13 de septiembre de 2014

Dios, nuestro Padre es compasivo y misericordioso

Muchos cristianos, o más bien todos, queremos que Dios sea siempre compasivo con nosotros, pero nuestra vida dista mucho de mostrar el amor comprensivo y misericordioso del Padre.
Queremos que Dios nos perdone, de diferentes modos, pero somos muy duros para conceder otra oportunidad al que nos ha ofendido
Con ello se confirma la afirmación que hace la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual: El divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos cristianos ha de ser considerado uno  de los más grandes errores de nuestro tiempo

El libro de Ben Sirac, que recibe el nombre de Eclesiástico, fue escrito como unos doscientos años antes de Jesucristo. El texto que leemos hoy, condena como cosas abominables el rencor y la venganza
El salmo nos va presentando a Dios como modelo, por ello, como él, nosotros somos llamados a ser compasivos y misericordiosos
Una de las novedades más radicales del mensaje de Jesús es ésta: Dios es un Padre bueno que quiere, la felicidad de sus hijos y ante el cual no tiene cabida el miedo.
Jesús quiso cambiar el modelo de relación del hombre con Dios, sustituyendo la relación Señor-siervo por la de Padre-hijo: A un amo se le teme; a un padre se le quiere.
Pero para que la relación Padre-hijo sea auténtica y sincera es necesario que sea también sincera la relación entre hermanos.
Dios está dispuesto a perdonar «miles de millones»; pero lo que él no va a hacer es imponer a nadie la aceptación de su amor, que va siempre incluido en su perdón.
Como todo lo que dice el evangelio, esta exigencia de perdón se puede entender de dos maneras.
  Si no hemos entendido el mensaje del evangelio, si aún pensamos en Dios como en un señor entonces soportaremos la exigencia de perdonar, y si conseguimos hacerlo alguna vez, lo haremos por temor o por egoísmo.
Si aún seguimos encadenados a la mentalidad de este mundo, el perdonar nos parecerá una derrota, un signo de debilidad, una falta de valentía.
Pero si hemos llegado a comprender que lo que Dios pretende es que eliminemos de nuestro mundo todo lo que impide a los hombres alcanzar la felicidad, entonces, cuando llegue la ocasión, podremos experimentar la alegría de perdonar, estaremos en camino de encontrar, sin buscarla expresamente, la felicidad que nace de la práctica del amor -y el perdón es una muestra de amor-.
Así se entiende que en el evangelio se diga que es el ofendido el que tiene que tomar la iniciativa y buscar al culpable para intentar hacer las paces: el que no ha roto el amor es el que debe intentar recomponerlo.
La pregunta del sabio autor del libro del Eclesiástico: « ¿Cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pedir la salud al Señor?», nosotros, a la luz del mensaje evangélico, la podríamos formular de esta manera: « ¿Cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pretender ser verdaderamente feliz? »

Si creemos que nuestro Padre es compasivo y misericordioso, por consecuencia nuestra vida toda, nuestras actitudes y acciones, han de ser fundamentalmente de compasión y misericordia.
Si cuantas veces ofendemos a Dios, Él nos brinda una oportunidad de reconstruir la amistad, nosotros en consecuencia, tenemos que brindar una oportunidad a los hermanos para reconstruir la amistad cuantas veces sea necesario
Cosme Carlos Ríos
Septiembre 13 del 2014  

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