26 de septiembre de 2015

Orientemos al pueblo, ayudémoslo a tomar conciencia y a Organizarse junto con los que luchan en defensa
De la vida, de la libertad y de la dignidad humana

En un mundo individualista y consumista hacen falta líderes comunitarios que concienticen, orienten y organicen al pueblo para que todos tengamos una vida digna, de calidad.
Es frecuente que los líderes religiosos y los luchadores sociales caigamos en la tentación de creernos los únicos que luchamos en defensa de la vida, de la dignidad y de los derechos de las personas
De ahí nacen actitudes celosas y excluyentes

El capítulo 11 del libro de los Números nos da cuenta de las etapas de la marcha por el desierto; la narración se centra en una dificultad que tiene el pueblo: llevan varios meses comiendo maná.
Ya están hastiados y les viene la tentación de retroceder, de abandonar el proyecto de liberación, añorando el tiempo de abundancia de comida en Egipto.
 Moisés se encuentra en graves aprietos: ¿cómo hacer para que el pueblo no siga pensando en el pasado que trae a la mente la abundancia, pero que es esclavitud?  y
¿Cómo ayudar al pueblo a tomar conciencia de que es importante y posible el proyecto de vida y libertad que Yahvé les ha prometido, pero que pasa por el desierto, con poca comida, casi sin agua y plagado de animales peligrosos?
Detrás está Egipto, con su abundancia, pero también con su esclavitud. Hacia delante está la tierra prometida, una tierra de libertad, de vida digna, pero que hay que conquistar con esfuerzo.
La solución que plantea Yahvé es: reunir setenta representantes del pueblo para repartir entre ellos el espíritu que estaba en Moisés.
De esa manera la dirección, orientación y concientización del pueblo sería obligación de muchos y no sólo de Moisés.
El espíritu que se dona a estas personas está  orientado a ayudar al pueblo a tomar más y más conciencia del plan de Dios con ellos:
Entender que Egipto y su abundancia representan el proyecto de muerte y esclavitud contrario a la voluntad de Yahvé y que el desierto desafiante y mortal, es indispensable, pero al fin y al cabo, necesario para poder llegar a la tierra de la libertad.
En su trabajo por la construcción del Reinado de Dios, Jesús ha emprendido una ardua lucha contra los demonios  es decir: "Las fuerzas ocultas que causan grave daño a la persona”
Los especialistas consideran que se refiere Cuando en el Evangelio de demonios   se está refiriendo a un modelo de pensamiento y de acción que daña a la persona; podemos pensar en el pensamiento del imperio romano que esclaviza y deshumaniza.
Además de Jesús hay otras personas que luchan contra el modelo esclavista y deshumanizador;  pero los discípulos de Jesús, y su vocero Juan, celosos, prohíben a una persona que lucha contra la deshumanización que continúe luchando
Jesús replica: “No se lo impidan. Aquel que haga un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. Quien no está contra nosotros, está a nuestro favor”
El criterio para construir el Reino de Dios, no es, si pertenece o no a nuestro grupo, sino si lucha en defensa de la vida, de la dignidad y de los derechos humanos.

Hoy, como ayer es importante que nos demos cuenta de que una tarea para construir el Reino de Dios es orientar, concientizar y organizar al pueblo para defender la vida y la dignidad humana
Esto nos obliga a conocer más a fondo el proyecto de Jesús: el significado y las implicaciones del reinado de Dios.
Nos obliga a estar al lado de los que viven situaciones inhumanas y de esclavitud, para ayudarlos a tomar conciencia de las causas y encontrar las formas de organizarse en defensa de la vida y la libertad.
En vez de descartar a los que luchan desde otra trinchera, buscarlos, descubrir lo que tenemos en común y crear ligas que luchen contra la deshumanización y contra la esclavitud y defiendan la vida
Cosme Carlos Ríos
Septiembre 26 del 2015

NOTA Nos ayudaría a entender el significado del diablo, de los demonios, de los espíritus inmundos, consultar un buen diccionario bíblico como podría ser el de Xavier León Dufour



19 de septiembre de 2015

Ser discípulo de Jesús: abrazar y acoger a los pequeños

Para muchos, la vida sólo tiene un sentido, sólo hay una razón para vivir: conseguir el éxito, triunfar en la vida.  Según la ideología que la sociedad nos hace asimilar desde pequeños, el éxito en la vida consiste en llegar lo más alto posible, aunque para ello sea necesario pisotear la vida de los demás.

