12 de diciembre de 2015

El Señor está cerca, alegrémonos

Nuestra sociedad se prepara para celebrar la Navidad, pero entre  nosotros resalta el individualismo, la competitividad, el aspecto comercial, el exceso en el comer y en el beber.
No aprovechamos este tiempo para integrarnos más, para construir la armonía entre las personas y los demás seres humanos.

El texto del profeta Sofonías nos habla de un tiempo poco antes del reinado de Josías. El país se hallaba sumido en la mayor miseria moral y hacía tiempo se dejaba sentir la amenaza de Asiria.
Sofonías, testigo de los grandes pecados de Israel y del duro castigo con que Dios va a purificar a su pueblo, preanuncia la restauración y redención que Dios va a obrar. A los beneficiarios de ella, los llama el “resto”. Con este “resto” creará Dios un pueblo nuevo.
Al final de su libro Sofonías vislumbra algunas luces de esperanza: el rey Josías se presenta como un gran reformador y Asiria parece aflojar por el momento su cerco.
Es la ocasión para anunciar días mejores para Jerusalén, e invitar a la alegría a través de una gran fiesta en la que todo serán danzas, alegría y regocijo.
 Ahora ya no es Israel el que se goza en el Señor; es el mismo Señor quien se goza con su nuevo pueblo. Es como el “esposo” que se goza en la “esposa”.
Muchas veces en los profetas la “Alianza” es presentada como “Desposorio”: “Yahvé, tu Dios, está en medio de ti; exulta de gozo por ti y se complace en ti; te ama y se alegra con júbilo; hace fiesta por ti”.
Los textos de la liturgia de hoy nos invitan a la alegría. Ese es el modo de esperar al Señor: la auténtica alegría del pueblo de Dios es Cristo, el Mesías largo tiempo esperado.
El pasaje de Lucas nos habla del testimonio de Juan Bautista, el precursor. Su predicación impresiona al pueblo, la gente se acerca para preguntarle: “¿Qué debemos hacer?”.
Es una prueba de que han comprendido el mensaje, perciben que el bautismo de Juan exige un comportamiento. La respuesta llega enseguida: compartan lo que tengan: vestido, comida, etc.
No se pregunta lo que hay que pensar, ni siquiera lo que hay que creer. El Evangelio pretende que el oyente de la Palabra de Dios se convierta, es decir, que su conducta y su comportamiento estén de acuerdo con la justicia que exige el Reino.
La buena noticia entraña una exigencia nítida: los que tienen bienes o poder deben compartirlos con los que no tienen nada, o son más débiles.

Vivir la alegría del Adviento significa recordar que nos estamos preparando para celebrar al Emmanuel (Dios con nosotros)
Vivir la alegría del Adviento significa para nosotros abrir los ojos y vislumbrar la esperanza en aquellos que construyen la justicia y la hermandad por ejemplo en la lucha de la Hermana Consuelo Morales, acompañando a las víctimas de los desaparecidos.
Igualmente en los esfuerzos del Padre Chemita y su defensa de los ejidatarios del poblado San Juan, Cadereyta, su lucha contra la contaminación ambiental.
Vivir el Adviento significa también, abrir los ojos y descubrir la esperanza en todos aquellos que, desde lo pequeño luchan para construir un mundo mejor

Diciembre 12 del 2015
Cosme Carlos Ríos


No hay comentarios:

Publicar un comentario