15 de noviembre de 2014

Poner nuestros talentos al servicio del Reino

Aumentar la productividad es una consigna vigente en todas las empresas capitalistas: lo importante es producir mucho y muy rápido, aunque al final se produzca más de lo que se vende y se genere desempleo.
Hemos olvidado o descuidado la  tarea de: Conservar, proteger y defender a toda persona, a los animales, las plantas, la tierra el aire y el agua.
En nuestro México hace mucha falta que pongamos nuestras capacidades al servicio de la lucha contra la violencia, el crimen organizado y la corrupción.

La lectura del libro de los Proverbios ensalza la laboriosidad de la mujer, pero esa laboriosidad tiene una orientación hacia el pobre y el desvalido.
El evangelio de hoy destaca la eficiencia en la producción, pero esta eficiencia es la eficiencia "por-el-Reino", la que está puesta al servicio de la causa de la solidaridad y del amor. No es la eficiencia del que logra aumentar la producción.
Para entenderlo mejor conviene aclarar: en qué consisten, qué son los talentos,  y qué es lo que hay que producir.
Si Dios es incompatible con la riqueza, es imposible que sea dinero lo que entrega a los suyos.
Por tanto, esos talentos tienen que representar un valor más cercano al ideal evangélico: Han de ser riquezas no de las que se amontonan en la tierra, sino de las que se amontonan en el cielo.
Los talentos son la capacidad de cada cual de contribuir a la realización del proyecto que Dios tiene para la humanidad.
El capital que hemos recibido de Dios es la fe, el haber encontrado a Jesús y conocido su mensaje, el saber que Dios es Padre y quiere que todos seamos hermanos.
Habernos enterado de que Dios quiere que convirtamos la existencia humana en una fiesta y que alcancemos la felicidad de todos por medio del amor.
El producto que se espera es doble: En primer lugar hacer eficaz el amor que Dios nos manifiesta contribuyendo, a que el proyecto de Dios se realice, colaborar para que la comunidad cristiana, la Iglesia, viva y realice de verdad el evangelio.
En segundo lugar, compartir esa riqueza con todos aquellos que la quieran aceptar, dar a conocer la Buena Noticia de Jesús a quienes no la conozcan e invitarlos a sumarse a la tarea de convertir este mundo en un mundo de hermanos.
Cada uno debe producir según su capacidad. Y todos los que lo hagan así recibirán el mismo premio:
Dios no da su amor para que se guarde escondido, ni para que se disfrute en exclusiva, sino para que se comparta, para que se comunique, para que, actuando en nosotros, produzca más amor.
Además no estamos participando en una competencia: a ver quién produce más. No se trata de producir más que los demás, sino de producir el máximo que cada uno pueda.

Haremos buen uso de los talentos que Dios nos dio si evitamos ser productivos sólo individualmente, y si evitamos que nuestra productividad dañe a otros.
Haremos buen uso de los talentos que Dios nos dio si luchamos duramente en defensa de toda persona, de los animales, de las plantas, de la tierra, el aire y el agua.
Haremos buen uso de los talentos que Dios nos dio si nos hacemos cargo de la terrible situación que vive nuestro país y comenzamos a buscar caminos para erradicar la violencia, la corrupción y el crimen organizado
Noviembre 15 del 2014

Cosme Carlos Ríos

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