8 de agosto de 2015

Buscar a Dios en el camino de la vida

Muchos creyentes buscamos a Dios en lo grande, en lo extraordinario y nos cuesta descubrir a Dios en el sufrimiento de la lucha y en las cosas y personas pequeñas.
Pretendemos hacer cosas extraordinarias con nuestras propias fuerzas y se nos olvida buscar en Dios la fuerza necesaria para la lucha difícil en la construcción del Reino

El relato sobre el profeta Elías está sumamente cuidado y lleno de detalles que hacen de esta simple huida algo más profundo y simbólico.
Las alusiones al desierto, a los padres, a los cuarenta días y cuarenta noches de camino, al alimento, al monte de Dios, nos hacen reconocer en el camino de Elías el camino inverso al que realizó Israel en el éxodo.
No es sólo una huida; es también una búsqueda de las raíces del pueblo que terminará en un encuentro con Dios.
Elías, desanimado por el fracaso en la lucha por la fidelidad a Yahvé huye, porque considera que «no es mejor que sus padres» en el trabajar por el reino de Dios y es mejor reunirse con ellos en la tumba.
Con el pan y el agua, Elías realiza su propio éxodo y llega al encuentro con Dios.
Este episodio de Elías nos habla del camino, de las tareas demasiado grandes para hacerlas con las propias fuerzas y de la necesidad de caminar apoyados en las fuerzas del alimento que nos mantiene.
El evangelio de Juan comienza hoy con el escándalo que se produce en los judíos porque Jesús se equipara al pan; pero más aún porque dice que ha “bajado del cielo”.
Para ellos esto no tiene explicación, puesto que conocen a Jesús desde su infancia y saben quiénes son sus padres.
Para ellos su vecino Jesús, no guarda relación alguna con las promesas del Padre y con su proyecto de justicia revelado desde antiguo.
Juan nos da a conocer una dimensión más profunda de la persona y de la obra de Jesús. En primer lugar, la adhesión a Jesús es obra también de Dios; es él mismo quien suscita la fe del creyente y lo atrae a través de su hijo.
Conocer a Jesús: su humanidad,  es apenas un primer paso; pero aceptarlo como enviado del Padre exige un despojarse totalmente para poder encontrar en él el camino que conduce al Padre.
Sólo este segundo momento permite descubrir que Dios se está revelando en Jesús tal cual es; esto es, un Dios íntimamente comprometido con la vida del ser humano y su quehacer.

Como la lucha de Elías, nuestra vida es una búsqueda y una lucha permanente por ser fieles a Jesús en la construcción del Reino de amor, de justicia de paz y de verdad.
Como Elías nos cansamos y nos desanimamos, pero, como él, buscamos a Dios y el alimento que nos hace fuertes para caminar en el camino del Reino.
Como los judíos del Evangelio de hoy  tenemos dificultad para ver a Dios en las personas y en las cosas pequeñas; nos hace falta un lente más potente, el lente de la fé que nos permite ver más fondo.
Para seguir caminando en la construcción del Reino necesitamos alimentarnos de Jesús, pan de vida: pan-Palabra, pan-Eucaristía


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