12 de julio de 2014


Sembrar con esperanza, a pesar de los fracasos
 
Muchos cristianos luchamos por un mundo mejor, de justicia y fraternidad, pero al percibir el individualismo y la fuerza del poder en todas sus manifestaciones dejamos la causa.
Mantener la esperanza es hoy por hoy, uno de los mayores retos que tenemos los seguidores de aquel que humanamente fracasado, fue resucitado por el Padre.
 
 
El profeta Isaías II es llamado el profeta evangelizador, el profeta de la esperanza que anima al pueblo a salir del destierro en Babilonia. Hoy invita a tener confianza  en la Palabra que es viva y eficaz, como la lluvia y la nieve
 
Nos adentramos hoy en el discurso de Jesús en forma de parábolas: La parábola es como un diálogo entre el narrador y el oyente, entre el autor y el lector. En cuanto tal, es abierta y puede ser comprendida por todos.
El que oye la parábola se siente interpelado, no puede permanecer indiferente, se adhiere a ella o la rechaza, pues la parábola toca las fibras más íntimas de su ser.
Jesús pronuncia la parábola del sembrador cuando su vida pública de predicador itinerante está a mitad de camino y ha comenzado un período de crisis.
Tras los éxitos y triunfos iniciales, se le han ido poniendo las cosas difíciles. Los jefes religiosos le han declarado la guerra; los fariseos lo consideran un aliado de Satanás y planean el modo de acabar con él.
El pueblo está a la expectativa sin darle plenamente su adhesión. Incluso ha tenido serios problemas con su familia y sus paisanos. Un puñado insignificante de discípulos permanece a su lado, sin entender del todo las cosas de su Maestro.
 Casi toda la semilla de Evangelio, sembrada por Jesús, ha caído en terreno baldío. Sus enemigos se ríen, la gente se decepciona. Y Jesús sale al paso con la parábola.
Cuatro de los seis versículos que tiene describen el fracaso de la semilla. En todos los casos hay un rasgo común: un elemento destructor que impide o aniquila la germinación incipiente: los pájaros, el sol, las piedras, las espinas.
Sólo una parte del terreno sembrado acepta la semilla. En esta, los resultados superan lo inesperado: cada grano produce cien, sesenta o treinta. Un fruto de ilusión.
 La parábola se convierte así en un canto a la esperanza: no nos vencerán quienes ponen resistencia al Evangelio. El fracaso aparente del cristiano-sembrador entra en el programa.
Más aún, es semilla fecundidad. Sentir y sufrir la resistencia, la contrariedad y la oposición se convierte paradójicamente en camino de eficacia y fecundidad.
Como el sembrador, el Reino de Dios no se instaurará en el mundo sino a través de numerosos e impresionantes fracasos.
Esto es lo que ni los fariseos ni las turbas- ni siquiera nosotros, cristianos del siglo veinte- podemos comprender.
Nos gustaría el éxito, el triunfo arrollador y casi categórico del Evangelio en medio de nuestro mundo.
Nos duele y nos desmoraliza demasiado la resistencia y la oposición. Nos cansamos, nos desilusionamos.
También Jesús pasó por ahí. Y aquel día, en lugar de tirar la toalla, se puso a soñar y contó la parábola del sembrador, que siembra cosecha de fecundidad con semilla de esperanza.
 
Si creemos en Jesús y como Jesús, hemos de seguir sembrando semillas de esperanza: Obras que transforman la situación mala, que viven los más pequeños y débiles de nuestro mundo.
Si creemos en Jesús y como Jesús hemos de continuar sembrando a pesar de los frecuentes fracasos que experimentamos en la tarea.
Si creemos en Jesús y como Jesús, no podemos ilusionarnos pensando en lograr éxitos humanos: el poder, la riqueza, la fama.
Julio 12 del 201
Cosme Carlos Ríos
 
 

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