Nadie debate la centralidad del empoderamiento ciudadano para la transformación social. Este blog quiere aportar, desde la crítica social y la teología, su grano de arena en esta tarea inaplazable: crear ciudadanía.
28 de mayo de 2016
21 de mayo de 2016
La Santísima Trinidad y nosotros
Una ola de muerte asedia a
nuestro planeta, la carrera de armamentos se puede volver contra los que la
corrieron, el mañana puede que no llegue nunca: Estamos olvidando el plan de
Dios para con nosotros, sus hijos
Estamos destruyendo poco a poco
la naturaleza: derrochamos los recursos humanos, se contaminan mares y ríos,
se exterminan las especies animales, la humanidad, en su gran mayoría, padece
hambre y violencia endémica. Esto contradice el Reino proclamado por Jesús
La violencia, la guerra, la
muerte y la destrucción se han convertido en los auténticos señores de una
humanidad esclavizada y que no es dócil a la voz del Espíritu.
Por esta ocasión en
vez de reflexionar sobre las lecturas bíblicas propongo reflexionar sobre este
texto del Concilio Vaticano II en la Constitución sobre la naturaleza de la
Iglesia.
En todo tiempo y en todo pueblo es grato a Dios quien le
teme y practica la justicia.
Sin embargo, fue voluntad de Dios el santificar y salvar
a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino
constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente.
Por ello eligió al pueblo de Israel como pueblo suyo,
pactó con él una alianza y le instruyó gradualmente, revelándose a Sí mismo y
los designios de su voluntad a través de la historia de este pueblo, y
santificándolo para Sí.
Pero todo esto sucedió como preparación y figura de la
alianza nueva y perfecta que había de pactarse en Cristo y de la revelación
completa que había de hacerse por el mismo Verbo de Dios hecho carne…
Ese pacto nuevo, a
saber, el Nuevo Testamento en su sangre, lo estableció Cristo convocando un
pueblo de judíos y gentiles, que se unificara no según la carne, sino en el
Espíritu, y constituyera el nuevo Pueblo de Dios.
Pues quienes creen en Cristo, renacidos no de un germen
corruptible, sino de uno incorruptible, mediante la palabra de Dios vivo, no de
la carne, sino del agua y del Espíritu Santo, pasan, finalmente, a constituir
«un linaje escogido, sacerdocio regio, nación santa, pueblo de adquisición...,
que en un tiempo no era pueblo y ahora es pueblo de Dios».
Este pueblo mesiánico tiene por cabeza a Cristo, «que fue
entregado por nuestros pecados y resucitó para nuestra salvación», y teniendo
ahora un nombre que está sobre todo nombre, reina gloriosamente en los cielos.
La condición de este pueblo es la dignidad y la libertad
de los hijos de Dios, en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un
templo.
Tiene por ley el nuevo mandato de amar como el mismo
Cristo nos amó a nosotros. Y tiene en último lugar, como fin, el dilatar más y
más el reino de Dios, incoado por el mismo Dios en la tierra, hasta que al
final de los tiempos
De esta manera vemos la acción de las tres divinas personas en su
relación con la Iglesia: El Padre que para santificar y salvar a los hombres
decide hacerlo constituyendo un pueblo: El pueblo de Israel.
El Nuevo Testamento
lo estableció Cristo en su sangre, convocando un pueblo de judíos y gentiles,
que se unificara no según la carne, sino en el Espíritu, y constituyera el
nuevo Pueblo de Dios.
La condición de este
pueblo es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios, en cuyos corazones
habita el Espíritu Santo como en un templo.
Celebrar a la primera persona de
la Trinidad: Dios Padre, implica para nosotros los creyentes reconocernos como
pueblo de Dios, familia de Dios que respeta, valora, protege y defiende cada
uno de los seres creados en su identidad y complementariedad, que en definitiva,
vela por el medio ambiente .
Celebrar a la segunda persona de
la Trinidad: Dios Hijo, implica para nosotros colaborar en la construcción del
Reino de Dios desde una opción por los pobres contra el hambre, contra la
enfermedad, contra la violencia, contra la migración forzada.
Celebrar a la tercera persona de
la Trinidad: El Espíritu Santo, “Señor y Dador de vida” implica para nosotros dejarnos guiar por su
impulso en defensa de la vida, de toda vida, de modo particular las que se ven
más amenazadas
Cosme Carlos Ríos
Mayo 21 2016
14 de mayo de 2016
El Espíritu Santo hace nace, guía y fortalece a la Iglesia para continuar la Misión
Tenemos
la costumbre de ver al Espíritu Santo en relación con nuestra vida personal,
pero poco lo vemos en la vida de la Iglesia y en nuestra misión de discípulos
de Jesucristo.
