22 de diciembre de 2012

Nuestro sacerdocio: Hacer la voluntad del Padre.
Ser serviciales y vivir la solidaridad
Muchos bautizados no se creen dignos y capaces de participar en la obra de Jesús. Consideran que esta tarea es responsabilidad de los ministros y de los Religiosos.
Sobrevaloramos a los que han recibido el orden sacerdotal, que es accidental en la Iglesia, ya que este sacerdocio se ordena a una función específica: el servicio de la comunidad.
No valoramos el sacerdocio bautismal que es lo esencial en el cristiano, ya que el bautismo nos incorpora a Jesucristo, y nos hace participar de su función sacerdotal: que consiste en una vida al servicio de Dios, desde el lugar en que cada uno está. En el bautismo nos hacemos pueblo de Dios
Sobrevaloramos las actividades relacionadas con el culto y damos menos importancia al servicio, a la práctica de la justicia y de la solidaridad.

El profeta Miqueas es un profeta campesino; él está consciente de que el pueblo de Israel está humillado por sus enemigos: Los Asirios lo oprimen y comienza a surgir el imperio babilónico.
Pero de uno de los más modestos clanes de Judá surgirá su Libertador. Judá no debe desfallecer al verse rodeada de enemigos, sino que debe resistir, porque al fin saldrá victorioso.
La crisis actual es momentánea, porque Yahvé hará surgir un líder victorioso que será el libertador de sus compatriotas, el cual será oriundo de la pequeña aldea de Belén, aldea de pastores.
El autor de la llamada “Carta a los Hebreos”, es un predicador que pone como tema central el sacerdocio de Jesucristo.
Jesús ejerce el sacerdocio a través de su propio cuerpo, entregado totalmente a realizar la voluntad del Padre: con hechos y palabras hace presente el Reinado de Dios y muestra la misericordia del Padre y finalmente entrega su vida en la cruz.
En el mismo sacrificio que consagra a Cristo como sacerdote, nosotros también «quedamos consagrados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo.
El sacerdocio de Cristo nos hace a todos los creyentes sacerdotes como Él, al darnos la posibilidad de ofrecer nuestras vidas de amor y de servicio a Dios y a nuestros hermanos como verdadero sacrificio agradable a Dios.
El Evangelio de Lucas nos presenta a la elegida de Dios, la consagrada, la pequeña Nazaretana María, que vive su elección, y su consagración como madre del salvador, por medio de un servicio solidario.
No se dedica al culto, sino que se pone en camino para alivianar la carga de Isabel y ahí dos mujeres encintas, se encuentran y alaban a Dios que pone sus ojos en los de abajo.

Mientras llega la fiesta de la Encarnación, unidos a María anunciemos a todos que Dios, el Padre del Emmanuel toma partido por los de abajo, les hace justicia.
Mientras llega la fiesta de la Encarnación tomemos conciencia de que, en nuestro bautismo fuimos consagrados para hacer la voluntad del Padre, tanto en la Iglesia como en la sociedad, en la vida de familia, en el barrio, en el trabajo y en la escuela.
Mientras llega la fiesta de la Encarnación, como María, ejerzamos el culto del servicio y la solidaridad atendiendo a los menos favorecidos, representados por la Isabel del Evangelio.
Que el “Dios con nosotros” habite en cada uno, para hacer la voluntad del Padre
Sigamos apoyando movimiento ciudadano por la paz
CCR

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