31 de diciembre de 2015

La paz, don de Dios y tarea del hombre
Vence la indiferencia, construye la paz

La indiferencia de nuestro siglo, es a menudo, vinculada a diversas formas de individualismo que producen aislamiento, ignorancia, egoísmo y, esto lleva al desinterés”.
El aumento de las informaciones, de por sí, no es sinónimo de aumento de atención a los problemas, si no es acompañado de una apertura de las conciencias en sentido solidario.

·                        El libro de los Números, indica cómo deberá ser bendecido el pueblo: «El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz.»
La paz, el resumen de todos los bienes que puede desear un hombre, el conjunto de todos los beneficios que puede el hombre recibir de Dios, la meta última de todo lo que Dios está haciendo por su pueblo
El pueblo de Israel tendrá que completar un largo proceso que empezó con la salida de Egipto y la liberación de la esclavitud, llegar a la tierra que Dios le va a entregar, organizar una sociedad en la que nadie sea esclavo de nadie y establecer unas relaciones de amistad con sus vecinos.
La paz es, por tanto, la meta; pero en nombre de la paz no se puede eludir el proceso: para llegar a la meta no hay más remedio que recorrer todo el camino.
El fin último no es la liberación, sino la paz, pero la paz es incompatible con la opresión y la injusticia.
·                        En la organización patriarcal de la familia, vigente en la Palestina de los tiempos de Jesús, convivían en la misma casa, en la casa del padre, tanto los hijos como los siervos.
Todos estaban sometidos a la autoridad del padre, pero mientras unos, los hijos, eran considerados hombres libres, otros, los siervos, tenían un grado de libertad prácticamente inexistente.
El paso de una situación a otra coincide con la adopción de la fe cristiana, con el don del Espíritu, con la participación de María y el hecho de  ser recibidos como hijos en la casa del Padre Dios.
El Espíritu, recibido y aceptado libremente, convierte al hombre en hijo de Dios, llevando así a término la tarea de Jesús: «rescatar a los que estaban sometidos a la Ley, para que recibiéramos la condición de hijos».
Pablo quiere subrayar que esta tarea quiso realizarla el Padre, desde abajo, haciéndose presente, en un hombre, en el mundo de los hombres.
Jesús no fue un dios disfrazado de hombre: la suya era carne nacida de una mujer, de una mujer pobre y sencilla, en la que se fijó de manera especial la mirada de Dios, centrando en ella el cumplimiento de todas las promesas del Señor a su pueblo.
Ella fue una mujer que, como todos los seres humanos, tuvo que someterse a un proceso, a veces difícil, con momentos de especial dureza, para ir alcanzando con la plenitud de la fe, su propia liberación, para ir incorporando a su papel de madre su vocación de hermana.
· El Evangelio nos cuenta que los marginados, espoleados por la noticia del ángel, van derechos al objetivo: quieren comprobar con sus propios ojos que su sueño se ha hecho realidad
Van a toda prisa y encuentran a María y a José, y al niño recostado en el pesebre.
Dan con una pequeña comunidad familiar, descrita como toda comunidad bien constituida, con tres personajes.
Se trata de un grupo humano real, con funciones bien diferenciadas: María, la madre,; José, el padre, el niño  recostado en un pesebre, impotente, tan marginado como los mismos pastores.
Es el inicio de un cambio de valores que hará historia.

Celebrar a María, hoy, desde la misericordia de Jesús, significa hacernos sensibles  y reaccionar con hechos y palabras, ante el dolor de las mujeres, de modo especial, las abandonadas, las madres solteras, las que se prostituyen, las migrantes.
Celebrar un año nuevo nos compromete a mirar adelante, trazarnos metas importantes pero que podamos alcanzar con pequeños pasos que no se detienen; s Señalarnos esos pasos.
Construir la paz nos compromete a interesarnos y reaccionar en torno a toda clase de injusticia de carácter local, nacional y mundial, sobre todo las que más dañan la vida y la dignidad de la persona.
Construir la paz nos compromete a educarnos día con día en los caminos que la construyen: El respeto, el diálogo y la colaboración en todos los espacios en que nos movemos.
Feliz año nuevo en el que, todos seamos constructores de la paz.

