22 de marzo de 2014


Jesús y la mujer

En los Evangelios vemos a Jesús frecuentemente rodeado de mujeres: amigas entrañables como María Magdalena o las hermanas Marta y María de Betania; seguidoras fieles como Juana, Susana "y otras muchas": Mujeres enfermas y prostitutas de aldea que se acercan...

De ningún profeta se dice algo parecido. ¿Qué encontraban en él las mujeres? La respuesta que ofrecen los relatos evangélicos es clara.

Jesús las mira con ojos diferentes. Las trata con una ternura desconocida, defiende su dignidad, las acoge como discípulas. Nadie las había tratado así. La gente las veía como fuente de impureza ritual.

Rompiendo tabúes y prejuicios, Jesús se acerca a ellas sin

temor alguno, las acepta a su mesa y hasta se deja acariciar por una prostituta agradecida.

¿Podríamos decir entonces que el desarrollo integral de las mujeres es también una de las grandes preocupaciones de los cristianos?

Sabemos que la historia no siempre lo corrobora. Es más, durante siglos y aún hoy, las mujeres han sido discriminadas en la Iglesia y en las sociedades que se reconocían cristianas.

Sin embargo, "El cristianismo puede aportar un profundo sentido de la justicia y de la dignidad de la mujer y el inmenso caudal de creatividad y energía ética y espiritual que proporciona una experiencia religiosa auténtica.

El cristianismo nos recuerda que las raíces de la verdadera libertad están en la libertad interior, en el saberse bendecida, en el amor a una misma que se traduce en la compasión por todo lo viviente.

Hay una libertad íntima y radical que nace de la vivencia del Evangelio y que ha alimentado la lucha de muchas cristianas por sus derechos y libertades a lo largo de la historia y lo sigue haciendo hoy."  

Una nueva concepción que está siendo configurada por los discursos y las prácticas de muchas mujeres cristianas y de otras religiones.

Togo no es de los países con mayor Índice de desigualdad de género, pero sí, el país con mayor diferencia de género en Educación Secundaria (15,3 % de mujeres frente a 45,1 % de hombres que han terminado este nivel educativo).

La pronta incorporación de las niñas y adolescentes a las tareas domésticas, junto con los matrimonios precoces, contribuyen a esta desigualdad.

En nuestra oración, hoy tenemos presentes a todas las mujeres del mundo que sufren algún tipo de discriminación y, especialmente, a las mujeres de Togo. Tomado de la campaña: los cuarenta días con los cuarenta últimos:

 

La liturgia de hoy rompe esquemas al presentarnos hoy un texto del Evangelio de San Juan, dejando de lado el Evangelio de San Mateo, propio de este ciclo.

Es notable el encuentro de Jesús con una mujer, samaritana y de conducta dudosa según los criterios de la época. En el trato con ella se reflejan las actitudes que mencionaba la campaña de los 40 días.

Jesús fatigado y sediento, sin ningún reparo el pide de beber a la mujer samaritana. Ante el rechazo de la mujer Jesús le ofrece agua viva.

Surge el problema sobre el lugar del culto verdadero y Jesús le aclara que el culto a Dios no está condicionado a un lugar específico, pero que los verdaderos adoradores han de adorar a Dios en espíritu y en verdad.

Le declara que el Mesías no es alguien que tenga una apariencia de grandeza, sino que es aquel peregrino cansado y sediento.

Como resultado de aquel encuentro, por el trato recibido de Jesús, la mujer se convierte en una persona que habla de Jesús a todo el pueblo.

 

El encuentro que tenemos cada semana con Jesús, el que dignifica a la mujer nos tiene que llevar a valorar y respetar a toda mujer sin discriminación de raza, credo o estado civil,

El encuentro que tenemos cada semana con Jesús, el que dignifica a la mujer nos tiene que llevar a apoyar a todas las mujeres para que vivan con dignidad y de modo particular a enfrentar la escasez de agua.

El encuentro que tenemos cada semana con Jesús, el que dignifica a la mujer nos tiene que llevar a brindar apoyo a las organizaciones que promueven el desarrollo integral de la mujer.

Marzo 22 2014

Cosme Carlos Ríos

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