12 de septiembre de 2015

Construir el Reino sirviendo y renunciando al triunfalismo

Una tentación permanente para los cristianos, para los grupos creyentes y para las Iglesias, es trabajar por el Reino de Dios buscando el éxito, el triunfo y no el servicio.
Esto nos lleva a valorar las grandes personalidades, los grandes acontecimientos, las liturgias esplendorosas, los lugares más impresionantes y no valoramos de igual manera al mendigo, al migrante.
Rendimos culto a Dios en las personalidades, en los actos solemnes, pero ignoramos la principal imagen de Dios que se refleja en el indígena, el campesino, el ser humano en desgracia.

El profeta Isaías nos enseña que el camino de la justicia, de la misericordia y la solidaridad no es un idílico sendero tapizado de rosas.
La persona que opta por la verdad y la equidad debe prepararse al rechazo más rotundo e, incluso, a una muerte ignominiosa.
Basta leer cualquier página del evangelio para verificar que ésta es la realidad de Jesús, su opción y su camino.
Para Jesús y sus acompañantes el camino a Jerusalén estaba plagado de dificultades, incertidumbres y ambigüedades. Una de ellas, era la incapacidad del grupo de discípulos para reconocer la identidad de Jesús.
 Aunque él había demostrado a lo largo del camino que su interés no era el poder, en todas sus variedades, sino el servicio, en todas sus posibilidades, sin embargo, sus seguidores se empeñaban en hacerse una imagen triunfalista de su Maestro.
A Pedro le parece una barbaridad que Jesús diga que va a ser rechazado, perseguido y llevado a la muerte por los dirigentes del pueblo, senadores, sumos sacerdotes y letrados.
No es ése el camino que debía seguir el mesías según las tradiciones que ellos habían recibido; al contrario: el camino del descendiente de David debía ser el del triunfo y la gloria para sí y para el pueblo que Dios se había elegido en propiedad.
 Jesús, entonces, debe recurrir a duras palabras para poner en evidencia la falta de visión de quienes lo seguían.
Pedro sigue aferrado a la ideología del caudillo nacionalista o del líder religioso y no descubre en Jesús al «siervo sufriente» que anunció el profeta Isaías.
Ninguno de los discípulos está de acuerdo con Jesús, aunque él esté realizando la voluntad del Padre. En medio de esta crisis del grupo de discípulos, Jesús decide continuar el camino y tratar de enderezar la mentalidad de sus discípulos.
El anuncio que Jesús hace de las dificultades que van a venir, la debe ser tomado siempre como una consecuencia inevitable, no como algo buscado... Jesús no buscó la Cruz, ni debemos buscarla nosotros.

Buscar el reino de Dios con Jesús y como Jesús significa para nosotros hoy, renunciar a buscarlo por el camino del triunfo, renunciar a buscarlo por el camino del poder que oprime, y renunciar a buscarlo por camino de la riqueza que discrimina.
Buscar el reino de Dios con Jesús y como Jesús significa para nosotros hoy buscar el rostro de Jesús en el rostro de los más desamparados.
 En El documento de Puebla y en el de Aparecida, los Obispos nos ofrecen una lista de los rostros sufrientes de Jesucristo hoy (Documento de Puebla del número 32 al 39, Documento de Aparecida del número 407 al 430)
Pero no basta contemplar, hay que interpelarnos para descubrir cuál de esos grupos es el que más reclama nuestro servicio y buscar con otros creyentes la manera de atender estas situaciones procurando ir a las causas
Tenemos que comenzar por lo que tenemos más cerca, los más débiles que están en nuestro entorno y promover la organización participativa con objetivos claros y metas realizables

Septiembre 12 del 2015
Cosme Carlos Ríos


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