23 de marzo de 2013

Acompañemos a Jesús, el siervo de Yahvé
 En nuestras celebraciones de este día, con frecuencia damos más importancia al teatro, a la representación, que al sentido profundo del misterio de Jesús que celebramos.
 Insistimos en la procesión de Ramos y cantamos de modo triunfal, pues refuerza nuestro anhelo de poder y de superioridad, a diferencia de Jesús que entra en Jerusalén como servidor que entra para culminar su misión.

 El domingo de Ramos constituye la puerta de entrada a la Semana Santa, en la que celebramos el Misterio pascual de Jesús: su Muerte y resurrección. Por ello la celebración tiene en sí, el doble aspecto de muerte y de vida.
 La Liturgia nos presenta a Jesús como e siervo de Yahvé, que de una manera plena escucha con oído atento la voz de Dios, el que conforta al abatido con palabras de aliento y cumple con fidelidad, hasta sus últimas consecuencias, la misión que se le ha encomendado.
 La historia de la Pasión según san Lucas nos presenta como un juicio la comparecencia de Jesús ante la autoridad religiosa, representada por el sumo sacerdote, y, por la autoridad civil, representada por Poncio Pilatos.
 El juzgador religioso los interroga sobre su identidad, si es el Cristo, si es el hijo de Dios, y termina declarándolo culpable de blasfemia.
 Ante Pilato, Jesús es acusado de agitador. Pilato le pregunta si es el rey de los judíos; sabiendo que Jesús ha actuado en Galilea, trata de evadir la responsabilidad y lo turna a Herodes.
 Tampoco Herodes lo encuentra culpable y lo regresa a Pilato quien, presionado por las autoridades judías, lo condena a la muerte de cruz
El evangelio de los Ramos en la versión de Lucas nos presenta a Jesús, que, montado en un burrito es proclamado como rey por la multitud de discípulos galileos.
 La pasión y muerte de Jesús, en cuanto sufrimiento y muerte, no forman parte del designio de Dios. Son exigencia del pecado instalado en la esencia del poder de este mundo.
 Los evangelios, y de forma especial el de Lucas, dejan muy claro quiénes fueron los verdaderos culpables de la muer¬te de Jesús: fueron ellos, los sumos sacerdotes, los letrados, los jefes, los reyes, los que se hacen llamar bien¬hechores de la humanidad... ¡en beneficio propio!

 Acompañar a Jesús en este día implica tener oídos abiertos a lo que Dios nos pide desde la vida de los desposeídos y desde su palabra.
 Acompañar a Jesús en este día implica hablar palabras de aliento que conforten a los abatidos, los presos, los migrantes, los enfermos, los ancianos abandonados …
 Acompañar a Jesús en este día implica continuar la lucha por el Reinado de Dios, por un mundo de amor, de justicia, de paz y de verdad, empezando por los más próximos.
 Lo que Dios nos pide hoy es que mantengamos nuestro compromiso de amor hasta el final, aunque los enemigos del amor nos hagan víctima de su odio asesino.
 Acompañar a Jesús en este día implica; que seamos solidarios con los herma¬nos, aunque los enemigos de la solidaridad nos intenten elimi¬nar.
Es el amor, la lealtad en el amor, lo que Dios quiere. Un amor sin límites, que será la manifestación del amor del mismo Dios.
 Hagamos sugerencias, propuestas para acompañar a Jesús, hoy
 CCR

No hay comentarios:

Publicar un comentario