10 de enero de 2015

El bautizado, hijo amado de Dios, que tiene el Espíritu,
Elegido para humanizar lo que deshumaniza

En nuestro México hay situaciones que deshumanizan a la persona y a la sociedad, como son los problemas derivados de la pobreza, el hambre, la enfermedad, la corrupción y el crimen organizado …, sin embargo, mientras no nos toque a nosotros, la mayoría de los bautizados cerramos los ojos ante el problema.
Nos falta conciencia de que el bautizado es un hijo amado de Dios que ha recibido el Espíritu Santo para colaborar en el proyecto de Jesús de trabajar, con hechos y palabras en transformar las situaciones inhumanas en situaciones dignas de la persona humana.

La primera lectura de hoy, tomada del “Segundo Isaías”  presenta palabras pronunciadas durante el exilio y ante la inminencia del final del exilio.
Las personas en ese contexto son pobres, oprimidos, sin dinero, y con hambre. El destierro ha provocado una gran desesperanza y no son capaces de ver las señales de una nueva situación.
El profeta, atento a las señales de Dios, ve que se aproximan tiempos nuevos que ofrecen la oportunidad de retorno a la patria.
Ante ello, el profeta se descubre como hijo amado de Dios, como su servidor, que ha recibido el espíritu para hacer que la justicia llegue a las naciones.
El libro de los Hechos en un discurso de Pedro en la casa del centurión Cornelio, presenta a Jesús de Nazaret como consagrado por Dios, que le dio Espíritu Santo y cómo Jesús pasó haciendo el bien y sanando a los oprimidos por el diablo.
En el Evangelio de hoy, Jesús acude al llamado de Juan al igual que una gran parte de Israel; pero, para Jesús se hace evidente que el bautismo nos conecta con el proyecto del Padre
El bautismo de Jesús se convierte en una unción del Espíritu. Su tarea va a consistir en un testimonio de la urgencia y posibilidad de instaurar el Reino de Dios por medio de la conversión al evangelio.
Con su bautismo manifiesta Jesús su apoyo al movimiento suscitado por Juan y a su exhortación al cambio de vida, mostrando su compromi­so por la eliminación de la injusticia.
Su bautismo, sin embargo, signi­fica un compromiso de entrega por el bien de la humanidad, que incluye la disposición a dar la vida por procurarlo.
Al igual que Jesús los cristianos nos descubrimos como hijos amados, predilectos, enviados por el Padre a anunciar el evangelio ante la inminencia del Reino de Dios que ya se acerca.
Para cualquier cristiano, el bautismo lo compromete a realizar la misma misión que Jesús se propuso.

Celebrar el bautismo de Jesús implica para nosotros descubrir que, por ello somos hijos amados de Dios, que hemos recibido el Espíritu Santo para colaborar en el proyecto del Padre.
Celebrar el bautismo de Jesús implica para nosotros, que, como el profeta, tenemos que  a abrir los ojos y tomar conciencia de las situaciones que nos deshumanizan y que son contrarias al proyecto del Padre.

Celebrar el bautismo de Jesús implica para nosotros luchar para que todas las situaciones inhumanas se conviertan en humanas de acuerdo al proyecto del Reinado de Dios.
Esto nos exige, reunirnos, analizar la situación inhumana en sus causas profundas, señalarnos metas a corto y mediano plazo y descubrir los pasos que hoy tenemos que dar.
Exige también descubrir a los que, desde otras trincheras están luchando por lo mismo y hacer alianza respetuosa con ellos, buscando el bien común, sin protagonismos personales
Cosme Carlos Ríos

Enero 10 del 2015

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