31 de octubre de 2015

Vivir la santidad como ciudadanos conscientes y responsables

Estamos acostumbrados a ver a los santos como los superhéroes de la fe y por eso, el resto de los cristianos nos abstenemos de buscar la santidad.
Por otra parte, la Iglesia nos presenta una serie de modelos de santidad, pero para lograr estar en esa lista se requiere un proceso largo y complicado, que sólo pueden llevar a término, instituciones con muchos recursos

Tomamos la primera lectura de hoy del libro del Apocalipsis. Este libro fue escrito cerca del año 100 d. C. y se escribió para fortalecer en la fé y la esperanza, a cristianos perseguidos por seguir a Jesús y luchar en contra de la idolatría y del imperialismo romano.
El libro utiliza imágenes conocidas por los destinatarios, pero desconocidas para el resto. Las imágenes de terror expresan la situación que está viviendo el pueblo, mientras que las otras animan a continuar la lucha y la fidelidad
Hoy vemos la imagen del Cordero y de los 144, 000 con vestiduras blancas y palmas en la mano. El Cordero es la imagen de Jesús, muerto y resucitado.
El número 144, 000 es un número simbólico que representa la plenitud, se forma, multiplicando 12 por 12 por 1000 y representa a todos los que murieron y están en la presencia de Dios.
El ángel explica que los que llevan vestiduras blancas son los que vienen de la gran tribulación y han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero.
Lavar significa deshacerse de lo sucio, por ello estas personas se han deshecho de las ambiciones, injusticias, envidias, violencia etc.,  y por ello comparten la vida de Jesús.
Ellos, como Jesús, han derramado su sangre por la causa del Reino: un mundo de amor, de Justicia, de paz, de verdad; por eso están a su lado y le rinden honor.
Como ellos, el cristiano de hoy, tiene que purificarse, limpiarse de egoísmo, injusticias, ambiciones, violencia y buscar la santidad en el seguimiento de Jesucristo, luchando por un mundo fraterno, sin injusticias, donde se respeta la dignidad y los derechos de todos.
La beatificación de Don Oscar Arnulfo Romero nos muestra un camino nuevo para lograr la santidad: “Ser voz de los sin voz”, escuchar y defender la vida del pueblo con hechos.
El evangelio nos habla de las bienaventuranzas, según san Mateo.
Si nos fijamos, la promesa que se hace en la primera y en la octava, está en presente “El reino de los cielos les pertenece”, mientras que en las otras seis la promesa está en futuro.
Para evitar malentender la pobreza, lo más simple es entenderla como la vivió Jesús, que puede decir:Las zorras tienen madrigueras, las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza”
Las otras bienaventuranzas señalan caminos ciertos para alcanzar la santidad, para vivir como Dios quiere: Los que practican la mansedumbre, que evitan ser agresivos.
Dios ofrece su consuelo a los que sufren y lloran. Dios ve con agrado y sacia a todos aquellos que tienen anhelos de justica y tendrá misericordia de los que practican la misericordia. Dios recompensa a los limpios de corazón y los que construyen la paz.

Ser santos hoy, antes que nada, implica para nosotros, vivir la misericordia, tomando en cuenta que Jesús es el rostro misericordioso del Padre, y esto exige estar atentos a los distintos grupos que viven en la miseria.
Ser santos hoy,  implica para nosotros, una lucha incansable por la dignidad, la voz y los derechos de todas las personas, de todos los grupos, de todos los pueblos.
Ser santos hoy, implica para nosotros, ser constructores de paz con justica, en la casa, en la calle, en la escuela, en el trabajo, en la vida pública
Ser santos hoy, implica para nosotros, ser ciudadanos conscientes y responsables que respetan y exigen respeto a su dignidad y a sus derechos; personas que cumplen con su responsabilidad de construir un pueblo mejor.
Ser santos hoy,  implica para nosotros como ciudadanos, trabajar por el bien de nuestro pueblo, en lo económico, en lo ecológico, en el cuidado de nuestras calles y plazas y en el respeto para todos.
Octubre 31 del 2015

Cosme Carlos Ríos

24 de octubre de 2015

Veamos y honremos al Padre en los hermanos

Hay muchas personas que reconocen y honran a Dios como Padre mediante el culto religioso, pero no logran ver a Dios en los hermanos, los demás hijos del Padre.
Por ello consideran que la economía, la educación y la política nada tienen que ver con el seguimiento de Jesucristo.
No logran entender que reconocer y respetar la dignidad de cada persona es un reconocimiento a Dios, nuestro Creador y Padre

