30 de julio de 2016

DIOS CREÓ TODAS LAS COSAS PARA QUE TODOS SUS HIJOS TENGAMOS UNA VIDA DIGNA



La crisis económica que estamos sufriendo es una «crisis de ambición»: los países ricos, de los grandes bancos, de los poderosos de la tierra.
Su sueño es acumular bienestar sin límite alguno y se olvidan cada vez más a los que se hunden en la pobreza y el hambre.
Pero, esta crisis no es una más. Esta crisis es un «signo de los tiempos» que hemos de leer a la luz del evangelio. El sistema económico en que nos movemos está fundado en la ganancia, en la productividad, en la eficacia, ajeno a la justicia y a la solidaridad y eso puede constituir nuestra ruina

Tomamos hoy la primera lectura del libro del Eclesiastés
El autor de este Libro es un "Sabio" de mediados del siglo III a. C. El tono dominante del Eclesiastés es más bien sombrío y pesimista. En él se van exponiendo las reflexiones y las actitudes de un hombre a partir de su experiencia personal.
Esa experiencia le ha hecho descubrir la caducidad de la vida y la aparente inutilidad de todas las cosas, llevándolo a una amarga convicción: "¡Vanidad, pura vanidad! ¡Nada más que vanidad! ¿Qué provecho saca el hombre de todo el esfuerzo que realiza bajo el sol?".
Este Sabio comprueba que nada de lo que tradicionalmente era considerado una retribución por el cumplimiento de la Ley puede satisfacer plenamente al corazón humano.
El amor, los placeres, las riquezas y la gloria no dejan más que vacío y desencanto. La misma sabiduría está acompañada de aflicción. Para colmo de males, muchas veces los necios oprimen a los sabios. Más aún, "¡el sabio muere igual que el necio!"
Lo único que vale la pena es gozar moderadamente de las alegrías y de los pocos bienes que Dios pone a nuestro alcance.
La creación, grande y hermosa, es el patrimonio que el Padre Dios croó para que todos sus hijos, viviendo la laboriosidad y distribuyendo con justicia los bienes y responsabilidades, tengamos vida digna.,

E. protagonista del Evangelio en esta parábola es un terrateniente: Uno de los hombres poderosos que explotaban sin piedad a los campesinos, pensando solo en aumentar su bienestar.
Sorprendido por una cosecha que desborda sus expectativas, el rico propietario se pone a reflexionar: « ¿Qué haré?». Habla consigo mismo.
No se da cuenta de que vive encerrado en sí mismo, prisionero de una lógica que lo deshumaniza vaciándolo de toda dignidad. Solo vive para acumular, almacenar y aumentar su bienestar material.
De pronto, Jesús hace intervenir al mismo Dios. «Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?». Esta es la sentencia de Dios: la vida de este rico es un fracaso y una insensatez.
Acumula bienes, pero no conoce la amistad, el amor generoso, la alegría ni la solidaridad. No sabe dar ni compartir, solo acaparar.
Nunca superaremos nuestras crisis económicas sin luchar por un cambio profundo de nuestro estilo de vida: hemos de vivir de manera más austera; hemos de compartir más nuestro bienestar.

Vivir el evangelio de hoy implica para nosotros cambiar nuestro estilo de vida haciendo a un lado el lujo y la ostentación.
Vivir el evangelio de hoy implica para nosotros están al pendiente de las personas que pasan necesidad y unirnos a otros para compartir con ellos lo que Dios nos ha dado y resolver sus necesidades,
Vivir el evangelio de hoy implica para nosotros respetar y proteger los bienes de la creación, obra de nuestro Padre.
Vivir el evangelio de hoy implica para nosotros tomar conciencia de que la acumulación, el derroche y el lujo, apartan del plan del Padre.
Vivir el evangelio de hoy implica para nosotros buscar los caminos para una justa distribución de los bienes de la creación.

Julio 30 del 2016
Cosme Carlos Ríos



16 de julio de 2016

Vivir la hospitalidad

El patriarcado, del que todavía quedan restos entre nosotros, reduce el papel de la mujer a las actividades domésticas.
En la Iglesia las mujeres desempeñan el mayor número de actividades, pero poco participan en la planeación de las mismas y en la toma de decisiones importantes

