4 de octubre de 2014

El viñador cuida su viña para que dé frutos
En nuestro mundo se ven frutos amargos sobre todo de violencia y de guerra, y la sociedad en general, las instituciones religiosas, educativas y políticas manifestamos poco interés y esfuerzo por cambiar la situación por un mundo más justo y humano
La tierra de Isaías (y también de Jesús) es muy propicia para el cultivo de la vid. Por eso en la Biblia se nos habla de la uva, de la viña, y de los viñadores.
Casi todas las familias tienen un pequeño huerto, pero además hay terratenientes que contratan trabajadores y otros que son medieros y confían su productividad a personas ajenas.
«La canción de la viña» es un poema compuesto por el profeta Isaías al comienzo de su predicación, probablemente con ocasión de la vendimia. Es uno de los textos de mayor altura literaria en el Antiguo Testamento.
La uva, cultivo típico de Palestina y de los países vecinos que bordean las costas del mar Mediterráneo, requiere de cuidados especiales. Isaías nos habla de los cuidados que Yahvé el viñador ha tenido con su pueblo
Isaías hace su reclamo al pueblo de Israel y  a los hombres de Judá. Yahvé esperaba rectitud, pero a pesar de todos los cuidados, crecen el mal y los frutos amargos
Jesús dirige esta parábola a los sumos sacerdotes y a los ancianos de Israel  y a es a ellos a quienes reclama los frutos que ha de dar una sociedad justa y solidaria
La parábola “de los malos viñadores” se puede leer como una alegoría en la que cada elemento tiene un significado.
·        El dueño de la viña es Dios.
·        La viña es Israel.
·        Los mensajeros enviados por el patrón a recoger los frutos de la cosecha son los profetas.
·        El hijo del amo es el Mesías.
·        Los jornaleros que atropellan a los mensajeros son los jefes religiosos de Israel que, en nombre de una falsa fidelidad a la religión, defienden sus intereses, incluso asesinando.

Llamados a dar frutos como sociedad tenemos que interesarnos por el problema de la guerra, hacer conciencia de que es un problema que nos atañe a todos y buscar con otros y desde nuestro propio lugar, soluciones para construir la paz.
 Llamados a dar frutos, como sociedad, tenemos que tomar conciencia de lo que nosotros estamos aportando a la violencia y a la guerra y a revisar y corregir nuestras actitudes.
Llamados a dar frutos, como Iglesia, tenemos que utilizar los medios de que disponemos, Misas, Religiosidad popular, lectura de la Biblia, grupos etc. para construir la paz con justicia.
 Llamados a dar frutos, como familia, tenemos que esforzarnos por educar en el respeto hacia toda persona, en el diálogo y en la tolerancia.
Llamados a dar frutos, como persona, tenemos que estar al pendiente de los problemas de los hermanos y apoyar en lo que sea necesario
Cosme Carlos Ríos
Octubre 04 2014


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