Diciembre 31 del 2015
Cosme Carlos Ríos



26 de diciembre de 2015

Familias que se integran a partir del encuentro con Dios

Una de los problemas que, hoy más aquejan a la familia, es la desintegración familiar, porque cada uno vive en su mundo, y porque somos muy poco tolerantes con los demás.
A diferencia de la forma en que las familias antiguas participaban en la vida religiosa, hoy es marcada la ausencia de los varones en el culto.

El libro de Samuel del que tomamos la primera lectura de hoy, abarca un amplio e importante período de la historia de Israel. Es el que transcurre entre el fin de la época de los Jueces y los últimos años del reinado de David, o sea, entre el 1050 y el 970 a. C.
Israel vive en este tiempo una difícil etapa de transición, que determina el paso del régimen tribal a la instauración de un estado monárquico.
Aquí se nos descubre la obra de Dios en el corazón de los hombres y la manera como éstos cooperan al reino de Dios. El tema central del libro es el advenimiento de la monarquía bajo la guía de Samuel como juez y profeta.
La historia de Samuel, el primero de los grandes profetas que dejaron una huella indeleble en la vida de Israel, comienza con el relato de su nacimiento, su infancia y su vocación profética.
La tradición bíblica nos da de Samuel una imagen con muchos aspectos, ya que lo presenta ejerciendo las funciones de "juez", de sacerdote, de vidente y de profeta.
Su acción se desarrolla en una época de profunda transformación social, cuando ya las viejas instituciones israelitas no ofrecen una respuesta válida a la crisis provocada por el desafío filisteo.
Se nos habla de su nacimiento y en esta ocasión de su consagración a Dios. Toda la familia de Ana sube al santuario. 
Al hablar de destetar, cabe suponer que tenía Samuel de tres a cuatro años. Junto con el niño, ofreció la familia un toro de tres años, 36 litros de harina y un odre de vino.
Él niño es presentado a Helí. Puesto que Dios se lo ha regalado, quiere Ana que quede como propiedad de Yahvé, sirviéndole en el santuario.
Esta religiosidad practicada en familia, que consagra los hijos para que colaboren en el plan de Dios, es modelo para nuestras familias de hoy.

El clima religioso en que creció Jesús, era el de la piedad propia del primer testamento. Parte importante de ésta eran las peregrinaciones al templo.
La fiesta pascual de los ácimos duraba siete días. La vuelta sólo se podía emprender pasado el segundo día de la fiesta; la sagrada familia se quedó allí la semana entera.
Al final emprendieron la vuelta María y José. Se viajaba en una caravana. La fila no era compacta: iba dividida en grupos de parientes y conocidos. Esta manera de peregrinar juntos aumentaba la seguridad y daba a la vez cierta libertad de movimientos
Ellos, no se dieron cuenta de la ausencia de Jesús hasta que transcurrió el primer día de viaje. Un niño de doce años en Oriente tiene gran libertad de movimientos. Era natural que fuese entre alguno de los grupos, un poco desordenados y distanciados de la caravana.
Se nos presenta a María y a José como una familia profundamente religiosa y observante, y también como una familia unida, puesto que viajan juntos, a pesar de que María no estaba obligada participar en la peregrinación.

Ser familia como la de Ana, que da mucha importancia al culto, a la consagración de los hijos a Dios, implica para nosotros, descubrir en el culto a un Dios de vida, de libertad que nos hizo iguales en dignidad.
Ser familia como la de Nazaret, implica para nuestras familias, caminar juntos, buscar juntos, escuchar juntos los planes del Padre que es amor y misericordia.
Ser familias, como la de Nazaret implica para nosotros buscar los caminos que humanizan nuestras relaciones, mediante el respeto mutuo, el diálogo y la colaboración.

