Un fenómeno importantísimo en nuestro México es el de la migración:
Miles de personas cruzan diariamente nuestro país y con frecuencia son víctima
de los abusos tanto de los policías, como de los coyotes y de los ciudadanos
comunes.
Los encontramos mutilados, robados y desamparados con el único anhelo
de conseguir un buen trabajo que alivie las necesidades de sus familias.
Ante esto, muchos cristianos nos refugiamos en la observancia de la
ley y poco o nada hacemos para atender el dolor de estos hermanos.
El libro del Deuteronomio se fue redactando por partes, en distintos
momentos: Una parte muy significativa fue escrita durante el destierro en
Babilonia y pretende ser una especie de Catecismo para los deportados y más
tarde para los restauradores.
Durante el destierro, al no contar ya con el Templo, los desterrados
recuperaron, meditaron y actualizaron la
palabra sagrada escrita y entonces la palabra escrita, se constituyó
en el lugar de encuentro del pueblo con Dios.
Esta se convierte en palabra que se escucha, palabra que se hace
oración y palabra que se hace vida. De ahí su importancia para la vida diaria
del creyente.
La mentalidad judía del tiempo de Jesús, absorbida por el legalismo,
se había convertido en una conciencia fría, sin calor humano, a la que no le
importaban las necesidades ni los derechos del ser humano.
Solo se hacía lo que permitía la estructura legal y se rechazaba lo
que prohibía dicha estructura. El legalismo impuesto por la estructura
religiosa era la norma oficial de la moral del pueblo.
Se había llegado, a establecer, desde la legalidad religiosa, que la
ley del culto primaba sobre cualquier ley, así fuera la ley del amor al
prójimo.
Con esta óptica un perito de la Ley le pregunta a Jesús sobre lo que
hay que hacer para alcanzar la vida eterna. Jesús obliga a su interlocutor a
dar él mismo la respuesta.
Como este busca una evasiva Jesús le propone una Parábola.
Lucas en varias de sus parábolas utiliza el contraste entre las
personas, para hacer resaltar la actitud que quiere destacar.
En la parábola de hoy nos presenta a un funcionario principal del
Templo de Jerusalén, a un funcionario menor del Templo y frente a esta gente
observante de la Ley a un odioso y despreciado samaritano.
Los tres van por el camino, muy probablemente rumbo a Jerusalén y a la
orilla del camino se encuentran con un hombre robado y herido por los ladrones.
Para los funcionarios del Templo lo más importante es el ejercicio de
sus funciones: Ellos entienden de cumplimiento, de las cosas de “Dios”, pero no
entienden de misericordia.
Para el samaritano no existe el culto del Templo: él está excluído, él
no entiende de las cosas de “Dios”, pero él entiende lo humano y por ello actúa
con misericordia.
Escuchar a Jesús, hoy, nos compromete a abrir los ojos, informarnos
sobre el fenómeno de la migración y del sufrimiento que viven los migrantes.
Escuchar a Jesús, hoy, nos compromete a cambiar nuestras actitudes de
rechazo y desprecio hacia el migrante para ver en cada uno de ellos a un
hermano.
Escuchar a Jesús, hoy, nos compromete a apoyar los organismos civiles
o religiosos que trabajan para proporcionar al migrante una mejor calidad de
vida.
Escuchar a Jesús, hoy, nos compromete a propiciar en nuestras
comunidades pequeños grupos que se pongan defensa de los migrantes y que les
ofrezcan diferentes tipos de ayuda.
Cosme Carlos Ríos
Julio 09 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario