26 de julio de 2014


La verdadera sabiduría es buscar el Reinado de Dios

Del martes 22 al jueves 24 de Julio un grupo de personas de diferentes lugares de la República que participan en Comunidades eclesiales de base se reunieron en nuestra Parroquia

La intención del Encuentro fue retomar las enseñanzas del Concilio para responder a los desafíos que nos plantea la realidad de hoy

Buscando con la reflexión y la luz del Espíritu, descubrieron que hoy nos toca Hacer visibles los signos del reino

Desde lo pequeño, con hechos y organización del pueblo mostrar la misericordia hacia los nuevos rostros: Las víctimas de la violencia y el crimen organizado, los migrantes víctimas de los grupos de poder y del crimen organizado, las mujeres maltratadas y violentadas, los niños olvidados y maltratados, la naturaleza explotada y violentada

 

El deuteronomista, redactor del primer libro de los Reyes nos presenta a Salomón invocando a Dios y pidiéndoles la sabiduría para gobernar al pueblo conforme al querer de Dios

Para Jesús lo más importante, tan, valioso como un tesoro o como una perla es El Reinado de Dios.

Jesús nunca explicó directamente lo que es el Reinado de Dios, pero podemos entenderlo a partir de la forma en que El nos presenta a Dios

Para Jesús Dios es Padre y en el mejor de los sentidos el padre es el que da la vida, el que alimenta, educa, orienta y consuela

Si Dios es Padre todos somos sus hijos y por lo mismo hermanos unos de otros y hemos de tratarnos con amor y respeto: El amor, la justicia, la paz, la verdad tienen que ser los valores fundamentales en nuestras relaciones

  Si Dios es Padre creador también nosotros hemos de valorar y respetar la naturaleza.

 

Seremos sabios con la sabiduría de Jesús,  si ponemos como mayor tesoro de nuestra vida el construir el Reinado de Dios.

Seremos sabios con la sabiduría de Jesús,  si dejamos de ver a Dios como un ser distante, que está esperando a ver en qué fallamos para aplicarnos un castigo, y comenzamos a verlo cercano, amoroso y tierno.

Seremos sabios con la sabiduría de Jesús,  si valoramos la dignidad de cada persona, en particular a los más pequeños, y los tratamos con amor y respeto.

Seremos sabios con la sabiduría de Jesús,  si dejamos de maltratar la naturaleza y la cuidamos y fortalecemos

Julio 26 del 2014

Cosme Carlos Ríos

 

 

12 de julio de 2014


Sembrar con esperanza, a pesar de los fracasos
 
Muchos cristianos luchamos por un mundo mejor, de justicia y fraternidad, pero al percibir el individualismo y la fuerza del poder en todas sus manifestaciones dejamos la causa.
Mantener la esperanza es hoy por hoy, uno de los mayores retos que tenemos los seguidores de aquel que humanamente fracasado, fue resucitado por el Padre.
 
 
El profeta Isaías II es llamado el profeta evangelizador, el profeta de la esperanza que anima al pueblo a salir del destierro en Babilonia. Hoy invita a tener confianza  en la Palabra que es viva y eficaz, como la lluvia y la nieve
 
Nos adentramos hoy en el discurso de Jesús en forma de parábolas: La parábola es como un diálogo entre el narrador y el oyente, entre el autor y el lector. En cuanto tal, es abierta y puede ser comprendida por todos.
El que oye la parábola se siente interpelado, no puede permanecer indiferente, se adhiere a ella o la rechaza, pues la parábola toca las fibras más íntimas de su ser.
Jesús pronuncia la parábola del sembrador cuando su vida pública de predicador itinerante está a mitad de camino y ha comenzado un período de crisis.
Tras los éxitos y triunfos iniciales, se le han ido poniendo las cosas difíciles. Los jefes religiosos le han declarado la guerra; los fariseos lo consideran un aliado de Satanás y planean el modo de acabar con él.
El pueblo está a la expectativa sin darle plenamente su adhesión. Incluso ha tenido serios problemas con su familia y sus paisanos. Un puñado insignificante de discípulos permanece a su lado, sin entender del todo las cosas de su Maestro.
 Casi toda la semilla de Evangelio, sembrada por Jesús, ha caído en terreno baldío. Sus enemigos se ríen, la gente se decepciona. Y Jesús sale al paso con la parábola.
Cuatro de los seis versículos que tiene describen el fracaso de la semilla. En todos los casos hay un rasgo común: un elemento destructor que impide o aniquila la germinación incipiente: los pájaros, el sol, las piedras, las espinas.
Sólo una parte del terreno sembrado acepta la semilla. En esta, los resultados superan lo inesperado: cada grano produce cien, sesenta o treinta. Un fruto de ilusión.
 La parábola se convierte así en un canto a la esperanza: no nos vencerán quienes ponen resistencia al Evangelio. El fracaso aparente del cristiano-sembrador entra en el programa.
Más aún, es semilla fecundidad. Sentir y sufrir la resistencia, la contrariedad y la oposición se convierte paradójicamente en camino de eficacia y fecundidad.
Como el sembrador, el Reino de Dios no se instaurará en el mundo sino a través de numerosos e impresionantes fracasos.
Esto es lo que ni los fariseos ni las turbas- ni siquiera nosotros, cristianos del siglo veinte- podemos comprender.
Nos gustaría el éxito, el triunfo arrollador y casi categórico del Evangelio en medio de nuestro mundo.
Nos duele y nos desmoraliza demasiado la resistencia y la oposición. Nos cansamos, nos desilusionamos.
También Jesús pasó por ahí. Y aquel día, en lugar de tirar la toalla, se puso a soñar y contó la parábola del sembrador, que siembra cosecha de fecundidad con semilla de esperanza.
 