Diciembre 26 del 2015
Cosme Carlos Ríos




19 de diciembre de 2015

Dios emplea medios pequeños

Es raro ver que en las actividades pastorales de cualquier grupo religioso, se tome en cuenta a los niños, a los ancianos o a las personas que vienen de nuestros pequeños pueblos y  a nuestros campesinos.
Por lo general, las mujeres son muy activas en casi todas las actividades, pero, poco las vemos participar en la planeación y en la toma de decisiones.

El primer libro de Samuel nos dice que después de que Dios ha rechazado a Saúl, envía a Samuel, a Belén, a la casa de Isaí, para elegir de entre sus hijos al nuevo rey.
Isaí  le va presentando a  Samuel a sus hijos, pero, a pesar de que varios tienen buena apariencia, ninguno es el elegido por Dios.
Samuel le pregunta que si ya no tiene más hijos e Isaí le responde que falta el más pequeño que está cuidando las ovejas, Samuel lo manda llamar  y lo unge en presencia de sus hermanos
En la tradición de Israel, David, a pesar de sus pecados,  aparece como el rey ideal, el hombre profundamente religioso, el que lucha por su pueblo y el que no lo explotó con tributos.
El profeta Miqueas, es un profeta pequeño, en comparación con su contemporáneo el profeta Isaías (El libro de Miqueas tiene apenas 7 capítulos frente a los 66 que comprende el libro de Isaías).
Este pequeño profeta campesino, de Moresét Gat, contrapone dos situaciones: una de crisis, en que se halla Judá, amenazada por los asirios, y otra de liberación por efecto de un misterioso Libertador.
Judá no debe desfallecer al verse rodeada de enemigos, sino que debe resistir, porque al fin saldrá victoriosa.
La crisis es momentánea, porque Yahvé hará surgir un líder victorioso que será el libertador de sus compatriotas, el cual saldrá de este reino de Judá ahora en peligro de desaparecer.
La salvación de Dios vendrá, no desde la capital, ni desde una gran príncipe o general, sino de la pequeña Belén, que está a unos 10 kilómetros, y vendrá desde un recién nacido.
Casi nunca la historia nos narra los acontecimientos simples y sencillos de los pobres. Pero en el Evangelio de hoy encontramos una excepción.
Lucas no se ha dejado arrastrar por la tendencia a resaltar las obras de los grandes y poderosos de la tierra; él ha querido mostrar los detalles simples de una realidad que aparentemente no tiene ningún puesto en el desarrollo histórico de una sociedad que sólo considera importante lo que hacen los grandes, los de renombre, los que se creen a sí mismos los únicos protagonistas de la historia.
Aquí, el protagonismo, es de un par de mujeres, personajes ya de por sí devaluados en una sociedad machista, patriarcal, dos niños que aún sin nacer ya están llamando la atención del autor, y el Espíritu Santo, que llena de gozo a Isabel para bendecir a su parienta María y al fruto de su vientre y para cantar las grandezas del Señor.
María e Isabel, personajes que no cuentan mucho en la sociedad, se encuentran, y este encuentro, es la ocasión para que Lucas establezca, una enseñanza sobre la manera cómo Dios actúa en la historia humana y a través de qué tipo de personas actúa; eso es, en el fondo lo que proclama Isabel en las palabras que dirige a María.
Para realizar sus planes de salvación, Dios se vale de la pequeña y olvidada Belén: De allí surgirá el pastor de Israel.
Para el nacimiento del precursor y para el nacimiento del Mesías, Dios se vale de dos mujeres que poco cuentan en su sociedad, una, demasiado joven, la otra una persona de avanzada edad.

Actuar con los criterios de Dios, que valora a la pequeña Belén, implica para nosotros, valorar de manera a las personas de nuestros pueblos pequeños, sobre todo a los campesinos
 Actuar con los criterios de Dios que se vale de una jovencita y de una mujer de avanzada edad para el nacimiento del Salvador y del Precursor, implica para nosotros, incluir a la mujer de cualquier edad en la planeación de nuestras actividades pastorales y sobre todo en las decisiones.
Actuar con los criterios de Dios implica para nosotros valorar de manera efectiva a los niños y a los ancianos, e integrarlos activamente en nuestras actividades.

