27 de septiembre de 2014

Dios perdona sólo si cambiamos de manera de vivir
Muchos cristianos participamos en la Mesa de Jesús, el rostro misericordioso del Padre pero juzgamos sin misericordia y despreciamos a los que tienen otra preferencia sexual a los drogadictos, alcohólicos etc.
Con frecuencia nos acercamos al Sacramento de la Reconciliación, confesamos nuestros pecados, cumplimos la penitencia, pero en la familia, en el barrio, en el trabajo y en la vida pública mostramos impaciencia, intolerancia y falta de respeto

Por el año 600 antes de Cristo, las autoridades judías tanto religiosas como civiles, apoyados por Egipto, decidieron enfrentar militarmente a los babilonios.
Confiaban en que la familia de David, permanecería siempre en el trono, en que la ciudad de Jerusalén eran indestructible y el templo de Yahvé inviolable.
Fueron derrotados por los babilonios y un 15% de la población fue llevada a Babilonia en cautiverio.
Ahí, cuando empiezan a reaccionar, culpan a Dios de haberlos castigo por los pecados de sus mayores y por eso el profeta responde:
Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió. Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida.
Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá.
Las personas de este Evangelio
Los recaudadores, marginados de aquella sociedad, eran los que cobraban los impuestos para los romanos.
Tenían mala fama por dos razones: la primera porque colaboraban con el imperio invasor; la segunda porque con frecuencia cobraban más de lo que estaba establecido y se quedaban con la diferencia.
Nadie quería tratos con ellos y todos los despreciaban. Las prostitutas, como en todos sitios, eran consideradas lo más bajo de la sociedad por poner en venta su cuerpo y amar a jornal, probablemente porque era el único salario que podían llevar a casa.
Ellos y ellas, aunque fueran judíos de raza, no eran considerados miembros del pueblo de Dios y, desde el punto de vista religioso, eran tratados como los renegados o los paganos.
Los sumos sacerdotes y los senadores colaboraban con los romanos, pero su colaboración se desarrollaba a alto nivel.
Y, por supuesto, no se prostituían; pero eran culpables dé la infidelidad de los pecados del pueblo del Señor: Israel, y habían convertido la religión en un negocio.
Los recaudadores robaban, pero seguro que mucho menos que los salarios que los terratenientes dejaban de pagar a sus jornaleros.
Las prostitutas vendían su amor por algunas monedas, pero seguro que muchas menos que las que los sacerdotes obtenían dando a cambio, según decían, el perdón -el amor- de Dios.
En ellos, en las prostitutas y recaudadores, se derramaba todo el desprecio del pueblo; los sumos sacerdotes y senadores, en cambio, eran la gente de Orden, la gente respetable.
El arrepentimiento y el cambio de forma de actuar son indispensables para recibir el perdón de nuestro Dios.

Si queremos ser perdonados por Dios es importante que juzguemos con misericordia y tratemos con respeto a  los que tienen otra preferencia sexual a los drogadictos, alcohólicos etc.
Si queremos ser perdonados por Dios es importante que además de recibir el Sacramento de la Reconciliación nos esforcemos cada día por practicar la paciencia, la tolerancia, el respeto tanto para con los de casa como con los de fuera
Cosme Carlos Ríos

Septiembre 26 del 2014

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