Los rostros sufrientes de Jesucristo
Documento de Puebla del no. 31 al 38
La situación de
extrema pobreza generalizada, adquiere en la vida real rostros muy concretos en
los que deberíamos reconocer los rasgos sufrientes de Cristo, el Señor, que nos
cuestiona e interpela:
- rostros de niños, golpeados por
la pobreza desde antes de nacer, por obstaculizar sus posibilidades de
realizarse a causa de deficiencias mentales y corporales irreparables; los
niños vagos y muchas veces explotados de nuestras ciudades, fruto de la pobreza
y desorganización moral familiar;
- rostros de jóvenes, desorientados
por no encontrar su lugar en la sociedad; frustrados, sobre todo en zonas
rurales y urbanas marginales, por falta de oportunidades de capacitación y
ocupación;
- rostros de indígenas y con
frecuencia de afroamericanos, que, viviendo marginados y en situaciones
inhumanas, pueden ser considerados los más pobres entre los pobres;
- rostros de campesinos, que como
grupo social viven relegados en casi todo nuestro continente, a veces, privados
de tierra, en situación de dependencia interna y externa, sometidos a sistemas
de comercialización que los explotan;
- rostros de obreros frecuentemente
mal retribuidos y con dificultades para organizarse y defender sus derechos;
- rostros de subempleados y
desempleados, despedidos por las duras exigencias de crisis económicas y muchas
veces de modelos de desarrollo que someten a los trabajadores y a sus familias
a fríos cálculos económicos;
- rostros de marginados y hacinados
urbanos, con el doble impacto de la carencia de bienes materiales, frente a la
ostentación de la riqueza de otros sectores sociales;
- rostros de ancianos, cada
día más numerosos, frecuentemente marginados de la sociedad del progreso que
prescinde de las personas que no producen.
Documento
de Aparecida
No.
402 y del no. 407 al 430
402. La
globalización hace emerger en nuestros pueblos, nuevos rostros de pobres. Con
especial atención y en continuidad con las Conferencias Generales anteriores,
fijamos nuestra mirada en los rostros de los nuevos excluidos: los migrantes,
las víctimas de la violencia, desplazados y refugiados, víctimas del tráfico de
personas y secuestros, desaparecidos, enfermos de HIV y de enfermedades
endémicas, tóxicodependientes, adultos mayores, niños y niñas que son víctimas
de la prostitución, pornografía y violencia o del trabajo infantil, mujeres
maltratadas, víctimas de la exclusión y del tráfico para la explotación sexual,
personas con capacidades diferentes, grandes grupos de desempleados/as, los
excluidos por el analfabetismo tecnológico, las personas que viven en la calle
de las grandes urbes, los indígenas y afrodescendientes, campesinos sin tierra
y los mineros.
La
Iglesia con su Pastoral Social debe dar acogida y acompañar a estas personas
excluidas en los
ámbitos que correspondan.
Rostros
sufrientes que nos duelen
8.6.1
Personas que viven en la calle en las grandes urbes
407. En
las grandes urbes es cada vez mayor el número de las personas que viven en la
calle.
Requieren
especial cuidado, atención y trabajo promocional por parte de la Iglesia, de
modo tal que mientras se les proporciona ayuda en lo necesario para la vida, se
los incluya en proyectos de participación y promoción en los que ellos mismos
sean sujetos de su reinserción social.
408.
Queremos llamar la atención de los gobiernos locales y nacionales para que
diseñen políticas que favorezcan la atención de estos seres humanos, al igual
que atiendan las causas que producen este flagelo que afecta a millones de
personas en toda nuestra América Latina y El Caribe.
409. La
opción preferencial por los pobres nos impulsa, como discípulos y misioneros de
Jesús, a buscar caminos nuevos y creativos a fin de responder otros efectos de
la pobreza. La situación precaria y la violencia familiar con frecuencia obliga
a muchos niños y niñas a buscar recursos
económicos
en la calle para su supervivencia personal y familiar, exponiéndose también a
graves riesgos morales y humanos.
410. Es deber social del Estado
crear una política inclusiva de las personas de la calle. Nunca se aceptará
como solución a esta grave problemática social la violencia e incluso el
asesinato de los niños y jóvenes de la calle, como ha sucedido lamentablemente
en algunos países de nuestro continente.
8.6.2
Migrantes
411. Es
expresión de caridad, también eclesial, el acompañamiento pastoral de los
migrantes. Hay millones de personas concretas que por distintos motivos están
en constante movilidad. En América Latina y El Caribe constituyen un hecho
nuevo y dramático los emigrantes, desplazados y refugiados sobre todo por
causas económicas, políticas y de violencia.
412. La
Iglesia, como Madre, debe sentirse a sí misma como Iglesia sin fronteras,
Iglesia familiar, atenta al fenómeno creciente de la movilidad humana en sus
diversos sectores. Considera indispensable el desarrollo de una mentalidad y
una espiritualidad al servicio pastoral de los hermanos en movilidad,
estableciendo estructuras nacionales y diocesanas apropiadas, que faciliten el
encuentro del extranjero con la Iglesia particular de acogida. Las Conferencias
Episcopales y las Diócesis deben asumir proféticamente esta pastoral específica
con la dinámica de unir criterios y acciones que ayuden a una permanente
atención también a los migrantes, que deben llegar a ser también discípulos y
misioneros.
413. Para
lograr este objetivo se hace necesario reforzar el diálogo y la cooperación
entre las Iglesias de salida y de acogida, en orden a dar una atención
humanitaria y pastoral a los que se han movilizado, apoyándolos en su
religiosidad y valorando sus expresiones culturales en todo aquello que se
refiera al Evangelio. Es necesario que en los Seminarios y Casas de formación
se tome conciencia sobre la realidad de la movilidad humana, para darle una
respuesta pastoral.
También
se requiere promover la preparación de laicos que con sentido cristiano,
profesionalismo y capacidad de comprensión, puedan acompañar a quienes llegan,
como también en los lugares de salida a las familias que dejan236. Creemos que
―la realidad de las migraciones no se ha de ver nunca sólo como un problema,
sino también y sobre todo, como un gran recurso para el camino de la humanidad‖.
414.
Entre las tareas de la Iglesia a favor de los migrantes está indudablemente la
denuncia profética de los atropellos que sufren frecuentemente, como también el
esfuerzo por incidir, junto a los organismos de la sociedad civil, en los
gobiernos de los países, para lograr una política migratoria que tenga en
cuenta los derechos de las personas en movilidad. Debe tener presente también a
los desplazados por causa de la violencia. En los países azotados por la
violencia se requiere la acción pastoral para acompañar a las víctimas y
brindarles acogida y capacitarlos para que puedan vivir de su trabajo. Asimismo,
deberá ahondar su esfuerzo pastoral y teológico para promover una ciudadanía
universal en la que no haya distinción de personas.
415. Los
migrantes deben ser acompañados pastoralmente por sus Iglesias de origen y
estimulados a hacerse discípulos y misioneros en las tierras y comunidades que
los acogen, compartiendo con ellos las riquezas de su fe y de sus tradiciones
religiosas. Los migrantes que parten de nuestras comunidades pueden ofrecer un
valioso aporte misionero a las comunidades que los acogen.
416. Las
generosas remesas enviadas desde Estados Unidos, Canadá, países europeos y
otros, por los inmigrantes latinoamericanos, evidencia la capacidad de
sacrificio y amor solidario a favor de las propias familias y patrias de
origen. Es, por lo general, ayuda de los pobres a los pobres.
Enfermos
417. La
Iglesia ha hecho una opción por la vida. Esta nos proyecta necesariamente hacia
las periferias más hondas de la existencia: el nacer y el morir, el niño y el
anciano, el sano y el enfermo. San Ireneo nos dice que ―la gloria de Dios es el
hombre viviente‖, aun el débil, el recién concebido, el gastado por los años y
el enfermo. Cristo envió a sus apóstoles a predicar el Reino de Dios y a curar
a los enfermos, verdaderas catedrales del encuentro con el Señor Jesús.
418.
Desde el inicio de la evangelización se ha cumplido este doble mandato. El
combate a la enfermedad tiene como finalidad lograr la armonía física,
psíquica, social y espiritual para el cumplimiento de la misión recibida. La
Pastoral de la Salud es la respuesta a los grandes interrogantes de la vida,
como son el sufrimiento y la muerte, a la luz de la muerte y resurrección del
Señor.
419 La
salud es un tema que mueve grandes intereses en el mundo, pero que no
proporcionan una finalidad que la trascienda. En la cultura actual no cabe la
muerte y, ante su realidad, se trata de ocultarla. Abriéndola a su dimensión
espiritual y trascendente, la Pastoral de la Salud se transforma en el anuncio de la muerte y
resurrección del Señor, única verdadera salud. Ella aúna en la economía
sacramental del amor de Cristo, el amor de muchos ―buenos samaritanos‖, presbíteros, diáconos, religiosas, laicos
y profesionales de la salud. Las 32.116 instituciones católicas dedicadas a la
Pastoral de la Salud en América Latina representan un recurso para la
evangelización que se debe aprovechar.
420. En
las visitas a los enfermos en los centros de salud, en la compañía silenciosa
al enfermo, en el cariñoso trato, en la delicada atención a los requerimientos
de la enfermedad se manifiesta, a través de los profesionales y voluntarios
discípulos del Señor, la maternidad de la Iglesia que arropa con su ternura,
fortalece el corazón y, en el caso del moribundo, lo acompaña en el tránsito
definitivo. El enfermo recibe con amor la Palabra, el perdón, el Sacramento de
la Unción y los gestos de caridad de los hermanos. El sufrimiento humano es una
experiencia especial de la cruz y de la resurrección del Señor.
421. Se
debe, por tanto, alentar en las Iglesias particulares la Pastoral de la Salud
que incluya distintos campos de atención. Consideramos de gran prioridad
fomentar una pastoral con personas que viven con el VIH Sida, en su amplio
contexto y en sus significaciones pastorales: que promueva el acompañamiento
comprensivo, misericordioso y la defensa de los derechos de las personas
infectadas; que implemente la información, promueva la educación y la
prevención, con criterios éticos, principalmente entre las nuevas generaciones
para que despierte la conciencia de todos a contener esta pandemia. Desde esta
V Conferencia pedimos a los gobiernos el acceso gratuito y universal
de los medicamentos para el Sida y las dosis oportunas.