Feliz Navidad
Diciembre 19 del 2015
Cosme Carlos Ríos





12 de diciembre de 2015

El Señor está cerca, alegrémonos

Nuestra sociedad se prepara para celebrar la Navidad, pero entre  nosotros resalta el individualismo, la competitividad, el aspecto comercial, el exceso en el comer y en el beber.
No aprovechamos este tiempo para integrarnos más, para construir la armonía entre las personas y los demás seres humanos.

El texto del profeta Sofonías nos habla de un tiempo poco antes del reinado de Josías. El país se hallaba sumido en la mayor miseria moral y hacía tiempo se dejaba sentir la amenaza de Asiria.
Sofonías, testigo de los grandes pecados de Israel y del duro castigo con que Dios va a purificar a su pueblo, preanuncia la restauración y redención que Dios va a obrar. A los beneficiarios de ella, los llama el “resto”. Con este “resto” creará Dios un pueblo nuevo.
Al final de su libro Sofonías vislumbra algunas luces de esperanza: el rey Josías se presenta como un gran reformador y Asiria parece aflojar por el momento su cerco.
Es la ocasión para anunciar días mejores para Jerusalén, e invitar a la alegría a través de una gran fiesta en la que todo serán danzas, alegría y regocijo.
 Ahora ya no es Israel el que se goza en el Señor; es el mismo Señor quien se goza con su nuevo pueblo. Es como el “esposo” que se goza en la “esposa”.
Muchas veces en los profetas la “Alianza” es presentada como “Desposorio”: “Yahvé, tu Dios, está en medio de ti; exulta de gozo por ti y se complace en ti; te ama y se alegra con júbilo; hace fiesta por ti”.
Los textos de la liturgia de hoy nos invitan a la alegría. Ese es el modo de esperar al Señor: la auténtica alegría del pueblo de Dios es Cristo, el Mesías largo tiempo esperado.
El pasaje de Lucas nos habla del testimonio de Juan Bautista, el precursor. Su predicación impresiona al pueblo, la gente se acerca para preguntarle: “¿Qué debemos hacer?”.
Es una prueba de que han comprendido el mensaje, perciben que el bautismo de Juan exige un comportamiento. La respuesta llega enseguida: compartan lo que tengan: vestido, comida, etc.
No se pregunta lo que hay que pensar, ni siquiera lo que hay que creer. El Evangelio pretende que el oyente de la Palabra de Dios se convierta, es decir, que su conducta y su comportamiento estén de acuerdo con la justicia que exige el Reino.
La buena noticia entraña una exigencia nítida: los que tienen bienes o poder deben compartirlos con los que no tienen nada, o son más débiles.

Vivir la alegría del Adviento significa recordar que nos estamos preparando para celebrar al Emmanuel (Dios con nosotros)
Vivir la alegría del Adviento significa para nosotros abrir los ojos y vislumbrar la esperanza en aquellos que construyen la justicia y la hermandad por ejemplo en la lucha de la Hermana Consuelo Morales, acompañando a las víctimas de los desaparecidos.
Igualmente en los esfuerzos del Padre Chemita y su defensa de los ejidatarios del poblado San Juan, Cadereyta, su lucha contra la contaminación ambiental.
Vivir el Adviento significa también, abrir los ojos y descubrir la esperanza en todos aquellos que, desde lo pequeño luchan para construir un mundo mejor

Diciembre 12 del 2015
Cosme Carlos Ríos


5 de diciembre de 2015

Despojarnos de la apatía y de los liderazgos protagónicos

Es frecuente que los creyentes veamos a Dios como el Señor que manda y que castiga y por ello vivimos con temor, con apatía y desesperanza.
Construímos una sociedad de desigualdades por motivos de edad, de sexo, de raza o de religión.
Favorecemos liderazgos protagónicos individuales, y con ello dejamos poco espacio para que la mayoría de la gente tome conciencia de los problemas y de su responsabilidad y participe, aportando libremente sus ideas y sus acciones