El libro de la sabiduría nos ha venido mostrando el modo de vida que llevan los injustos, pero “de pronto” éste se enfrenta con otro modo de vida, el que llevan “los justos”. Dos caminos se confrontan.
El primero, el de los injustos, sólo mira su propio disfrute: oprimen al pobre, se desentienden de la viuda y del anciano para manifestar su fuerza y su poder.
Pero el modo de vida del justo es en sí mismo una denuncia, especialmente por su referencia a Dios a quién él se remite.
El que vive conforme a la voluntad de Dios (el justo) tiene particularmente en cuenta al pobre o la viuda; el injusto, que sólo mira su propio placer, mira su ejercicio del poder, su fuerza
Lo que el justo “dice” remite a Dios y a su propia vida. Para constatar la veracidad, el injusto  se propone hostigarlo para que quede de manifiesto la veracidad o no de sus “dichos”.
El injusto, espera que Dios no actúe en favor del justo, con lo que su vida de placeres e injusticia queda validada ante sí y ante los demás.
Pero Dios actuará de acuerdo al obrar humano y el justo espera que la actuación de Dios sea beneficioso para él.
El evangelio nos presenta al grupo de Jesús atravesando Galilea, camino de Jerusalén. Lo hacen de manera reservada, sin que nadie se entere. Jesús quiere dedicarse enteramente a instruir a sus discípulos.
Jesús quiere grabar en sus corazones que: su camino no es un camino de gloria, éxito y poder. Conduce a la crucifixión y al rechazo, aunque terminará en resurrección.
A los discípulos no les entra en la cabeza lo que les dice Jesús. Les da miedo hasta preguntarle. No quieren pensar en la crucifixión. No entra en sus planes ni expectativas.
Mientras Jesús les habla de entrega y de cruz, ellos hablan de sus ambiciones: ¿Quién será el más importante en el grupo?
Jesús «se sienta». Quiere enseñarles algo que nunca han de olvidar. Llama a los Doce, y los invita a que se acerquen, pues los ve muy distanciados de él.
 Pero Jesús afirma: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y servidor de todos». El discípulo de Jesús ha de renunciar a buscar ambiciones, rangos, honores y vanidades.
En su grupo nadie ha de pretender estar sobre los demás. Al contrario, ha de ocupar el último lugar, ponerse al nivel de quienes no tienen poder ni ostentan rango alguno.
Y, desde ahí, ser como Jesús: «servidor de todos».
Jesús  pone a un niño en medio de los Doce, en el centro del grupo, para que aquellos hombres ambiciosos se olviden de honores y grandezas, y pongan sus ojos en los pequeños, los débiles, los más necesitados de defensa y cuidado.
Luego, lo abraza y les dice: «El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí». Quien acoge a un «pequeño» está acogiendo al más «grande», a Jesús. Y quien acoge a Jesús está acogiendo al Padre que lo ha enviado.
Una Iglesia que acoge a los pequeños e indefensos está enseñando a acoger a Dios. Una Iglesia que mira hacia los grandes y se asocia con los poderosos de la tierra está pervirtiendo la Buena Noticia de Dios anunciada por Jesús.

Ser justo hoy implica la preocupación efectiva por los más desamparados de hoy (Los huérfanos y las viudas)
Ser discípulo de Jesús, hoy implica abrazar y tomar como signo de la acción de Dios a todos los rostros sufrientes.

