20 de agosto de 2015

Es momento de renovar nuestra decisión

Con frecuencia los cristianos sentimos que la vida cristiana es muy exigente, pensamos que el camino de Jesús es muy difícil y abandonamos la causa.

El libro de Josué, que leemos hoy, es parte hoy es parte de Obra historiográfica deuteronomista que hace una relectura de la historia de Israel desde la óptica de teólogos simpatizantes con la dinastía davídica.
Antes de tomar posesión de la tierra prometida Josué organiza la gran asamblea de Siquem, como la reunión constitutiva del pueblo de las tribus.
Es el punto de partida de un movimiento nuevo que arranca del Éxodo. El pueblo debe aceptar su nueva identidad teológica, social, cultural.
El Dios del Éxodo es el que ve la opresión del pueblo, el que oye el griterío de dolor y conoce sus sufrimientos, el que está decidido a bajar para librarlo del poder de los opresores.
Las tribus que acompañan a Josué proceden de diferentes orígenes culturales, religiosos, étnicos, pero ahora se aglutinan, gracias a esta fe en el Dios del éxodo, en un solo pueblo: Israel.
Es la fe en Yahvé quien los integra en una alianza tribal. El corazón de esta alianza tribal es la fe común en este Dios de los pobres.
Pero supone también, identificar a los dioses »extraños» a los dioses extranjeros, imágenes corrompidas de Dios, que generan esclavitud y muerte: un sistema de impuestos, una vida de esclavos, una religión opresora.
Cambiar esos dioses por el Dios del Éxodo, fundando una sociedad de leyes para la vida, de reparto de la tierra, de culto nuevo basado en la pascua es el tema central de esta gran asamblea de Josué en Siquem.
Antes de tomar posesión de la tierra es el momento de renovar las decisiones, la fidelidad al Dios de la Alianza.
Hemos estado leyendo y meditando el capítulo 6 de San Juan. Jesús ha organizado a la gente y ellos han compartido el pan. Esto ha dado ocasión al discurso de Jesús.
Su enseñanza produjo, como era natural, sus efectos: En la muchedumbre y en dos grupos concretos: en los discípulos y en los apóstoles.
La muchedumbre califica de «intolerable» el discurso de Jesús. Es un discurso que,  plantea a los oyentes una grave exigencia: la fe en Jesús.
La "carne", la naturaleza humana no puede comprender por sí misma el misterio de Jesús pan vivo bajado del cielo.
Sólo el Espíritu Santo puede darnos la inteligencia necesaria para penetrar en este "misterio de fe".
Esta fé es una decisión personal, que incluye la aceptación personal de Jesús por parte del hombre.
La confesión de Pedro, no es algo personal; el evangelista pone en labios de Pedro la confesión de fé de la comunidad cristiana.
Con frecuencia, nosotros queremos convertir la palabra de Jesús en el ejercicio de un conjunto de ritos; pero, la palabra de Jesús nos lleva a cuestionar la vida diaria.
A veces, estamos tentados de abandonar la comunidad porque sentimos duro el camino de Jesús.
No obstante, la única respuesta posible para seguir a Jesús es un «sí» rotundo. Queremos seguirlo y queremos ser como él.

Hoy, como ayer, la lucha y el camino por el Reino implican ir contra la corriente y por lo mismo estar expuestos a la crítica y en ocasiones a la persecución.
Con Josué y con las tribus fieles a Yahvé  declaramos que queremos ser fieles a Dios que sacó a Israel de Egipto para formar una sociedad sin explotación y sin trabajos forzados
Con Pedro y con la comunidad cristiana renovamos nuestra fé en Jesús, en su causa, en su lucha por construir un mundo de amor, de justicia, de paz, de verdad, a pesar de las dificultades y conflictos
Iluminados y fortalecidos por el Espíritu Santo proclamamos: “¿Señor, a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna: Nosotros hemos creído que Tú eres el Hijo de Dios.
Cosme Carlos Ríos
Agosto 20 del 2015





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