La primera lectura que hacemos hoy nos habla de Abraham; está tomada del libro del Génesis y relata el ciclo de Abraham.,
Presenta a Abraham como un nómada que tiene su campamento en el encinar de Mambré, al sur de lo que hoy es la ciudad de Jerusalén.
La arboleda de encinos con sus grandes sombras es lugar agradable para establecer un campamento y los campamentos se suelen levantar cerca de las corrientes de agua.
Abraham tiene rebaños, pero no tiene una tierra propia ni un descendiente que continúe sus obras.
A la hora del calor más fuerte, Abraham ve a unos hombres de pie delante de él, sale a su encuentro afectuosamente y les suplica que acepten el hospedaje
Ordena que traigan agua para que se refresquen los pies y descansen a la sombra de los árboles y les ofrece pan. Hace matar para ellos un ternero y acompaña la comida con requesón y leche.
Ellos preguntan por Sara la mujer de Abraham y prometen que al volver el próximo año, Sara habrá tenido un hijo.
Abraham escucha de pie y ofrece lo que tiene: el producto de su trabajo, sus rebaños y lo que ellos producen, por su parte, los huéspedes en nombre de Dios pronuncian la tan ansiada promesa: Sara tendrá un hijo.
El relato del Evangelio se sitúa dentro del viaje de Jesús a Jerusalén, viaje en el que va formando a sus discípulos, va explicando el modo y las condiciones para ser discípulo. De modo que este Evangelio tiene que ser leído en clave de discipulado.
Como caminante, Jesús necesita hospedaje y Lucas nos refiere que una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.
Creo que las hermanas Marta y María de las que habla el evangelio de Lucas son distintas a las hermanas Marta y María que aparecen en el Evangelio de Juan. Podemos hacer un ejercicio de comparar sus personalidades.
Jesús, el hombre servidor ha predicado y practicado el servicio a los hermanos, de modo que el problema en el Evangelio de hoy no es sobre la actitud servicial de Marta.
Creo que el problema está en que María, va rompiendo moldes haciéndose discípulo siendo mujer, mientras que Marta aún se queda en  las tareas del hogar y se escandaliza de la actitud discipular de su hermana.
Jesús, en cierto modo, ha sido un maestro escandaloso que admite mujeres en su grupo; en esta ocasión Lucas nos dice que María se sentó a los pies de Jesús y se puso a escuchar su enseñanza (como lo hacen los discípulos varones).

Practicar la hospitalidad como Abraham implica para nosotros recibir con amabilidad a las personas que pasan por nuestro hogar y compartir con ellos nuestros bienes para atender sus necesidades.
Practicar la hospitalidad como Marta implica para nosotros poner toda nuestra solicitud en preparar y disponer lo necesario para una digna atención a nuestros huéspedes.
Practicar la hospitalidad como María implica para nosotros tener claros nuestros valores, de modo que podamos romper modelos estereotipados para escuchar y atender a nuestros huéspedes.
Cosme Carlos Ríos

Julio 16 del 2016 

9 de julio de 2016

La misericordia por encima del legalismo


Un fenómeno importantísimo en nuestro México es el de la migración: Miles de personas cruzan diariamente nuestro país y con frecuencia son víctima de los abusos tanto de los policías, como de los coyotes y de los ciudadanos comunes.
Los encontramos mutilados, robados y desamparados con el único anhelo de conseguir un buen trabajo que alivie las necesidades de sus familias.
Ante esto, muchos cristianos nos refugiamos en la observancia de la ley y poco o nada hacemos para atender el dolor de estos hermanos.

El libro del Deuteronomio se fue redactando por partes, en distintos momentos: Una parte muy significativa fue escrita durante el destierro en Babilonia y pretende ser una especie de Catecismo para los deportados y más tarde para los restauradores.
Durante el destierro, al no contar ya con el Templo, los desterrados recuperaron, meditaron y actualizaron la palabra  sagrada escrita  y entonces la palabra escrita, se constituyó en el lugar de encuentro del pueblo con Dios.
Esta se convierte en palabra que se escucha, palabra que se hace oración y palabra que se hace vida. De ahí su importancia para la vida diaria del creyente.
La mentalidad judía del tiempo de Jesús, absorbida por el legalismo, se había convertido en una conciencia fría, sin calor humano, a la que no le importaban las necesidades ni los derechos del ser humano.
Solo se hacía lo que permitía la estructura legal y se rechazaba lo que prohibía dicha estructura. El legalismo impuesto por la estructura religiosa era la norma oficial de la moral del pueblo.
Se había llegado, a establecer, desde la legalidad religiosa, que la ley del culto primaba sobre cualquier ley, así fuera la ley del amor al prójimo.
Con esta óptica un perito de la Ley le pregunta a Jesús sobre lo que hay que hacer para alcanzar la vida eterna. Jesús obliga a su interlocutor a dar él mismo la respuesta.
Como este busca una evasiva Jesús le propone una Parábola.
Lucas en varias de sus parábolas utiliza el contraste entre las personas, para hacer resaltar la actitud que quiere destacar.
En la parábola de hoy nos presenta a un funcionario principal del Templo de Jerusalén, a un funcionario menor del Templo y frente a esta gente observante de la Ley a un odioso y despreciado samaritano.
Los tres van por el camino, muy probablemente rumbo a Jerusalén y a la orilla del camino se encuentran con un hombre robado y herido por los ladrones.
Para los funcionarios del Templo lo más importante es el ejercicio de sus funciones: Ellos entienden de cumplimiento, de las cosas de “Dios”, pero no entienden de misericordia.
Para el samaritano no existe el culto del Templo: él está excluído, él no entiende de las cosas de “Dios”, pero él entiende lo humano y por ello actúa con misericordia.

