Textos conciliares
LG 40: Jesús es el modelo cristiano de la santidad. La
santidad consiste en su seguimiento. La santidad cristiana suscita un nivel de
vida más humano incluso en la sociedad terrena
(cf
también GS 11, 15, 41; AA 5).
LG 41: Una misma es la santidad de todos los cristianos, y
se alcanza precisamente en el desarrollo diario de las ocupaciones y
preocupaciones de la propia vocación y estado de vida de cada uno, «en las
condiciones, ocupaciones o circunstancias de su vida, y a través de todo ello».
LG
42: «Quedan, pues, invitados y aun obligados todos los fíeles cristianos a
buscar insistentemente la santidad y la perfección dentro del propio estado».
LG 10-11: Los
cristianos ejercen su sacerdocio común por medio de todas sus obras,
ofreciéndose a sí mismos como hostia viva. Todos, de cualquier estado y
condición, están llamados, cada uno por su camino, a ser perfectos como lo es
el Padre.
GS 38: La caridad no hay que buscarla únicamente en los
acontecimientos importantes, sino, ante todo, en la vida ordinaria.
LG 34: Los seglares y la consagración del mundo por el
sacerdocio común.
Palabra de Dios
— Mt 5,43-48: Sed perfectos (buenos del todo) como vuestro
Padre.
— 1 Tes 4,3: Esta es la voluntad del Padre: vuestra santificación.
— Rom 12,1-2: Ofreced a Dios vuestra existencia como sacrificio
agradable.
— Col 3,9b-17: Revestíos del hombre nuevo, de las virtudes de
los santos.
— Gal 5,16-26: Vivir según el Espíritu, no según la carne.
— 1 Cor 10,31: Hacedlo todo a mayor gloria de Dios.
— Jn 4,21-24: Adorar en espíritu y en verdad.
— He 17,28: En quien nos movemos y existimos.
Cuestiones para el diálogo
— Las imágenes de los santos: estatuas, estampas...
¿Qué «imagen» de santidad reflejan?
Reflexión
1. La mayor parte de las religiones han pensado que Dios, en
cuanto misterio y en cuanto santo, está más allá del hombre y de la historia,
enteramente separado y distanciado. De ahí que se haya llegado a definir la santidad
como separación y distanciamiento de lo profano. Santo, sagrado,
separado... vienen a ser sinónimos. Pero, para nosotros, desde Jesús, esto
debe ser corregido. Dios, con su santidad, se ha encarnado, ha
asumido nuestra naturaleza y nuestra historia, y, desde entonces,
se han roto las barreras entre lo sagrado y lo profano. Todo es sagrado,
para quien sabe ver, bajo las leves envolturas de la tierra y de la historia,
la presencia de Aquel que es y que viene.
2. Aunque esto sea así, en la historia del cristianismo volvieron
a entrar influjos filosóficos ajenos (idealismo, platonismo,
maniqueísmo, etc.) que lograron desterrar la santidad a un forzado exilio de
huida del mundo. La vida monástica se constituyó en prototipo de la santidad en
la iglesia. El resultado popular fue contundente: «La santidad es para los
monjes y los clérigos».
3. El Vaticano II nos plantea la exigencia de volver a
una concepción más cristiana de la santidad. Se trata, por tanto, de una
santidad encarnada, no separada, no huida de este mundo. Repite insistentemente
el texto conciliar (LG 41) .que esta santidad ha de alcanzarse en la vida
diaria, en las ocupaciones y preocupaciones de cada estado de vida y condición,
no en una separación o huida del mundo. El fundamento teológico de todo
esto es, además de la ley de la encarnación cristiana, el sacerdocio común de
los fíeles (LG 10-11), verdad teológica eminentemente bíblica, olvidada en el
siglo XVI y redescubierta por el Vaticano II. Esta fecundísima visión teológica
implica una verdadera revolución en la existencia cristiana, en la que ya no
hay que hacer distinción entre zonas o tiempos sagrados y profanos. En todo
esto no hacemos sino recuperar el mensaje puramente neotestamentario.
4. Muy importante es subrayar un aspecto de la santidad
cristiana que repite el texto conciliar en diferentes lugares, como un
involuntario estribillo que delata una nueva forma de pensar: la santidad, la
vida, el mensaje cristiano suscitan en el mundo un nivel de vida más humano
incluso en la sociedad terrena, presentan soluciones plenamente humanas,
responden a los anhelos y exigencias más hondos del corazón humano, son plenamente
humanizantes, perfeccionan cada vez más la propia dignidad humana, etc. (LG
40; GS 11, 15, 41; AA 5).
5. Otro punto clave a no olvidar: el famoso párrafo último
del capítulo V de la Lumen Gentium. Quedan, pues, todos «invitados y
aun obligados» a la santidad. Nunca se había dicho esto con tanta
rotundidad. Más aún, «todos deben estar prestos a confesar a Cristo delante de
los hombres» por el martirio (LG 42).
6. Sería bueno ver todo esto en la perspectiva histórica de
la evolución de los conceptos de santidad y de la espiritualidad
correspondiente: del «ora et labora» a las espiritualidades apostólicas del
«contemplata aliis tradere » y el «contemplativus in actionen». Ya modernamente
llegaríamos a la espiritualidad de la teología del trabajo y de las realidades
terrestres. Y después del Concilio hablaríamos de «contemplativus in
liberatione» y de una nueva perspectiva de «santidad política».
Examen
— ¿Somos de los que damos por descontado
que «la santidad es cosa de curas y monjas»?
Conversión
— Propiciar un lenguaje nuevo pero explícito sobre la
santidad.
— Colaborar con nuestra vida y testimonio a quitar las connotaciones
negativas de la palabra «santidad».
— Denunciar el modelo preconciliar y evasivo de santidad que
patrocinan todavía algunos grupos.
— Hacer consciente en mi propia espiritualidad la perspectiva
teológica del sacerdocio común.
— Revisar mi práctica de oración personal y comunitaria.
Preces
— Por todos los que creen que la santidad no es para ellos.
— Por todos los que están en situaciones difíciles de lucha por
la justicia, para que el Señor los sostenga y les haga modelo de «santidad
política».
— Por todos los que prevén la posibilidad del martirio en su
vida, para que acojan fielmente este don de Dios.
— Para que la iglesia universal no ignore sino que venere los
muchos mártires que actualmente estamos teniendo en algunas zonas de la
iglesia.
— Para que integremos nuestras tareas más cotidianas en la
perspectiva de la llamada a la santidad.
Oración
Dios, Padre nuestro, tú eres el solo santo, y quieres que
seamos buenos del todo, como tú. Abre nuestros ojos para que descubramos los
muchos santos que nos rodean, para que sepamos también nosotros encontrar la santidad
en la vida diaria. Por J.n.S.
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