Poca
conciencia tenemos de que la evangelización es la tarea esencial de la Iglesia.
Muchos pretextos ponemos para participar en la misión, estos pretextos reflejan
nuestros miedos, nuestra inseguridad.
Dejamos
la misión de la Iglesia para los ministros, para los cristianos muy preparados
y el resto nos quitamos la responsabilidad que nos toca en la misión de
Jesucristo.
Pentecostés
no es una fiesta originariamente cristiana,
ni siquiera israelita, sino una celebración que es parte de una cultura
religiosa.
Como
«Fiesta de las Semanas» o «de la Cincuentena», en Israel fue una fiesta
netamente agraria, que celebraba el inicio de la cosecha.
Se
celebraba siete semanas (cincuenta días) a partir de la Pascua, para dar
gracias a Dios por la nueva cosecha
En
el judaísmo tardío se transformó en festividad plenamente religiosa: pasó a ser
memoria del don de la Ley en el Sinaí al pueblo liberado de Egipto.
Lucas,
autor del libro de Los Hechos, conocía
esta tradición y quiso asociar el don del Espíritu, enviado por Cristo
resucitado, al don de la Ley recibido en el Sinaí.
La
lectura de hoy señala además: “estaban
todos juntos en un mismo lugar”. Con estas palabras se quiere sugerir que
los presentes estaban unidos, no sólo en un mismo sitio, sino con el corazón.
Lucas
utiliza el símbolo del viento para hablar del don del Espíritu: Es una
forma de decir que se trata de una manifestación divina, ya que el actuar de
Dios no puede ser calculado ni previsto por el ser humano.
El
ruido llega “del cielo”, es decir, del lugar de la trascendencia, desde Dios.
Su origen es divino. Y es como el rumor de una ráfaga de viento impetuoso.
El
autor quería describir el descenso del Espíritu Santo como poder, como potencia
y dinamismo y, por tanto, el viento era un elemento para expresarlo
Lucas
se sirve luego de otro elemento: el fuego, que es símbolo de Dios como
fuerza irresistible y trascendente.
La
fuerza interior y transformadora del Espíritu, se vuelve ahora capacidad de
comunicación, que inaugura la eliminación de la antigua división entre los
seres humanos a causa de la confusión de lenguas en Babel
El
pecado condenado en el relato de la torre de Babel, es la preocupación egoísta
de los seres humanos que se cierran y no aceptan la existencia de otros grupos
y otras sociedades.
El
Espíritu debe venir continuamente para perdonar y renovar a los seres humanos
para que no se repitan más las tragedias causadas por el racismo, la cerrazón
étnica y los integrismos religiosos.
El
Espíritu de Pentecostés inaugura una nueva experiencia religiosa en la historia
de la humanidad: la misión universal de la Iglesia.
La
palabra de Dios, gracias a la fuerza del Espíritu, será pronunciada una y otra
vez a lo largo de la historia en diversas lenguas y será encarnada en todas las
culturas.
El
evangelio nos muestra que Jesús se hace presente en medio de sus discípulos
encerrados y llenos de miedo a los judíos.
Jesús
les desea la paz, la abundancia de los dones de Dios, se identifica ante ellos
mostrándoles las heridas que sufre por el anuncio y realización del Reino.
Declara:
“Como el Padre me envió, así los envío Yo”, y para que puedan realizar el
encargo, la misión, sopla sobre ellos y les dice: “Reciban el Espíritu Santo”
Celebrar
Pentecostés implica para nosotros abrirnos a la acción del Espíritu Santo, que
con su soplo infunde vida y con su fuego impulsa a continuar la misión de Jesús,
luchar contra nuestros miedos y nuestros complejos.
Celebrar
Pentecostés implica para nosotros repasar cada día la Misión de Jesús, para no
perderla de vista, y buscar la forma de realizarla en el tiempo y el lugar en
el que estamos nosotros.
Celebrar
Pentecostés implica para nosotros entender que la Misión no es sólo para las
personas de nuestro grupo, raza o religión, sino que es para todos.
Celebrar
Pentecostés implica para nosotros entender que la predicación no es para llamar la atención, sino para ayudar a
los hermanos en una forma comprensible a que conozcan, amen y sigan Jesucristo.