Adictos
dependientes
422. El
problema de la droga es como una mancha de aceite que invade todo. No reconoce
fronteras ni geográficas ni humanas. Ataca por igual a países ricos y pobres, a
niños, jóvenes, adultos y ancianos, a hombres y mujeres. La Iglesia no puede
permanecer indiferente ante este flagelo que está destruyendo a la humanidad,
especialmente a las nuevas generaciones. Su labor se dirige especialmente en
tres direcciones: prevención, acompañamiento y sostén de las políticas gubernamentales
para reprimir esta pandemia. En la prevención insiste en la educación en los valores
que deben conducir a las nuevas generaciones, especialmente el valor de la vida
y del amor, la propia responsabilidad y la dignidad humana de los hijos de
Dios. En el acompañamiento, la Iglesia está al lado del drogadicto para
ayudarle a recuperar su dignidad y vencer esta enfermedad. En el apoyo a la
erradicación de la droga, no deja de denunciar la criminalidad sin nombre de
los narcotraficantes que comercian con tantas vidas humanas teniendo como meta
el lucro y la fuerza en sus más bajas expresiones.
423. En
América Latina y El Caribe, la Iglesia debe promover una lucha frontal contra
el consumo y tráfico de drogas, insistiendo en el valor de la acción preventiva
y reeducativa, así como apoyando a los gobiernos y entidades civiles que
trabajan en este sentido, urgiendo al Estado en su responsabilidad de combatir
el narcotráfico y prevenir el uso de todo tipo de droga. La ciencia ha indicado la
religiosidad como un factor de protección y recuperación importante para el
usuario de drogas.
424.
Denunciamos que la comercialización de la droga se ha hecho algo cotidiano en
algunos de nuestros países debido a los enormes intereses económicos en torno a
ella. Consecuencia de ello es el gran número de personas, en su mayoría niños y
jóvenes, que ahora se encuentran esclavizados y viviendo en situaciones muy
precarias, que recurren a la drogarse para calmar su hambre o para escapar de
la cruel y desesperanzadora realidad que viven.
425. Es
responsabilidad del Estado combatir, con firmeza y con base legal, la
comercialización indiscriminada de la droga y el consumo ilegal de la misma.
Lamentablemente, la corrupción también se hace presente en este ámbito, y
quienes deberían estar a la defensa de una vida más digna, a veces hacen un uso
ilegítimo de sus funciones para beneficiarse económicamente.
426.
Alentamos todos los esfuerzos que se realizan desde el Estado, la sociedad
civil y las Iglesias por acompañar a estas personas. La Iglesia Católica tiene
muchas obras que responden a esta problemática desde nuestro ser discípulos y
misioneros de Jesús, aunque todavía no de manera suficiente ante la magnitud
del problema; son experiencias que reconcilian a los adictos con la tierra, el
trabajo, la familia y con Dios. Merecen especial mención, en este sentido, las Comunidades
Terapéuticas, por su visión humanística y trascendente de la persona.
Detenidos en las cárceles
427. Una
realidad que golpea a todos los sectores de la población, pero principalmente
al más pobre, es la violencia producto de las injusticias y otros males que
durante largos años se ha sembrado en las comunidades. Esto induce a una mayor
criminalidad y, por ende, a que sean muchas las personas que tienen que cumplir
penas en recintos penitenciarios inhumanos, caracterizados por el comercio de
armas, drogas, hacinamiento, torturas, ausencia de programas de rehabilitación,
crimen organizado que impide un proceso de reeducación y de inserción en la
vida productiva de la sociedad. Hoy por hoy, las cárceles son con frecuencia,
lamentablemente, escuelas para aprender a delinquir.
428. Es
necesario que los Estados se planteen con seriedad y verdad la situación del
sistema de justicia y la realidad carcelaria. Se necesita una mayor agilidad en
los procedimientos judiciales, una atención personalizada del personal civil y
militar que en condiciones muy difíciles labora en los recintos penitenciarios,
y el reforzamiento de la formación ética y de los valores correspondientes.
429. La
Iglesia agradece a los capellanes y voluntarios que, con gran entrega pastoral,
trabajan en los recintos carcelarios, Con todo, se debe fortalecer la pastoral
penitenciaria, donde se incluyan la labor evangelizadora y de promoción humana
por parte de los capellanes y del voluntariado carcelario. Prioridad tienen los
equipos o Vicarías de Derechos Humanos que garanticen el debido proceso a los
privados de libertad y una atención muy cercana a la familia de los mismos.
430. Se
recomienda a las Conferencias Episcopales y Diócesis fomentar las comisiones de
pastoral penitenciaria, que sensibilicen a la sociedad sobre la grave
problemática carcelaria, estimulen procesos de reconciliación dentro del
recinto penitenciario e incidan en las políticas locales y nacionales en lo
referente a la seguridad ciudadana y la problemática penitenciaria.