Nota: El Papa Francisco ha tenido reuniones con las organizaciones populares que buscan tierra, techo y trabajo. Selecciono algunas frases de su discurso en Bolivia que nos sirvan para meditar:
Cuando miramos el rostro de los que sufren, el rostro del cam­pesino amenazado, del trabajador excluido, del indígena oprimido, de la familia sin techo, del migrante perseguido, del joven desocupado, del niño explotado, de la madre que perdió a su hijo en un tiroteo porque el barrio fue copado por el narcotráfico, del padre que perdió a su hija porque fue sometida a la esclavitud; cuando recordamos esos «rostros y esos nombres» se nos estremecen las entrañas frente a tanto dolor y nos conmovemos…
3.1. La primera tarea es poner la economía al servicio de los Pueblos: Los seres humanos y la naturaleza no deben estar al servicio del dinero.
Digamos NO a una economía de exclusión e inequidad donde el dinero reina en lugar de servir. Esa economía mata. Esa economía excluye. Esa economía destruye la Madre Tierra.
Una economía justa debe crear las condiciones para que cada per­sona pueda gozar de una infancia sin carencias, desarrollar sus talentos durante la juventud, trabajar con plenos derechos durante los años de ac­tividad y acceder a una digna jubilación en la ancianidad.
La distribución justa de los frutos de la tierra y el trabajo hu­mano no es mera filantropía. Es un deber moral. Para los cristianos, la carga es aún más fuerte: es un mandamiento. Se trata de devolverles a los pobres y a los pueblos lo que les pertenece.
El futuro de la humani­dad no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las élites. Está fundamentalmente en manos de los Pueblos; en su capacidad de organizar y también en sus manos que riegan con humildad y convicción este proceso de cambio. Los acompaño.
Digamos juntos desde el corazón: ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ningún pueblo sin soberanía, ninguna persona sin dignidad, ningún niño sin infancia, ningún joven sin posibilidades, ningún anciano sin una vene­rable vejez.