Cosme
Carlos Ríos
Mayo
14 del 2016
7 de mayo de 2016
A trabajar continuando la Misión de Jesús
Es hora de ponernos a trabajar continuando la Misión
Muchas personas nos
profesamos cristianos, pero ponemos nuestra identidad en una serie de prácticas,
sobre todo religiosas, pero sin una referencia explícita a Jesucristo.
Miramos a Jesucristo
en el Evangelio, en la Eucaristía, pero nos cuesta mucho ver al Cristo en la
historia, en el ser humano, en los pobres, que son la imagen principal de Dios.
Nos profesamos
discípulos de Jesucristo, pero no tenemos conciencia de que tenemos que
continuar la misión del Él: seguir construyendo el reino de Dios, construyendo
un mundo de justicia y fraternidad.
En este día la
Iglesia celebra la fiesta de la Ascensión del Señor, pero tenemos la costumbre
de hacer una separación temporal entre la Resurrección, la Ascensión y la
venida del Espíritu Santo.
El misterio pascual
de Jesús comprende estos tres aspectos, pero no hay entre ellos una separación
temporal, sino distintos aspectos del Misterio de Jesús resucitado.
Tampoco podemos
entender la Ascensión como un hecho físico (estamos hablando de un Misterio) y
lo que nos dice la Palabra es una forma para ayudarnos a comprender este
aspecto del Misterio Pascual.
El texto de los
Hechos que leemos hoy, afirma que Jesús Resucitado acompaña a sus discípulos y
les habla del Reino de Dios.
Les encarga que
esperen lo que les prometió: El Espíritu Santo con Él que serán testigos de
Jesús, en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los últimos rincones de
la tierra.
El texto refiere que
Jesús se fue elevando a la vista de los discípulos que se quedaron mirando al
cielo hasta que dos hombres vestidos de
blanco les dicen: ¿Qué hacen ahí plantados mirando al cielo?» Y les recuerdan
que Jesús volverá.
En la segunda
lectura, el autor, un discípulo de Pablo, se dirige a los destinatarios haciendo
expresa referencia a la misión de la Iglesia en medio del mundo (pagano).
En la oración que se nos
propone hoy, el autor pide para la Iglesia que “conozca”.
Pide que Dios, “el Padre de la gloria”, el “Dios de nuestro Señor
Jesucristo” les conceda “espíritu de sabiduría y revelación”
precisamente para “conocerlo perfectamente”.
De ese modo, podrán
profundizar tres elementos importantes: la esperanza en la llamada, la
riqueza de la gloria y la grandeza del poder desplegado en la Pascua.
Conocer a Dios implica
conocer su intervención activa en la historia de la salvación, llegada a su
plenitud en el “acontecimiento Cristo”.
Pero esto es imposible sin el espíritu de
sabiduría, esto es la capacidad de comprender, el reconocer el paso de Dios en
la vida, y de revelación, es decir la explícita manifestación de Dios que
aclara, interpreta la historia.
La relación de la
Iglesia con Cristo es inseparable. Es interesante notar que esta unión de los
creyentes con Cristo es tan plena que así como Cristo está resucitado y sentado
junto a Dios, del mismo modo, estando plenamente unidos a Cristo, los creyentes
ya están resucitados y sentados conjuntamente a Él
La Iglesia es
inseparable de Jesucristo de su vida y de su misión. La comunidad de discípulos
comparte los riesgos del mismo Jesús y está llamada a seguir a Jesús tanto en
la vida, como en la misión.
Si la misión de Jesús
fue mostrar con hechos y palabras el rostro misericordioso del Padre, a
nosotros los discípulos de hoy nos corresponde continuar la misión, contra toda
injusticia, contra todo lo que deshumaniza a la persona.
Celebrar hoy, la
Ascensión de Jesús implica para nosotros, sentirnos parte de Jesús, de su
persona, de su proyecto: Estar siempre mirando hacia Jesús, el Maestro, el
Modelo.}
Celebrar hoy, la
Ascensión de Jesús implica para nosotros, mirarlo en el Evangelio, mirarlo en
la Eucaristía, pero sobre todo aprender a mirarlo en el rostro de cada ser
humano, especialmente en los empobrecidos
Celebrar hoy, la Ascensión de Jesús implica
para nosotros, echarle ganas a la misión, trabajar sin cesar en la construcción
del Reino de Dios: Luchar por un mundo de justicia y fraternidad.
