Iglesia,
pueblo profético
En este
momento de nuestra historia La violencia en sus múltiples manifestaciones, el
narcotráfico y el fenómeno de la migración forzada, son situaciones que exigen
ser iluminadas desde la fé.
Esta
iluminación es necesaria para entender
la problemática y descubrir el rumbo que el pueblo de Dios ha de seguir para
realizar el proyecto de Jesús en nuestro aquí y ahora.
Sin embargo,
en las Iglesias, se nota más la ausencia y el silencio que la palabra
iluminadora y promotora de soluciones desde el proyecto de Jesús.
El
Deuteronomio fue elaborado a partir de pequeños fragmentos que fueron
compilados por el autor o los autores a lo largo de más de seiscientos años.
El documento
tuvo varias ediciones en las que fue sucesivamente ampliado. Insiste en la necesidad
de vivir unas relaciones interhumanas justas.
El capítulo
18 en la parte que leemos hoy, presenta la promesa acerca del profeta venidero.
Ese profeta se compara con Moisés. Viene
para indicar cuál es el rumbo que el pueblo debe seguir.
Todos los
pueblos tienen sus ideólogos que pretenden conservar y dirigir la historia y la
sociedad de acuerdo a los intereses de la clase dominante.
En la
antigüedad, esa función era ejercida por los adivinos, astrólogos o magos a
quienes las autoridades consultaban para tomar decisiones importantes.
En cambio Israel
acude a los profetas para que le ayuden a descubrir la voluntad de Yahvé
El profeta,
atento a los acontecimientos, interpretados desde la Alianza y de la Fé en
Yahvé, el dios del Éxodo, se preocupa
por mantener vivo el Espíritu de la Alianza, de modo que ayude a discernir en
torno a las realidades vitales del pueblo.
Esta
capacidad, para discernir cada situación en particular, fue una de las cosas
que más admiró la multitud en Jesús.
Jesús
respondía con la verdad simple y llana. Jesús estaba interesado en la situación
particular de cada ser humano: en sus sufrimientos, en las ideas que lo
atormentaban, en aquellas cosas que le impedían ser libre y espontáneo.
Jesús
declaró abiertamente: El sábado, o sea la ley, las costumbres, todo lo
prescrito, está al servicio de cada ser humano y no al contrario.
En los tiempos de Jesús, la falta de conocimientos
científicos y la ignorancia sobre el funcionamiento del cuerpo humano, hacía
que se atribuyeran algunas enfermedades a la acción de los demonios.
Sobre todo las enfermedades mentales, ya que los gritos, ataques
y falta de control de los movimientos del enfermo, resultaban llamativos y
enigmáticos.
Decir “loco” equivalía a decir “endemoniado” y por esto, era
lo mismo que decir impuro: dominado o poseído por un “espíritu impuro”: el
diablo.
La lucha de Jesús contra los demonios fue una lucha
contra las ideologías instaladas en las sinagogas, que buscaban un mesías
glorioso, un militar implacable, un reformador religioso.
Jesús nunca se identificó con estos propósitos. Por
esta razón, conmina a los “espíritus inmundos” o ideologías opresoras a guardar
silencio y a no tratar de seducirlo con falsas aclamaciones y reconocimientos.
Como Jesús, la Iglesia, pueblo profético, (cada uno de
nosotros con los demás) tiene que analizar las situaciones de violencia,
narcotráfico y migración forzada, desde el proyecto de Jesús: “Que todos
tengamos vida y vida en abundancia”
Como Jesús, la Iglesia pueblo profético (cada uno de nosotros
con los demás) tiene que buscar caminos para llevar a cabo el proyecto de Jesús
en nuestro aquí y ahora.
Urge tomar conciencia de los problemas, urge
sentarnos por grupos y comunidad para analizar la situación y esclarecerla a la
luz de Jesús; urge encontrar caminos para realizar nuestra misión de pueblo
profético
Cosme Carlos Ríos
Enero 31 2015