12 de septiembre de 2015

Los rostros sufrientes de Jesucristo
Documento de Puebla del no. 31 al 38
La situación de extrema pobreza generalizada, adquiere en la vida real rostros muy concretos en los que deberíamos reconocer los rasgos sufrientes de Cristo, el Señor, que nos cuestiona e interpela:
- rostros de niños, golpeados por la pobreza desde antes de nacer, por obstaculizar sus posibilidades de realizarse a causa de deficiencias mentales y corporales irreparables; los niños vagos y muchas veces explotados de nuestras ciudades, fruto de la pobreza y desorganización moral familiar;
- rostros de jóvenes, desorientados por no encontrar su lugar en la sociedad; frustrados, sobre todo en zonas rurales y urbanas marginales, por falta de oportunidades de capacitación y ocupación;
- rostros de indígenas y con frecuencia de afroamericanos, que, viviendo marginados y en situaciones inhumanas, pueden ser considerados los más pobres entre los pobres;
- rostros de campesinos, que como grupo social viven relegados en casi todo nuestro continente, a veces, privados de tierra, en situación de dependencia interna y externa, sometidos a sistemas de comercialización que los explotan;
- rostros de obreros frecuentemente mal retribuidos y con dificultades para organizarse y defender sus derechos;
- rostros de subempleados y desempleados, despedidos por las duras exigencias de crisis económicas y muchas veces de modelos de desarrollo que someten a los trabajadores y a sus familias a fríos cálculos económicos;
- rostros de marginados y hacinados urbanos, con el doble impacto de la carencia de bienes materiales, frente a la ostentación de la riqueza de otros sectores sociales;
- rostros de ancianos, cada día más numerosos, frecuentemente marginados de la sociedad del progreso que prescinde de las personas que no producen.
Documento de Aparecida
No. 402 y del no. 407 al 430
402. La globalización hace emerger en nuestros pueblos, nuevos rostros de pobres. Con especial atención y en continuidad con las Conferencias Generales anteriores, fijamos nuestra mirada en los rostros de los nuevos excluidos: los migrantes, las víctimas de la violencia, desplazados y refugiados, víctimas del tráfico de personas y secuestros, desaparecidos, enfermos de HIV y de enfermedades endémicas, tóxicodependientes, adultos mayores, niños y niñas que son víctimas de la prostitución, pornografía y violencia o del trabajo infantil, mujeres maltratadas, víctimas de la exclusión y del tráfico para la explotación sexual, personas con capacidades diferentes, grandes grupos de desempleados/as, los excluidos por el analfabetismo tecnológico, las personas que viven en la calle de las grandes urbes, los indígenas y afrodescendientes, campesinos sin tierra y los mineros.
La Iglesia con su Pastoral Social debe dar acogida y acompañar a estas personas
excluidas en los ámbitos que correspondan.
Rostros sufrientes que nos duelen
8.6.1 Personas que viven en la calle en las grandes urbes
407. En las grandes urbes es cada vez mayor el número de las personas que viven en la calle.
Requieren especial cuidado, atención y trabajo promocional por parte de la Iglesia, de modo tal que mientras se les proporciona ayuda en lo necesario para la vida, se los incluya en proyectos de participación y promoción en los que ellos mismos sean sujetos de su reinserción social.
408. Queremos llamar la atención de los gobiernos locales y nacionales para que diseñen políticas que favorezcan la atención de estos seres humanos, al igual que atiendan las causas que producen este flagelo que afecta a millones de personas en toda nuestra América Latina y El Caribe.
409. La opción preferencial por los pobres nos impulsa, como discípulos y misioneros de Jesús, a buscar caminos nuevos y creativos a fin de responder otros efectos de la pobreza. La situación precaria y la violencia familiar con frecuencia obliga a muchos niños y niñas a buscar recursos
económicos en la calle para su supervivencia personal y familiar, exponiéndose también a graves riesgos morales y humanos.
410. Es deber social del Estado crear una política inclusiva de las personas de la calle. Nunca se aceptará como solución a esta grave problemática social la violencia e incluso el asesinato de los niños y jóvenes de la calle, como ha sucedido lamentablemente en algunos países de nuestro continente.
8.6.2 Migrantes
411. Es expresión de caridad, también eclesial, el acompañamiento pastoral de los migrantes. Hay millones de personas concretas que por distintos motivos están en constante movilidad. En América Latina y El Caribe constituyen un hecho nuevo y dramático los emigrantes, desplazados y refugiados sobre todo por causas económicas, políticas y de violencia.
