícolas sostenibles.
Se pueden facilitar
formas de cooperación o de organización comunitaria que defiendan los
intereses de los pequeños productores y preserven los ecosistemas locales de la
depredación.
Es indispensable la
continuidad, porque no se pueden modificar las políticas relacionadas con el
cambio climático y la protección del ambiente cada vez que cambia un gobierno.
Los mejores
mecanismos terminan sucumbiendo cuando faltan los grandes fines, los valores,
una comprensión humanista y rica de sentido que otorguen a cada sociedad una
orientación noble y generosa.
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