El profeta Jeremías realizó su misión antes y después del exilio a Babilonia. Antes del exilio denunció la soberbia de la gente del palacio, de los militares y de los ricos.
Ellos consideraban que la dinastía de David era perenne, que la ciudad de Jerusalén era indestructible y el Templo inviolable. Sobre estas falsas seguridades enfrentaron a los babilonios.
Cuando sobrevino el exilio, Jeremías renunció a ir al exilio y se quedó con los pobres del campo; desde ahí sirvió de consuelo a los desterrados.
En este pasaje el profeta describe el retorno del Destierro. El retorno será completo, alcanzando aun a los más débiles físicamente y a los impedidos.
Ningún obstáculo se opondrá a la manifestación del poder liberador de Yahvé, que los guiará y asistirá paternalmente durante la travesía de retorno.
La caravana de los repatriados es inmensa. El profeta se complace en contemplar la muchedumbre que retorna.
Y contrapone dos situaciones históricas: Salieron entre llanto en otro tiempo camino del destierro, y ahora vuelven con consolaciones bajo la guía paternal de Yahvé, que dirige la repatriación.
El paso por el desierto lleva consigo el peligro de perecer de sed: pero esto no ocurrirá en el retorno de los exilados por el desierto, ya que Yahvé, que los guía personalmente, se encargará de llevarlos por senderos que lleven a los oasis y pozos que hay en las rutas de la estepa para los que las conocen.
Porque Yahvé es el Padre de Israel, que siente un afecto profundo hacia el pueblo que ha elegido y criado como hijo suyo.
El libro de Jeremías nos muestra un aspecto de la manifestación de Dios al que no estamos acostumbrados: la ternura.
Dios nos ama sin importar si vamos por la vida como ciegos o cojos, es decir, si a duras penas podemos caminar o si apenas vemos o presentimos por dónde vamos.
El proyecto de Yahvé es un proyecto de liberación, un proyecto de esperanza, un proyecto incluyente de los más débiles

Los evangelistas se valen de la imagen del camino para colocar ahí hechos y dichos de Jesús que ayudan a sus seguidores a ponerse en el camino.
En ese camino, Jesús va enseñando a sus seguidores, pero ellos todavía están ciegos, no entienden el proyecto de Jesús y pelean el poder como lo vimos el domingo anterior.
El texto de hoy ubica a Jesús a la salida de Jericó. En ese camino aparece un mendigo ciego que le da el título de “Jesús, hijo de David, y que le implora piedad.
La multitud, eufórica que acompaña a Jesús es incapaz de tomar en cuenta al mendigo y lo increpa para que se calle.
Jesús le pregunta que quiere de él. Y Bartimeo le dice “Señor, que pueda ver. Jesús le dice: “Véte, tu fé te ha salvado” y aquel que era mendigo pasa a ser un discípulo de Jesús.
El Reinado de Dios es hacer lo que el Padre quiere: Que construyamos un mundo de amor, de justicia, de paz y de verdad; por ello cambiar la situación de un mendigo ciego es estar construyendo el Reinado de Dios.


Ser discípulos de Jesús implica siempre ver la vida, los acontecimientos, los logros y los fracasos desde la ´´óptica del Reinado de Dios: “Un mundo de hermanos”.
Ser discípulos de Jesús, con la óptica de Jesús implica luchar y exigir que se respete la dignidad, los derechos y la voz de toda persona y sobre todo la voz de los ciudadanos conscientes.
Ser discípulos de Jesús nos lleva a honrar al Padre en el culto y en el encuentro con Él buscar luz y fuerza para defender la voz, la dignidad y los derechos de los ciudadanos
Cosme Carlos Ríos
Octubre 24 del 2015



17 de octubre de 2015

Todos los bautizados somos enviados a la misión
Mostrando la misericordia de distintas formas
Estamos acostumbrados a pensar que la actividad misionera es obra sólo se algunas personas muy arriesgadas y comprometidas.
Acostumbramos pensar que la misión se dirige a personas o pueblos subdesarrollados. Y que el misionero es una persona sumamente preparada para anunciar el Evangelio.
No nos queda claro que vivir la misericordia es la forma más sencilla de ser misionero

