Jesús es el servidor que se entrega.
En nuestras
Iglesias la imagen de Jesús aparece como una persona de poder y no de servicio,
pues los actos de culto y las vestiduras de los ministros reflejan más el
poderío que el servicio.
Obviamente quienes
han presentado esta imagen de Jesús son los hombres del poder
En la vida
diaria de los cristianos es notable la diferencia entre clérigos y laicos, como
si no fuéramos todos seguidores del crucificado, o como si lo más importante
fuera tener poder.
La primera
lectura que hacemos hoy corresponde a lo que se llama el Deutero Zacarías, que
abarca los capítulos del 9 al 14 y corresponde a la época de la dominación
griega.
Fue escrito entre el 300 y el 250 a. C. Los autores probablemente son levitas
defensores de los pobres Ellos hacen una crítica de los Tolomeos.
El texto de
hoy nos presenta la promesa del don del espíritu sobre los
descendientes de David y sobre los habitantes de Jerusalén
para que vuelvan a Dios con amor y confianza.
Con este espíritu podrán poner su mirada no en el triunfo sino en el
siervo que se entrega y es masacrado por fidelidad a la misión.
Lucas sitúa este párrafo en lo que se suele llamar la Encrucijada
crítica: Jesús ha realizado su ministerio acompañado de muchedumbres a las que
ha concedido innumerables beneficios.
Pero, por convicción y en ocasiones provocado por la situación, ha
dejado de observar normas o costumbres religiosas del pueblo que no estaban a
favor de la vida.
Los hombres del sistema religioso, en particular los escribas y
fariseos no han perdido oportunidad para atacarlo y tratar de desautorizarlo.
A consecuencia de esto las multitudes se han ido retirando de Jesús y
los discípulos, ansiosos de triunfo, se sienten defraudados y llenos de miedo.
Jesús siente la necesidad de reflexionar sobre su ministerio y se
retira con sus discípulos fuera del país, y, después de hacer oración los
interroga sobre la opinión de la gente sobre su misión y posteriormente sobre
la opinión que tienen ellos mismos.
Los discípulos, judíos nacionalistas y ávidos de
triunfo, por medio de su vocero responden: Tú
eres el Cristo de Dios, evidentemente entendido en sentido nacionalista y
triunfalista.
Jesús les declara entonces la suerte que espera
al Cristo: "El Hijo del Hombre tiene que sufrir mucho y ser rechazado por
las autoridades judías, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de
la Ley. Lo condenarán a muerte, pero tres días después resucitará.
Esta palabra de Jesús debería echar por tierra la
opinión de los discípulos y por ello Jesús insiste: "Si alguno quiere
seguirme, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz de cada día y que me
siga.
Creer en Jesús implica una renuncia permanente al
poder, al deseo de dominar, pues el Mesías nace de una nazarena y durante su
vida se manifiesta como hombre de pueblo.
Creer en Jesús implica llevar una vida de entrega
al pueblo en la lucha por la justicia y la solidaridad.
Creer en Jesús significa aceptar el rechazo de
los hombres de poder tanto político como religioso cuando se lucha defendiendo
los intereses del pueblo.
CCR
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