Cosme Carlos Ríos
Mayo 07 2016
A trabajar para continuar la Misión de Jesús
Es hora de ponernos a trabajar continuando la Misión
Muchas personas nos
profesamos cristianos, pero ponemos nuestra identidad en una serie de prácticas,
sobre todo religiosas, pero sin una referencia explícita a Jesucristo.
Miramos a Jesucristo
en el Evangelio, en la Eucaristía, pero nos cuesta mucho ver al Cristo en la
historia, en el ser humano, en los pobres, que son la imagen principal de Dios.
Nos profesamos
discípulos de Jesucristo, pero no tenemos conciencia de que tenemos que
continuar la misión del Él: seguir construyendo el reino de Dios, construyendo
un mundo de justicia y fraternidad.
En este día la
Iglesia celebra la fiesta de la Ascensión del Señor, pero tenemos la costumbre
de hacer una separación temporal entre la Resurrección, la Ascensión y la
venida del Espíritu Santo.
El misterio pascual
de Jesús comprende estos tres aspectos, pero no hay entre ellos una separación
temporal, sino distintos aspectos del Misterio de Jesús resucitado.
Tampoco podemos
entender la Ascensión como un hecho físico (estamos hablando de un Misterio) y
lo que nos dice la Palabra es una forma para ayudarnos a comprender este
aspecto del Misterio Pascual.
El texto de los
Hechos que leemos hoy, afirma que Jesús Resucitado acompaña a sus discípulos y
les habla del Reino de Dios.
Les encarga que
esperen lo que les prometió: El Espíritu Santo con Él que serán testigos de
Jesús, en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los últimos rincones de
la tierra.
El texto refiere que
Jesús se fue elevando a la vista de los discípulos que se quedaron mirando al
cielo hasta que dos hombres vestidos de
blanco les dicen: ¿Qué hacen ahí plantados mirando al cielo?» Y les recuerdan
que Jesús volverá.
En la segunda
lectura, el autor, un discípulo de Pablo, se dirige a los destinatarios haciendo
expresa referencia a la misión de la Iglesia en medio del mundo (pagano).
En la oración que se nos
propone hoy, el autor pide para la Iglesia que “conozca”.
Pide que Dios, “el Padre de la gloria”, el “Dios de nuestro Señor
Jesucristo” les conceda “espíritu de sabiduría y revelación”
precisamente para “conocerlo perfectamente”.
De ese modo, podrán
profundizar tres elementos importantes: la esperanza en la llamada, la
riqueza de la gloria y la grandeza del poder desplegado en la Pascua.
Conocer a Dios implica
conocer su intervención activa en la historia de la salvación, llegada a su
plenitud en el “acontecimiento Cristo”.
Pero esto es imposible sin el espíritu de
sabiduría, esto es la capacidad de comprender, el reconocer el paso de Dios en
la vida, y de revelación, es decir la explícita manifestación de Dios que
aclara, interpreta la historia.
La relación de la
Iglesia con Cristo es inseparable. Es interesante notar que esta unión de los
creyentes con Cristo es tan plena que así como Cristo está resucitado y sentado
junto a Dios, del mismo modo, estando plenamente unidos a Cristo, los creyentes
ya están resucitados y sentados conjuntamente a Él
La Iglesia es
inseparable de Jesucristo de su vida y de su misión. La comunidad de discípulos
comparte los riesgos del mismo Jesús y está llamada a seguir a Jesús tanto en
la vida, como en la misión.
Si la misión de Jesús
fue mostrar con hechos y palabras el rostro misericordioso del Padre, a
nosotros los discípulos de hoy nos corresponde continuar la misión, contra toda
injusticia, contra todo lo que deshumaniza a la persona.
Celebrar hoy, la
Ascensión de Jesús implica para nosotros, sentirnos parte de Jesús, de su
persona, de su proyecto: Estar siempre mirando hacia Jesús, el Maestro, el
Modelo.}
Celebrar hoy, la
Ascensión de Jesús implica para nosotros, mirarlo en el Evangelio, mirarlo en
la Eucaristía, pero sobre todo aprender a mirarlo en el rostro de cada ser
humano, especialmente en los empobrecidos
Celebrar hoy, la Ascensión de Jesús implica
para nosotros, echarle ganas a la misión, trabajar sin cesar en la construcción
del Reino de Dios: Luchar por un mundo de justicia y fraternidad.
Cosme Carlos Ríos
Mayo 07 2016
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