El proyecto de Dios provoca conflicto
El Papa Francisco ha iniciado una renovación en la Iglesia y tiene
por ello muchos opositores especialmente entre las personas que ocupan altos
puestos en la administración de la Iglesia.
Muchos de ellos están acostumbrados a vivir como príncipes y
tienen el temor de perder sus privilegios
Jeremías vive en una época de conflicto, pues las dos grandes
potencias, Egipto y Babilonia luchan por el poder total, mientras que Judá
tierra de Jeremías se encuentra en medio y tiene que tomar partido.
La nobleza, el ejército, los sacerdotes de alto rango y los
latifundistas han decidido enfrentar a Babilonia, haciendo alianza con Egipto.
Ellos confían en la indestructibilidad de Jerusalén, en la
inviolabilidad del templo y en la permanente presencia de la dinastía de David
en el trono.
Jeremías, un hombre pacifista y que con una gran lucidez mide el
tamaño de las fuerzas, habla en contra de las falsas seguridades e invita a
rendirse a Babilonia
Los nacionalistas no pudieron soportar esto, que consideraban
contrario a los intereses de su pueblo. Este lenguaje era considerado como
traidor por los nacionalistas.
Indudablemente, desde el punto de vista meramente humano, la
predicación derrotista del profeta sembraba la desmoralización de los
defensores de la ciudad.
No habría otra solución que quitar del medio a esa voz traidora e
inoportuna. Para ellos, Jeremías no era patriota: no busca la paz de este
pueblo, sino el mal.
Los jefes nacionalistas, con anuencia del rey, arrojaron al
profeta a una cisterna. No se atrevieron a derramar su sangre, y prefirieron
una muerte incruenta. El hecho de derramar sangre les impresionaba más.
Un extranjero, actúa a favor de los derechos de un profeta de
Yahvé. Este etíope sabe que el rey es débil de carácter y que, no ha sabido
imponerse a los inicuos designios de sus cortesanos respecto a Jeremías, pero
que tiene buenos sentimientos.
Él recrimina la conducta de los jefes nacionalistas y convence al
rey que le proporciona tres hombres que le ayuden en la liberación del profeta.
El profeta pide un cambio al pueblo y a las autoridades, no se
puede poner la seguridad en Egipto, ni en la dinastía de David, ni en el templo, ni en
la ciudad de Jerusalén, sino solamente en Dios.
Ellos prefieren deshacerse de Jeremías a cambiar sus seguridades.
Jesús desde el comienzo de su ministerio está invitando a un
cambio que incluye a las personas y también a las instituciones religiosas (El
templo y la sinagoga) y políticas.
Un fuego abrasador mueve a Jesús en el anuncio y construcción del
Reinado de Dios, pero, al ir contra la corriente, Jesús recibirá un bautismo en
su propia sangre de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas.
Anunciar el Reino de Dios, esforzarse por construirlo, implica una lucha contra los que quieren
conservar el poder, la riqueza y la injusticia, que no se detienen en los
medios para eliminar a sus opositores.
Como Jesús y como Jeremías
necesitamos el fuego del Espíritu que nos impulse a construir el Reinado de
Dios, un mundo donde:
Ninguna
familia sin vivienda,
Ningún
campesino sin tierra,
Ningún
trabajador sin derechos,
Ningún
pueblo sin soberanía,
Ninguna
persona sin dignidad,
Ningún
niño sin infancia,
Ningún joven sin
posibilidades,
Ningún anciano sin
una venerable vejez.
Cosme Carlos Ríos
Agosto 13 del 2016
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