25 Enero 2011
Samuel Ruiz, el penúltimo profeta José Manuel Vidal
Religión Digital
Se fue Samuel Ruiz, el obispo de los indios, no en vano le llamaban “Tatic”, el padre de los indígenas. Y se fue con el cariño de los más pobres, el respeto de todo México y el aprecio generalizado de la Iglesia universal. Y con alguna crítica de los que no soportan a los profetas. Porque sus vidas y sus figuras les escuecen, les confrontan con el Evangelio y les dejan en evidencia.
Se fue el penúltimo profeta de la opción preferencial por los pobres. Se fue una figura eclesial y universal de la solidaridad. Se fue un obispo entregado, un sacerdote que lo dio todo por su pueblo, un teólogo de la praxis de la liberación y un icono de esa Iglesia samaritana que atrae a la gente y seduce sus corazones en pos de Cristo.
Se fue el penultimo profeta. Porque aún quedan algunos más, como Casaldáliga. La verdad es que hay pocos profetas. Cada vez menos. Tendríamos que preguntarnos el porqué. La Iglesia camina con dos patas: la del anuncio y la de la denuncia. Sin denuncia se queda coja. Y cada vez los está más. Nuestros profetas se han hecho mayores. Y no tienen relevo. Clara señal de que la institución se ha escorado excesivamente hacia el anuncio, descuidando la denuncia. Y, por lo tanto, ha perdido valencia evangélica.
Pero nos queda su memoria. La de los profetas que se van, pero permanecen en nuestro recuerdo y en nuestro corazón. Como faros luminosos. Como guías valientes. Como signos vivos de que otra Iglesia es posible.
Aunque a los malos “anunciadores” les cueste admitirlo, Romero, Helder Cámara, Ellacuría y tantos otros siguen vivos. Más que nunca. Por mucho que lo lamenten. Miren, por ejemplo, la reacción del portavoz del episcopado mexicano ante la muerte de una de las “glorias” de su Iglesia:
Tras el fallecimiento del obispo Samuel Ruiz García, la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) lamentó la noticia y lo recordó como un pastor “polémico” aunque querido por los fieles de Chiapas. En entrevista para Formato 21, el subdirector de Radio y Televisión de la Arquidiócesis, José de Jesús Aguilar, mencionó que Ruiz “fue una figura polémica, trabajó constantemente a favor de la pobreza, a favor de la gente de Chiapas”.
Recordó que “se dejó llevar al principio por la Teología de la Liberación” dado que no parte de la reflexión teológica, sino que se fundamenta de las necesidades del pueblo “al ver tanta marginación en Chiapas”, aunque este modelo “lo fue adecuando a todas las enseñanzas del magisterio de la Iglesia”.
Reconoció que Samuel Ruiz también fue un sacerdote “admirando por gente que no pertenece a la Iglesia católica, precisamente por este riesgo de vivir la fe católica de otra manera”.
Tomado de periodismo digital
Se fue Samuel Ruiz, el obispo de los indios, no en vano le llamaban “Tatic”, el padre de los indígenas. Y se fue con el cariño de los más pobres, el respeto de todo México y el aprecio generalizado de la Iglesia universal. Y con alguna crítica de los que no soportan a los profetas. Porque sus vidas y sus figuras les escuecen, les confrontan con el Evangelio y les dejan en evidencia.
Se fue el penúltimo profeta de la opción preferencial por los pobres. Se fue una figura eclesial y universal de la solidaridad. Se fue un obispo entregado, un sacerdote que lo dio todo por su pueblo, un teólogo de la praxis de la liberación y un icono de esa Iglesia samaritana que atrae a la gente y seduce sus corazones en pos de Cristo.
Se fue el penultimo profeta. Porque aún quedan algunos más, como Casaldáliga. La verdad es que hay pocos profetas. Cada vez menos. Tendríamos que preguntarnos el porqué. La Iglesia camina con dos patas: la del anuncio y la de la denuncia. Sin denuncia se queda coja. Y cada vez los está más. Nuestros profetas se han hecho mayores. Y no tienen relevo. Clara señal de que la institución se ha escorado excesivamente hacia el anuncio, descuidando la denuncia. Y, por lo tanto, ha perdido valencia evangélica.
Pero nos queda su memoria. La de los profetas que se van, pero permanecen en nuestro recuerdo y en nuestro corazón. Como faros luminosos. Como guías valientes. Como signos vivos de que otra Iglesia es posible.
Aunque a los malos “anunciadores” les cueste admitirlo, Romero, Helder Cámara, Ellacuría y tantos otros siguen vivos. Más que nunca. Por mucho que lo lamenten. Miren, por ejemplo, la reacción del portavoz del episcopado mexicano ante la muerte de una de las “glorias” de su Iglesia:
Tras el fallecimiento del obispo Samuel Ruiz García, la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) lamentó la noticia y lo recordó como un pastor “polémico” aunque querido por los fieles de Chiapas. En entrevista para Formato 21, el subdirector de Radio y Televisión de la Arquidiócesis, José de Jesús Aguilar, mencionó que Ruiz “fue una figura polémica, trabajó constantemente a favor de la pobreza, a favor de la gente de Chiapas”.
Recordó que “se dejó llevar al principio por la Teología de la Liberación” dado que no parte de la reflexión teológica, sino que se fundamenta de las necesidades del pueblo “al ver tanta marginación en Chiapas”, aunque este modelo “lo fue adecuando a todas las enseñanzas del magisterio de la Iglesia”.
Reconoció que Samuel Ruiz también fue un sacerdote “admirando por gente que no pertenece a la Iglesia católica, precisamente por este riesgo de vivir la fe católica de otra manera”.
Tomado de periodismo digital
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