25 de julio de 2015

Donde se comparte solidariamente Dios está actuando

El hambre es la enfermedad que causa más muertes: decenas de millares de niños cada día, decenas de millones de seres humanos cada año.
Pero el hambre no es sólo una enfermedad: para el que todavía no ha muerto, es la primera esclavitud.
Hoy en el siglo XXI, está más que probado que el hambre de los países pobres es la consecuencia de la hartura  de los países ricos.
El bienestar de las clases trabajadoras de estos países ricos no es fruto de mayor justicia, sino efecto de la injusticia que sufren los pueblos del Tercer Mundo.
El sistema imperante crea ricos cada vez más ricos, pero a costa de pobres cada vez más pobres

El profeta Eliseo se caracteriza por sus señales maravillosas milagros. Hoy leemos La multiplicación de los panes de cebada, narrado a continuación de una comida envenenada.
Se trata de veinte panes de cebada para cien hombres. El servidor de Eliseo sabe que la cantidad es escasa y lo manifiesta, pero Eliseo repite la orden con un añadido: “Comerán y sobrará”.
Lo que presentan a Eliseo es una ofrenda que alguien anónimo lleva a la comunidad de profetas en la que Eliseo juega un rol especial.
Es interesante notar que, a diferencia de Elías, que suele moverse aislado y muchas veces escondido, Eliseo anda en grupo de profetas.
El contexto parece indicar que era frecuente visitarlo en ocasiones especiales  y llevarles primicias de los frutos, seguramente para pedir su intercesión a fin de que no falte el pan al oferente.
La acción y la presencia providente de Dios se muestra ahí Dios donde se comparte.

El evangelio sitúa la narración en torno a la Pascua que era la fiesta de la liberación de Israel. En ella se recordaba la última noche de esclavitud pasada en Egipto, con la certeza de que ya la libertad estaba cerca.
Pero la Pascua que se iba a celebrar había perdido gran parte de su valor al ser integrada por un sistema religioso que, aunque seguía invocando con la boca al Dios liberador, se había convertido en instrumento de opresión, de hambre y de esclavitud del pueblo.
Según la versión de Juan, el primero que piensa en el hambre de aquel gentío que ha acudido a escucharlo es Jesús. Esta gente necesita comer; hay que hacer algo por ellos.
 Así era Jesús. Vivía pensando en las necesidades básicas del ser humano. Felipe le hace ver que no tienen dinero. Entre los discípulos, todos son pobres: no pueden comprar pan para tantos. Jesús lo sabe.
Los que tienen dinero no resolverán nunca el problema del hambre en el mundo. Se necesita algo más que dinero. Jesús les va a ayudar a vislumbrar un camino diferente.
Antes que nada, es necesario que nadie acapare lo suyo para sí mismo si hay otros que pasan hambre.
La actitud de Jesús es la más sencilla y humana que podemos imaginar. Jesús piensa en Dios. No es posible creer en él como Padre de todos, y vivir dejando que sus hijos e hijas mueran de hambre.


Creer en Dios Padre significa denunciar toda forma de acumulación que produce hambre y miseria para las multitudes.
Creer en Dios Padre significa tomar conciencia de que el hambre y la miseria no se resuelven con dinero sino con la solidaridad y el reparto justo de los bienes.
Creer en Dios Padre significa compartir repitiendo los signos que muestran la presencia providente y la acción de Dios: Compartir desde lo poco
Cosme Carlos Ríos
Julio 25 2015


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