Escuchar a Jesús, hoy, nos compromete a abrir los ojos, informarnos sobre el fenómeno de la migración y del sufrimiento que viven los migrantes.
Escuchar a Jesús, hoy, nos compromete a cambiar nuestras actitudes de rechazo y desprecio hacia el migrante para ver en cada uno de ellos a un hermano.
Escuchar a Jesús, hoy, nos compromete a apoyar los organismos civiles o religiosos que trabajan para proporcionar al migrante una mejor calidad de vida.
Escuchar a Jesús, hoy, nos compromete a propiciar en nuestras comunidades pequeños grupos que se pongan defensa de los migrantes y que les ofrezcan diferentes tipos de ayuda.
Cosme Carlos Ríos
Julio 09 2016


2 de julio de 2016

Todo el pueblo de Dios es misionero



Nuestras comunidades, sobre todo las más notables, se distinguen por la observancia de normas y leyes, pero la alegría no suele ser su principal distintivo.
El trabajo pastoral casi siempre está en manos de los ministros y estos tienen dificultad para confiar en los demás y el resto, en su gran mayoría siente que no son para eso.
Es queja general que falta personal para la evangelización sobre todo Catequistas, pero ni en las intenciones de la Misa, ni en la oración de los fieles se acostumbra pedir que haya más y buenas Catequistas

El texto de Isaías que leemos hoy, pertenece a un profeta posterior al destierro de Babilonia; su tarea es animar al pueblo para la reconstrucción de la ciudad que está en ruinas, del Templo que está destruido y del pueblo que está desorganizado.
 Pero hay que mirar este proyecto con una mirada nueva; este proyecto debe constituir la alegría de todos los que esperaban en las promesas de Yahvé.
El texto presenta la futura Jerusalén como una madre generosa que ofrece sus pechos para que se sacien de su alegría sus habitantes.
Jerusalén, que ha sufrido tanto, está ahora como embriagada de consuelo al sentirse protegida por Yahvé.
Ante este espectáculo, los ciudadanos de Sión sentirán que sus huesos reverdecerán como la hierba. Es la consecuencia de la alegría profunda que siente.
Y todo ello como consecuencia de que la mano de Yahvé se dará a conocer a sus siervos su omnipotencia; se manifestará plenamente en la inauguración de la nueva era mesiánica.
En la contrapartida: Los justos serán felices, mientras que los impíos, que se opusieron como enemigos a la manifestación de Dios, serán duramente castigados.
En el evangelio de hoy, después de hablarnos de las exigencias del seguimiento de Jesús, en su camino a Jerusalén, (tal vez en tierra de Samaritanos), Lucas nos refiere que Jesús envía en misión a otros setenta y dos. El número 72 significa la totalidad del pueblo de Dios.
Faltan colaboradores, personas que coordinen las múltiples y variadas actividades de los miembros de la comunidad, para que los más necesitados participen de los bienes que sobreabunden.
La comunidad ha de pedir que el Señor mande colaboradores a su campo. Pedir es tomar conciencia de las grandes necesidades que nos rodean y poner los medios necesarios.
Jesús los envía de dos en dos, formando un grupo o comunidad, con el fin de que muestren con hechos lo que anuncian de palabra: El reinado de Dios en un mundo fraterno.
Jesús insiste en que los enviados no confíen en los medios humanos. Han de compartir techo y mesa con aquellos que los acogen, curando a los enfermos que haya, liberando a la gente de todo aquello que los atormente.
La buena noticia ha de consistir en el anuncio de que «Ya ha llegado a ustedes el reinado de Dios». Empieza un orden nuevo. Nada de venganzas, nada de amenazas ni de juicios de Dios.
Sacudirse el polvo de los pies significa romper las relaciones, pero sin guardar odio..
Toda comunidad debe ser esencialmente misionera. La misión,
si se hace bien, encontrará la oposición sistemática de la sociedad.
Los enviados están indefensos. La defensa la asumirá Jesús a través del Espíritu Santo, el Abogado de los pobres
No podemos reducir el sentido de evangelizadores sólo a sacerdotes, religiosos o misioneros. Es necesario que haya gente, que tenga sentido de comunidad, que velen para que no se pierda el fruto, que lo almacenen y lo repartan.

Vivir el mensaje de las lecturas de hoy es luchar para que cambie el rostro de la Iglesia en todas sus instituciones: que desaparezca el rostro del legalismo y que impere el rostro de la alegría y la fraternidad.
Vivir las lecturas de hoy significa reconstruir, actualizar el siempre nuevo proyecto de Jesús, el Reinado de Dios.
Vivir el mensaje del Evangelio es tomar consciente que la misión es para la comunidad: cada uno, con sotana o sin sotana, con título o sin título, desde el lugar donde estemos, desde nuestra capacidad participamos por derecho y por deber en la misión.
Nadie queda exento, sólo que cada uno tiene una manera específica de participar y hay que esforzarse por unir esfuerzos y evitar la competitividad.
Vivir el Evangelio de hoy nos compromete a realizar la misión, sin esperar los resultados desde los recursos más sofisticados y ponerlo en el esfuerzo constante en unión con Jesús.
Vivir el Evangelio de hoy nos compromete a dialogar con Jesús presentándole las necesidades de nuestra comunidad, pero dispuestos a colaborar en la medida que nos corresponde
Julio 02 2016
Cosme Carlos Ríos