 El tiempo de adviento es tiempo de esperanza y de apertura al cambio: cambio de vestido y de nombre, cambio de camino. Cambiar, para que todos puedan ver la salvación de Dios.
En un bello poema Baruc canta con fe jubilosa la hora en que el Eterno va a cumplir las promesas mesiánicas, va a crear la nueva Jerusalén, va a dar su salvación.
Los “vestidos de duelo” son expresión visible del dolor familiar, el “vestido de fiesta” es expresión de alegría y paz, y el cambio de ropas es manifestación del cambio de situación.
El “vestido nuevo” es indicio de bendición, de fiesta: Israel en el exilio está “vestida de sayal” pero su situación cambiará, su vestido es un “manto de justicia”, las “galas de la gloria de Dios”. 
Jerusalén es presentada como una “Madre” enlutada por sus hijos expatriados. Dios regala a Sión, su esposa, la salvación como manto regio, le ciñe como diadema la “Gloria” del Eterno.
La Madre desolada que vio partir a sus hijos, esclavos y encadenados, los va a ver retornar libres y festejados como un rey cuando va a tomar posesión de su trono.
Le da un nombre nuevo simbólico: “Paz de Justicia-Gloria de Misericordia”; es decir, Ciudad-Paz por la salvación recibida de Dios. Ciudad-Gloria por el amor misericordioso que le tiene Dios.
Haciéndose eco de los profetas del destierro, Baruc dice una palabra consoladora a un pueblo que pasa dificultad: “El Señor se acuerda de ti”.
El Dios fiel no se olvida de Jerusalén, su esposa, que es invitada ahora a despojarse del luto y vestir “las galas perpetuas de la Gloria que Dios te da”. Es la salvación que Dios ofrece para los que ama, de los que se acuerda en su amor.
Juan el Bautista aparece fuera del control del poder opresor de Tiberio, de Poncio Pilatos, de Lisanias, de Herodes, y los otros poderes y aparece en el desierto.
Hablar del desierto recuerda a los israelitas las acciones del Dios liberador, especialmente la salida de Egipto; les trae a la memoria el proceso que los llevó a constituirse en un pueblo de hombres libres y el tiempo en el que sus relaciones con Dios tuvieron su mejor momento.
Allí recibe Juan el encargo de preparar al pueblo para un nuevo éxodo, una nueva intervención liberadora del Dios de Israel.
Para explicar cuál es la misión de Juan, Lucas utiliza las mismas palabras con las que en el libro de Isaías, se anuncia el final del destierro de Babilonia.
Juan realiza aquí la misma misión que llevó a cabo el antiguo profeta: anunciar que Dios va a intervenir de nuevo, que su intervención será nuevamente liberadora y que hay que estar preparados para beneficiarse de la acción de Dios.
Y puesto que la tarea de Juan es preparar la misión de Jesús, nos da la clave fundamental para entender el resto del evangelio: la misión de Jesús consiste en realizar un nuevo éxodo, en comenzar un nuevo proceso de liberación que ya no es sólo para un pueblo, sino para toda la humanidad.

Vivir el Adviento con las ideas del profeta Baruc, significa despojarnos de apatía, de las desigualdades y de los liderazgos protagónicos individuales o de pequeños grupos.
Vivir el Adviento con las ideas del profeta Baruc, significa cambiar promoviendo liderazgos comunitarios que ayuden a todos a tomar conciencia de la situación, que favorezcan la participación, aportando ideas y actividades.
Vivir el Adviento con las ideas del profeta Baruc, significa nivelar, luchar para que desde lo más cercano a nosotros, se rompan las desigualdades y construyamos una Iglesia, una sociedad de iguales
Cosme Carlos Ríos
Diciembre 05 del 2015