412. La Iglesia, como Madre, debe sentirse a sí misma como Iglesia sin fronteras, Iglesia familiar, atenta al fenómeno creciente de la movilidad humana en sus diversos sectores. Considera indispensable el desarrollo de una mentalidad y una espiritualidad al servicio pastoral de los hermanos en movilidad, estableciendo estructuras nacionales y diocesanas apropiadas, que faciliten el encuentro del extranjero con la Iglesia particular de acogida. Las Conferencias Episcopales y las Diócesis deben asumir proféticamente esta pastoral específica con la dinámica de unir criterios y acciones que ayuden a una permanente atención también a los migrantes, que deben llegar a ser también discípulos y misioneros.
413. Para lograr este objetivo se hace necesario reforzar el diálogo y la cooperación entre las Iglesias de salida y de acogida, en orden a dar una atención humanitaria y pastoral a los que se han movilizado, apoyándolos en su religiosidad y valorando sus expresiones culturales en todo aquello que se refiera al Evangelio. Es necesario que en los Seminarios y Casas de formación se tome conciencia sobre la realidad de la movilidad humana, para darle una respuesta pastoral.
También se requiere promover la preparación de laicos que con sentido cristiano, profesionalismo y capacidad de comprensión, puedan acompañar a quienes llegan, como también en los lugares de salida a las familias que dejan236. Creemos que ―la realidad de las migraciones no se ha de ver nunca sólo como un problema, sino también y sobre todo, como un gran recurso para el camino de la humanidad‖.
414. Entre las tareas de la Iglesia a favor de los migrantes está indudablemente la denuncia profética de los atropellos que sufren frecuentemente, como también el esfuerzo por incidir, junto a los organismos de la sociedad civil, en los gobiernos de los países, para lograr una política migratoria que tenga en cuenta los derechos de las personas en movilidad. Debe tener presente también a los desplazados por causa de la violencia. En los países azotados por la violencia se requiere la acción pastoral para acompañar a las víctimas y brindarles acogida y capacitarlos para que puedan vivir de su trabajo. Asimismo, deberá ahondar su esfuerzo pastoral y teológico para promover una ciudadanía universal en la que no haya distinción de personas.
415. Los migrantes deben ser acompañados pastoralmente por sus Iglesias de origen y estimulados a hacerse discípulos y misioneros en las tierras y comunidades que los acogen, compartiendo con ellos las riquezas de su fe y de sus tradiciones religiosas. Los migrantes que parten de nuestras comunidades pueden ofrecer un valioso aporte misionero a las comunidades que los acogen.
416. Las generosas remesas enviadas desde Estados Unidos, Canadá, países europeos y otros, por los inmigrantes latinoamericanos, evidencia la capacidad de sacrificio y amor solidario a favor de las propias familias y patrias de origen. Es, por lo general, ayuda de los pobres a los pobres.
Enfermos
417. La Iglesia ha hecho una opción por la vida. Esta nos proyecta necesariamente hacia las periferias más hondas de la existencia: el nacer y el morir, el niño y el anciano, el sano y el enfermo. San Ireneo nos dice que ―la gloria de Dios es el hombre viviente‖, aun el débil, el recién concebido, el gastado por los años y el enfermo. Cristo envió a sus apóstoles a predicar el Reino de Dios y a curar a los enfermos, verdaderas catedrales del encuentro con el Señor Jesús.
418. Desde el inicio de la evangelización se ha cumplido este doble mandato. El combate a la enfermedad tiene como finalidad lograr la armonía física, psíquica, social y espiritual para el cumplimiento de la misión recibida. La Pastoral de la Salud es la respuesta a los grandes interrogantes de la vida, como son el sufrimiento y la muerte, a la luz de la muerte y resurrección del Señor.
419 La salud es un tema que mueve grandes intereses en el mundo, pero que no proporcionan una finalidad que la trascienda. En la cultura actual no cabe la muerte y, ante su realidad, se trata de ocultarla. Abriéndola a su dimensión espiritual y trascendente, la Pastoral de la Salud se  transforma en el anuncio de la muerte y resurrección del Señor, única verdadera salud. Ella aúna en la economía sacramental del amor de Cristo, el amor de muchos ―buenos samaritanos‖,  presbíteros, diáconos, religiosas, laicos y profesionales de la salud. Las 32.116 instituciones católicas dedicadas a la Pastoral de la Salud en América Latina representan un recurso para la evangelización que se debe aprovechar.
420. En las visitas a los enfermos en los centros de salud, en la compañía silenciosa al enfermo, en el cariñoso trato, en la delicada atención a los requerimientos de la enfermedad se manifiesta, a través de los profesionales y voluntarios discípulos del Señor, la maternidad de la Iglesia que arropa con su ternura, fortalece el corazón y, en el caso del moribundo, lo acompaña en el tránsito definitivo. El enfermo recibe con amor la Palabra, el perdón, el Sacramento de la Unción y los gestos de caridad de los hermanos. El sufrimiento humano es una experiencia especial de la cruz y de la resurrección del Señor.
