La crisis económica
que estamos sufriendo es una «crisis de ambición»: los países ricos, de los
grandes bancos, de los poderosos de la tierra.
Su sueño es acumular
bienestar sin límite alguno y se olvidan cada vez más a los que se hunden en la
pobreza y el hambre.
Pero, esta crisis no
es una más. Esta crisis es un «signo de los tiempos» que hemos de leer a la luz
del evangelio. El sistema económico en que nos movemos está fundado en la
ganancia, en la productividad, en la eficacia, ajeno a la justicia y a la
solidaridad y eso puede constituir nuestra ruina
Tomamos hoy la
primera lectura del libro del Eclesiastés
El autor de este
Libro es un "Sabio" de mediados del siglo III a. C. El tono dominante
del Eclesiastés es más bien sombrío y pesimista. En él se van exponiendo las
reflexiones y las actitudes de un hombre a partir de su experiencia personal.
Esa experiencia le ha
hecho descubrir la caducidad de la vida y la aparente inutilidad de todas las
cosas, llevándolo a una amarga convicción: "¡Vanidad, pura vanidad!
¡Nada más que vanidad! ¿Qué provecho saca el hombre de todo el esfuerzo que
realiza bajo el sol?".
Este Sabio comprueba
que nada de lo que tradicionalmente era considerado una retribución por el
cumplimiento de la Ley puede satisfacer plenamente al corazón humano.
El amor, los
placeres, las riquezas y la gloria no dejan más que vacío y desencanto. La
misma sabiduría está acompañada de aflicción. Para colmo de males, muchas veces
los necios oprimen a los sabios. Más aún, "¡el sabio muere igual que el
necio!"
Lo único que vale la
pena es gozar moderadamente de las alegrías y de los pocos bienes que Dios pone
a nuestro alcance.
La creación, grande y
hermosa, es el patrimonio que el Padre Dios croó para que todos sus hijos, viviendo
la laboriosidad y distribuyendo con justicia los bienes y responsabilidades,
tengamos vida digna.,
E. protagonista del
Evangelio en esta parábola es un terrateniente: Uno de los hombres poderosos
que explotaban sin piedad a los campesinos, pensando solo en aumentar su
bienestar.
Sorprendido por una
cosecha que desborda sus expectativas, el rico propietario se pone a
reflexionar: « ¿Qué haré?». Habla
consigo mismo.
No se da cuenta de
que vive encerrado en sí mismo, prisionero de una lógica que lo deshumaniza
vaciándolo de toda dignidad. Solo vive para acumular, almacenar y aumentar su
bienestar material.
De pronto, Jesús hace
intervenir al mismo Dios. «Necio,
esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?». Esta es la
sentencia de Dios: la vida de este rico es un fracaso y una insensatez.
Acumula bienes, pero
no conoce la amistad, el amor generoso, la alegría ni la solidaridad. No sabe
dar ni compartir, solo acaparar.
Nunca superaremos
nuestras crisis económicas sin luchar por un cambio profundo de nuestro estilo
de vida: hemos de vivir de manera más austera; hemos de compartir más nuestro
bienestar.
Vivir el evangelio de
hoy implica para nosotros cambiar nuestro estilo de vida haciendo a un lado el
lujo y la ostentación.
Vivir el evangelio de
hoy implica para nosotros están al pendiente de las personas que pasan
necesidad y unirnos a otros para compartir con ellos lo que Dios nos ha dado y
resolver sus necesidades,
Vivir el evangelio de
hoy implica para nosotros respetar y proteger los bienes de la creación, obra
de nuestro Padre.
Vivir el evangelio de
hoy implica para nosotros tomar conciencia de que la acumulación, el derroche y
el lujo, apartan del plan del Padre.
Vivir el evangelio de
hoy implica para nosotros buscar los caminos para una justa distribución de los
bienes de la creación.
Julio 30 del 2016
Cosme Carlos Ríos