El Domingo mundial de las misiones nos ofrece una oportunidad para clarificar nuestras ideas e impulsarnos a vivir como parte de una Iglesia misionera.
La palabra misión viene del latín y significa envío. Los evangelios nos presentan a Jesús como el primer enviado, el enviado del Padre.
Jesús comienza su misión en la Galilea, que en su tiempo era considerada tierra de paganos (La periferia).
 Jesús se presenta como el  que trae la Buena Noticia del Reinado de Dios. Jesús invita a cambiar de vida y de corazón.
En la sinagoga de Nazaret Jesús presenta su programa, se presenta como consagrado por el Espíritu del Señor para una misión.
En esta misión aparecen como destinatarios, los pobres, los ciegos, los oprimidos y los cautivos. (Nuevamente, los que viven en la periferia social)
En los últimos versos del Evangelio de San Mateo, Jesús envía a sus seguidores a que hagan que todos los pueblos se conviertan en discípulos del mismo Jesús.
Estos discípulos representan a la comunidad de seguidores de Jesús a la que hoy llamamos Iglesia.
El bautismo es el signo por el cual nos convertimos en discípulos de Jesucristo y miembros de la Iglesia y de esta manera participamos de la misión que Jesús confió a sus discípulos.
El bautismo es el Sacramento que nos iguala a todos al darnos la común dignidad de hijos de Dios, miembros de la Iglesia y partícipes de la misión. El Orden sacerdotal y los votos religiosos consagran para un aspecto específico en la misión.
Ser misionero es algo esencial a todos los bautizados, pero cada uno lo ha de realizar conforme a su propio estado de vida y a sus propias posibilidades.
La primer forma de ser misioneros es nuestro testimonio, nuestra forma de vida en la que, a ejemplo de Jesús nos esforzamos por vivir la misericordia.

Ser misioneros hoy, implica para nosotros, mostrar con hechos la misericordia, a las personas que vienen de lejos a acompañar a sus enfermos graves en los hospitales de nuestra ciudad.
Ser misioneros hoy, implica para nosotros hoy, mostrar la misericordia hacia los adictos, de distinto orden, teniendo para con ellos actitudes de respeto.
Ser misioneros hoy, implica para nosotros hoy, mostrar la misericordia  y respeto para con las personas que se encuentran en nuestras prisiones, con frecuencia inocentes
Ser misioneros hoy, implica para nosotros, a ejemplo del Papa Francisco, organizarnos para ofrecer cada semana una comida caliente a las personas que viven en la calle, o no tienen qué comer o quién les prepare algo caliente, sobre todos los niños vecinos, cuyas mamás trabajan
Cosme Carlos Ríos

Octubre 17 del 2015

10 de octubre de 2015

Construyamos la hermandad
Seamos solidarios, evitemos la acumulación

1.300 millones de pobres viven en el mundo, según estimaciones del Banco Mundial.
Los 20 países más pobres del mundo se encuentran en el continente africano, encabezados por Ruanda, Guinea, Bénin, Tanzania, Costa de Marfil, Zambia, Malawi, Angola y Chad.
La pobreza es una situación en que una persona no tiene acceso a los recursos básicos: trabajo, alimentos, vivienda...

 La primera lectura, tomada del libro de la Sabiduría, expresa la preferencia de la Sabiduría frente a todos los bienes de la tierra.
El sabio pone en la plegaria de Salomón la superioridad de los valores espirituales sobre los materiales, supeditándolos todos al don de la sabiduría y la prudencia para el gobierno de su pueblo.
El evangelio  nos dice que: Para seguir a Jesús hay que aceptar algunas exigen­cias.
Para Jesús, la causa de la desgracia y el sufri­miento de los pobres y de los humillados está en los ricos y poderosos: Dios no hace pobres a los pobres y ricos a los ricos.
Son los que se enriquecen, los que, al acumular lo que a otros les falta, empobrecen a la mayoría
En 1979 los Obispos de América latina, al analizar el fenómeno de la pobreza declaran que esto no es una etapa casual sino el producto de situaciones económicas, sociales y políticas  que por estar impregnadas de materialismo producen ricos cada vez más ricos, a costa de pobres cada vez más pobres (Documento de Puebla # 30
Cuando Jesús invita a alguien a unirse a él, lo está invitando a incorporarse a la tarea de construir el reino de Dios, y el reino de Dios no es otra cosa que una nueva manera de convivencia humanas según el plan de Dios, una convivencia basada en la justicia, en la igualdad, en el servicio por amor.
Y no se puede construir la justicia desde la riqueza, que es efecto y causa de injusticias.
Hay que tener muy claro en qué consiste el reino de Dios. Los que están interesados en que las cosas no cambien aquí abajo se han empeñado en identificar el reino de Dios con «el cielo», mandándolo todo a la otra vida, a la otra historia, al otro mundo.
Pero, según el evangelio, el proyecto de Dios que Jesús nos da a conocer es, primero, para este tiempo. El reino de Dios es, primero, este mundo organizado según el plan de Dios.
Jesús viene a enseñarnos el método para hacer de este mundo un mundo feliz; Jesús viene a enseñarnos a cambiar este mun­do en un mundo de hermanos.
La opción por la pobreza o, lo que es lo mismo, la renuncia a la riqueza, no es una virtud con la que conseguir méritos para el cielo; es una opción cuyo objetivo es cambiar la situación de sufri­miento de los pobres y oprimidos de la tierra por otra situación en la que nadie sufra, en la que a nadie le falte nada.
Lo que Dios quiere no es que repartamos el sufrimiento, que compar­tamos la miseria, sino que construyamos un mundo en el que todos gocemos del amor  y de los bienes de la tierra. Y todos iguales, sin primeros ni últimos.
Sólo podemos entender la persona, la palabra y la propuesta de Jesús si partimos de que Dios es un Padre misericordioso
En la oración, Jesús nos enseñó a llamar a Jesús Padre nuestro y por lo mismo un padre que nos incluye a todos y que quiere que construyamos la hermandad.
Las Buenas Noticias de Jesús tienen como privilegiados a los que se encuentran en las periferias, como podemos constatar en las Bienaventuranzas y en el programa que Jesús presenta en la sinagoga de Nazaret. Los que se encuentran en las periferias son señal de que no vivimos la hermandad querida por Dios.
La denuncia de Jesús contra los que acumulan la riqueza tiene como punto de partida el que se con ello se rompe la hermandad porque mientras unos tienen de más, otros carecen de lo necesario.
La acción de Jesús que vive la hermandad, privilegia siempre a las personas que viven en situaciones de periferia: Los leprosos, los poseídos de espíritus inmundos, los ciegos, los sordos, los paralíticos, las mujeres, los niños…

Siguiendo la recomendación de Jesús seamos hermanos evitando la acumulación de bienes y de poder porque otros hermanos necesitan lo que nosotros tenemos de más
Escuchando a Jesús, busquemos información sobre la situación de los más pobres de nuestro país y de las causas concretas que producen ese mal
Tomando en cuenta a las personas que viven en las periferias de nuestra ciudad, como ciudadanos creyentes, busquemos los caminos, la organización para que ningún hermano de4 nuestro entorno carezca de lo necesario para una vida digna
Octubre 10 del 2015
Cosme Carlos Ríos






3 de octubre de 2015


Dios creó al varón y a la mujer iguales en dignidad
El machismo,  que privilegia los derechos del varón sobre los derechos de la mujer, ha dominado en gran parte de la historia de la humanidad y perdura hasta nuestros días.
Indebidamente se considera a la mujer como propiedad del varón, como si no fuera persona, sino animal o cosa.
Recientemente se está luchando por una liberación femenina, que de alguna manera exige el respeto a la dignidad y los derechos de la mujer.

El relato del Génesis que leemos hoy proviene de una fuente llamada Yahvista; es una lectura teológica de la historia.
El relato de hoy constituye una crítica velada a los desmanes del rey Salomón. Velada porque corría el riesgo de ser reprimido por las iras de Salomón.
500 años después, cuando ya no había el riesgo de represión, el 1 libro de los Reyes dice: Salomón  tuvo 700 mujeres que eran princesas y 300 concubinas. Salomón (1Re 11:3)
El texto que leemos pone en labios del varón esta expresión: “Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Su nombre será Mujer, porque la han sacado del Hombre. Por eso el hombre abandona padre y madre, se junta a su mujer y se hacen una sola carne.
Dos cosas quedan claras: El hombre reconoce a su mujer como alguien de su misma dignidad (No lo había encontrado en todos los animales)
Varón y mujer están llamados a complementarse: a ser una sola cosa.
En el Evangelio de forma tendenciosa le plantean una pregunta a Jesús. La pregunta es tendenciosa porque esperan que Jesús se ponga de su parte legitimando el supuesto privilegio del varón sobre la mujer.
Jesús los remite a la ley de Moisés que ellos interpretan de una manera muy laxa. Jesús les responde que el repudio es una tolerancia de la ley porque son muy duros de corazón pero que al principio no fue así: “Al principio de la creación Dios los hizo hombre y mujer;" por eso dejará el hombre a su padre y a su madre para unirse con su esposa, y serán los dos una sola carne. De manera que ya no son dos, sino uno solo.
Jesús resalta que Dios creó al hombre y a la mujer y que los dos serán una sola cosa.

Antes que meternos en la casuística del divorcio hemos de reconocer la igual dignidad entre el varón y la mujer, entre los varones y las mujeres, lo cual exige respeto de unos para otras.
Para que el matrimonio sea válido es necesario que se construya sobre la base del amor, que produce el respeto mutuo y que se sigue construyendo mediante el diálogo y la colaboración.
La unidad que se construye sólo sobre la base de la observancia de la ley carece de un sólido cimiento y pone en riesgo la estabilidad del matrimonio.
La preocupación de los casados más que el divorcio tiene que ser el formar una familia con sólidos cimientos, el fundamental es el profundo amor y respeto a Dios que es nuestro Padre
Construimos familias con cimiento cuando nos esforzamos por respetarnos, pues resulta muy difícil reconstruir cuando nos faltamos al respeto.
Porque respetamos a la pareja, buscamos la forma de tomar decisiones, juntos y esto requiere el diálogo respetuoso en el que ambos escuchamos, ambos hablamos y llegamos a ponernos de acuerdo.

Cosme Carlos Ríos
Octubre 03 2015