421. Se debe, por tanto, alentar en las Iglesias particulares la Pastoral de la Salud que incluya distintos campos de atención. Consideramos de gran prioridad fomentar una pastoral con personas que viven con el VIH Sida, en su amplio contexto y en sus significaciones pastorales: que promueva el acompañamiento comprensivo, misericordioso y la defensa de los derechos de las personas infectadas; que implemente la información, promueva la educación y la prevención, con criterios éticos, principalmente entre las nuevas generaciones para que despierte la conciencia de todos a contener esta pandemia. Desde esta V Conferencia pedimos a los gobiernos el acceso gratuito y universal de los medicamentos para el Sida y las dosis oportunas.
Adictos dependientes
422. El problema de la droga es como una mancha de aceite que invade todo. No reconoce fronteras ni geográficas ni humanas. Ataca por igual a países ricos y pobres, a niños, jóvenes, adultos y ancianos, a hombres y mujeres. La Iglesia no puede permanecer indiferente ante este flagelo que está destruyendo a la humanidad, especialmente a las nuevas generaciones. Su labor se dirige especialmente en tres direcciones: prevención, acompañamiento y sostén de las políticas gubernamentales para reprimir esta pandemia. En la prevención insiste en la educación en los valores que deben conducir a las nuevas generaciones, especialmente el valor de la vida y del amor, la propia responsabilidad y la dignidad humana de los hijos de Dios. En el acompañamiento, la Iglesia está al lado del drogadicto para ayudarle a recuperar su dignidad y vencer esta enfermedad. En el apoyo a la erradicación de la droga, no deja de denunciar la criminalidad sin nombre de los narcotraficantes que comercian con tantas vidas humanas teniendo como meta el lucro y la fuerza en sus más bajas expresiones.
423. En América Latina y El Caribe, la Iglesia debe promover una lucha frontal contra el consumo y tráfico de drogas, insistiendo en el valor de la acción preventiva y reeducativa, así como apoyando a los gobiernos y entidades civiles que trabajan en este sentido, urgiendo al Estado en su responsabilidad de combatir el narcotráfico y prevenir el uso de todo tipo de droga. La ciencia ha indicado la religiosidad como un factor de protección y recuperación importante para el usuario de drogas.
424. Denunciamos que la comercialización de la droga se ha hecho algo cotidiano en algunos de nuestros países debido a los enormes intereses económicos en torno a ella. Consecuencia de ello es el gran número de personas, en su mayoría niños y jóvenes, que ahora se encuentran esclavizados y viviendo en situaciones muy precarias, que recurren a la drogarse para calmar su hambre o para escapar de la cruel y desesperanzadora realidad que viven.
425. Es responsabilidad del Estado combatir, con firmeza y con base legal, la comercialización indiscriminada de la droga y el consumo ilegal de la misma. Lamentablemente, la corrupción también se hace presente en este ámbito, y quienes deberían estar a la defensa de una vida más digna, a veces hacen un uso ilegítimo de sus funciones para beneficiarse económicamente.
426. Alentamos todos los esfuerzos que se realizan desde el Estado, la sociedad civil y las Iglesias por acompañar a estas personas. La Iglesia Católica tiene muchas obras que responden a esta problemática desde nuestro ser discípulos y misioneros de Jesús, aunque todavía no de manera suficiente ante la magnitud del problema; son experiencias que reconcilian a los adictos con la tierra, el trabajo, la familia y con Dios. Merecen especial mención, en este sentido, las Comunidades Terapéuticas, por su visión humanística y trascendente de la persona.
Detenidos en las cárceles
427. Una realidad que golpea a todos los sectores de la población, pero principalmente al más pobre, es la violencia producto de las injusticias y otros males que durante largos años se ha sembrado en las comunidades. Esto induce a una mayor criminalidad y, por ende, a que sean muchas las personas que tienen que cumplir penas en recintos penitenciarios inhumanos, caracterizados por el comercio de armas, drogas, hacinamiento, torturas, ausencia de programas de rehabilitación, crimen organizado que impide un proceso de reeducación y de inserción en la vida productiva de la sociedad. Hoy por hoy, las cárceles son con frecuencia, lamentablemente, escuelas para aprender a delinquir.
428. Es necesario que los Estados se planteen con seriedad y verdad la situación del sistema de justicia y la realidad carcelaria. Se necesita una mayor agilidad en los procedimientos judiciales, una atención personalizada del personal civil y militar que en condiciones muy difíciles labora en los recintos penitenciarios, y el reforzamiento de la formación ética y de los valores correspondientes.
429. La Iglesia agradece a los capellanes y voluntarios que, con gran entrega pastoral, trabajan en los recintos carcelarios, Con todo, se debe fortalecer la pastoral penitenciaria, donde se incluyan la labor evangelizadora y de promoción humana por parte de los capellanes y del voluntariado carcelario. Prioridad tienen los equipos o Vicarías de Derechos Humanos que garanticen el debido proceso a los privados de libertad y una atención muy cercana a la familia de los mismos.