Si creemos en Jesús y como Jesús, hemos de seguir sembrando semillas de esperanza: Obras que transforman la situación mala, que viven los más pequeños y débiles de nuestro mundo.
Si creemos en Jesús y como Jesús hemos de continuar sembrando a pesar de los frecuentes fracasos que experimentamos en la tarea.
Si creemos en Jesús y como Jesús, no podemos ilusionarnos pensando en lograr éxitos humanos: el poder, la riqueza, la fama.
Julio 12 del 201
Cosme Carlos Ríos
 
 

5 de julio de 2014


La Iglesia del Mesías

 

Nuestra Iglesia tiende a expresarse a la manera de los grandes de este mundo: con grandes edificios, grandes personalidades, culto esplendoroso y transporte de última moda, muy distante del vehículo del Mesías.

Nuestra Iglesia ejerce el control sobre el pueblo a través de una serie de decretos, leyes, normas e interpretaciones que se convierten en pesada carga para los más sencillos.

Es raro que nuestra Iglesia se distinga por ser una casa de misericordia que ofrece apoyo y consuelo a los que más sufren.

 

El texto de Zacarías que leemos hoy, al hacer mención de los griegos,  nos ubica en el  período de la dominación griega que sobrevino con las conquistas de Alejandro Magno, y su victoria sobre el poder persa.

En esta época, la forma de esperar el Mesías está marcada por una corriente de de tipo triunfalista, nacionalista, y militar.

Frente a esta, el texto de hoy, nos presenta un mesianismo diferente, de carácter más bien sobrio, centrado en la espera de un Mesías humilde, sin pretensiones triunfalistas: un Mesías manso, que se transporta en el vehículo del pueblo y constructor de paz.

 

En el capítulo 10, Mateo nos refiere que Jesús envió a sus discípulos en misión y las advertencias que les hizo sobre el rechazo y la persecución.

En este capítulo 11 Jesús proclama una serie de maldiciones en contra de las ciudades que habiendo visto y oído el mensaje de salvación se han rehusado a cambiar.

En el pasaje de hoy, nos presenta la reacción espontánea y jubilosa de Jesús ante el resultado de la misión de los apóstoles: la gente sencilla ha recibido el anuncio y la realidad del reinado de Dios.

En una sociedad donde el prestigio era una forma de poder y de seguridad económica, la ignorancia era considerada no sólo como ausencia de conocimiento, sino como una marca sobre las personas que carecían de instrucción o enseñanza.

Ya en la época de Jesús, algunos grupos consideraban malditos» a los que no conocían la Ley en profundidad.

Jesús denuncia esa falsa religiosidad: La salvación no depende de una mayor o menor pericia en la compleja interpretación bíblica, sino en la capacidad para captar el paso de Dios en la historia y de la disponibilidad para aceptar su llamado.

Jesús abre lo más íntimo de su espiritualidad: la predilección del Padre por los pequeños, y la misión que de Él ha recibido.

Jesús invita a todos los abatidos, a las personas agobiadas por los mecanismos de exclusión social y religiosa, y les propone llevar otro yugo, otra carga: el yugo de la libertad, que exige al mismo tiempo humildad y mansedumbre, es decir, honestidad personal y capacidad de diálogo y tolerancia.

 

Para ser la Iglesia del Mesías tenemos que renunciar a las manifestaciones de poder y de riqueza y manifestarnos con las actitudes de sencillez que muestra Jesús.

Para ser la Iglesia del Mesías tenemos que evitar todas las leyes, decretos, normas e interpretaciones que se convierten en una pesada carga para los pequeños.

Para ser la Iglesia del Mesías tenemos que ser una Iglesia samaritana, que a la manera del Mesías,  ofrece consuelo y apoyo a todas las víctimas y a todos los desamparados

Cosme Carlos Ríos

Julio 05 2014