430. Se recomienda a las Conferencias Episcopales y Diócesis fomentar las comisiones de pastoral penitenciaria, que sensibilicen a la sociedad sobre la grave problemática carcelaria, estimulen procesos de reconciliación dentro del recinto penitenciario e incidan en las políticas locales y nacionales en lo referente a la seguridad ciudadana y la problemática penitenciaria.
Construir el Reino sirviendo y renunciando al triunfalismo

Una tentación permanente para los cristianos, para los grupos creyentes y para las Iglesias, es trabajar por el Reino de Dios buscando el éxito, el triunfo y no el servicio.
Esto nos lleva a valorar las grandes personalidades, los grandes acontecimientos, las liturgias esplendorosas, los lugares más impresionantes y no valoramos de igual manera al mendigo, al migrante.
Rendimos culto a Dios en las personalidades, en los actos solemnes, pero ignoramos la principal imagen de Dios que se refleja en el indígena, el campesino, el ser humano en desgracia.

El profeta Isaías nos enseña que el camino de la justicia, de la misericordia y la solidaridad no es un idílico sendero tapizado de rosas.
La persona que opta por la verdad y la equidad debe prepararse al rechazo más rotundo e, incluso, a una muerte ignominiosa.
Basta leer cualquier página del evangelio para verificar que ésta es la realidad de Jesús, su opción y su camino.
Para Jesús y sus acompañantes el camino a Jerusalén estaba plagado de dificultades, incertidumbres y ambigüedades. Una de ellas, era la incapacidad del grupo de discípulos para reconocer la identidad de Jesús.
 Aunque él había demostrado a lo largo del camino que su interés no era el poder, en todas sus variedades, sino el servicio, en todas sus posibilidades, sin embargo, sus seguidores se empeñaban en hacerse una imagen triunfalista de su Maestro.
A Pedro le parece una barbaridad que Jesús diga que va a ser rechazado, perseguido y llevado a la muerte por los dirigentes del pueblo, senadores, sumos sacerdotes y letrados.
No es ése el camino que debía seguir el mesías según las tradiciones que ellos habían recibido; al contrario: el camino del descendiente de David debía ser el del triunfo y la gloria para sí y para el pueblo que Dios se había elegido en propiedad.
 Jesús, entonces, debe recurrir a duras palabras para poner en evidencia la falta de visión de quienes lo seguían.
Pedro sigue aferrado a la ideología del caudillo nacionalista o del líder religioso y no descubre en Jesús al «siervo sufriente» que anunció el profeta Isaías.
Ninguno de los discípulos está de acuerdo con Jesús, aunque él esté realizando la voluntad del Padre. En medio de esta crisis del grupo de discípulos, Jesús decide continuar el camino y tratar de enderezar la mentalidad de sus discípulos.
El anuncio que Jesús hace de las dificultades que van a venir, la debe ser tomado siempre como una consecuencia inevitable, no como algo buscado... Jesús no buscó la Cruz, ni debemos buscarla nosotros.

Buscar el reino de Dios con Jesús y como Jesús significa para nosotros hoy, renunciar a buscarlo por el camino del triunfo, renunciar a buscarlo por el camino del poder que oprime, y renunciar a buscarlo por camino de la riqueza que discrimina.
Buscar el reino de Dios con Jesús y como Jesús significa para nosotros hoy buscar el rostro de Jesús en el rostro de los más desamparados.
 En El documento de Puebla y en el de Aparecida, los Obispos nos ofrecen una lista de los rostros sufrientes de Jesucristo hoy (Documento de Puebla del número 32 al 39, Documento de Aparecida del número 407 al 430)
Pero no basta contemplar, hay que interpelarnos para descubrir cuál de esos grupos es el que más reclama nuestro servicio y buscar con otros creyentes la manera de atender estas situaciones procurando ir a las causas
Tenemos que comenzar por lo que tenemos más cerca, los más débiles que están en nuestro entorno y promover la organización participativa con objetivos claros y metas realizables

Septiembre 12 del 2015
Cosme Carlos Ríos


5 de septiembre de 2015

Ser discípulo de Jesús es
Hacer que oigan los sordos y que hablen los mudos

Aún hoy, hay  muchos sordos en nuestro mundo, y, lo que es más doloroso, algunos de esos sordos se llaman seguidores de Jesús: Son los que, negando con los hechos que Dios es Padre de todos, hacen o legitiman desigualdades.
Son los que no han comprendido que el color de la piel es lo menos importante del hombre, los que mantienen o levantan murallas entre los pueblos, los que limitan su amor a una raza, a una nación
También los que, se empeñan en ser católicos y se olvidan de tener un corazón universalista; los que, orgullosos por pertenecer a la religión verdadera se olvidan de ser respetuosos con los demás.
Y la causa última de todas esas sorderas está en la influencia de una ideología injusta del ser humano: La ideología nacionalista, y el racismo.

En el Antiguo Testamento los males que sufría el hombre se interpretaban como un castigo de Dios por sus pecados.
Tanto las desgracias individuales (como las enfermedades, la ruina económica, la muerte violenta...; como las colectivas (hambre, epidemias, sequías, inundaciones, desastres políticos y militares; eran consideradas como la señal de que Dios había vuelto la espalda a su pueblo.
Al contrario, cuando una desgracia se convertía en gozo, cuando se superaba un desastre, cuando de la esclavitud o la opresión se pasaba a la libertad..., entonces los acontecimientos se vivían como signo de que Dios había concedido su perdón y estaba de nuevo cerca de su pueblo
Cuando el profeta Isaías quiere anunciar al pueblo exiliado en Babilonia su liberación,  proclama que «se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará».
 Son éstas las señales que adelantan el fin del destierro de Babilonia y anuncian la liberación.
El evangelio de hoy nos dice que, saliendo Jesús de nuevo de la región de Tiro, se dirigió por Sidón hacia el mar de Galilea, por en medio de los límites de la Decápolis, todo en territorio pagano.
Y le trajeron un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. Es una de las pocas veces que vemos a Jesús fuera de su país.
Jesús prácticamente no viajó al extranjero. Es importante señalar que en aquel entonces, ir al «extranjero» es también ir al «mundo de los paganos»... no como hoy. En este pasaje observamos a Jesús en medio de gente de otra religión…
El sordo tartamudo no se acerca a Jesús por propia iniciativa ni pide la curación; son unos sujetos anónimos quienes lo llevan a Jesús.
En la tradición profética, la sordera o la ceguera son figura de la resistencia al mensaje de Dios; paralelamente, en el evangelio son figura de la incomprensión y la resistencia al mensaje.
 Pero los que la padecen no son conscientes de ella, son otros los que lamentan el defecto y acuden a Jesús.
El obstáculo que impide a los discípulos aceptar el mensaje de Jesús (sordera) y proponer el verdadero mensaje (tartamudez) es la ideología nacionalista y exclusivista del judaísmo: siguen manteniendo la superioridad judía y no acaban de aceptar la igualdad de todos los pueblos en relación con el Reino.
Por eso actúa Jesús primero sobre el oído, para cambiar la mentalidad. El pasaje indica que los discípulos, al entrar en contacto con gente de otros pueblos (orilla pagana del lago), muestran total cerrazón a todo lo no judío.

Ser discípulos de Jesús, hoy, implica quitar la sordera, luchar contra las ideologías que  hacen diferencias y producen discriminación y enfrentamiento entre las personas grupos pueblos y religiones.
Ser discípulos de Jesús, hoy, abrir la boca en defensa de todos los grupos marginados y discriminados: En este día levantar la voz en defensa de los migrantes.
Ser discípulos de Jesús, hoy, esforzarnos por construir fraternidad, asumiendo juntos nuestra responsabilidad social, buscando juntos el bien de todos, desde nuestras colonias y barrios hasta en nuestros municipios.
Cosme Carlos Ríos
Septiembre o5 2015