16 de enero de 2016

La primera señal de Jesús: El vino, de la alegría que quita el miedo

En los grupos religiosos es común que se considere buenos creyentes a las personas que son muy observantes de las leyes y reglas.
Se amenaza con castigos de Dios a quienes no observan las leyes, las reglas, las prácticas de tales grupos.

El poema que leemos  en la primera lectura de hoy, escrito después del Exilio, intenta seducir» a los oyentes para que se enamoren de una ciudad que permanece todavía en ruinas, pero que puede volver a ser la ciudad de Dios, fortaleza del Señor.
Al regreso del destierro las cosas no fueron tan fáciles ni tan hermosas como muchos lo soñaban y esperaban.  
Había conflictos entre los que regresaban de Babilonia y los que se habían quedado en el país: Los que regresaron de Babilonia reclamaban sus antiguas pertenencias y posesiones, mientras los que se quedaron, se afirmaban en el derecho adquirido sobre ellas.
En medio de todo, el profeta tiene que cumplir su tarea, debe hacer «soñar», hacer suspirar por algo nuevo y grandioso; pero no basta con suspirar por algo nuevo; de ahí hay que pasar al compromiso efectivo y a la lucha conjunta por lograr lo que soñamos.
En la lectura del Evangelio que leemos hoy, nos encontramos ante un signo.  
El evangelista Juan no dice que Jesús hizo «milagros»
Él los llama «signos» porque son gestos que apuntan hacia algo más profundo de lo que pueden ver nuestros ojos. En concreto, los signos que Jesús realiza, orientan hacia su persona y nos descubren su fuerza salvadora.
Lo que aquí se narra es «el principio de las señales», el comienzo de algo nuevo y distinto que Jesús inaugura y que el evangelista expresa como si se tratase de un hecho sucedido.
Agua, vino y boda son signo de otras realidades conocidas por los judíos:
“Agua”: La religión de Israel giraba en torno al agua. El hombre, para relacionarse con Dios -un Dios lejano y distante- necesitaba purificarse de sus pecados.
La garantía de limpieza y purificación se obtenía mediante un lavado con agua. Para colmo, una religión basada en el agua tenía unas tinajas vacías...
“Vino” Para el final de los tiempos había anunciado Isaías que Dios daría «un festín de manjares suculentos y vinos de solera»: El vino, inventado por Noé era un símbolo del amor entre los esposos.
“La boda” representa la alianza entre Dios y el pueblo.  La antigua alianza estaba basada en unas tablas de piedra, las tablas de la ley -de piedra son también las tinajas-.
La nueva alianza -la boda de Dios con el pueblo, que lidera Jesús,  no se basa ya en la Ley, sino en el amor, vino que hace soñar otra vida.
Las tinajas, ya no servían para restablecer la amistad del hombre con Dios. Jesús va a devolver a los hombres la posibilidad de establecer con Dios una relación de amor, más allá de todas las limitaciones que les imponía el sistema religioso.
Es la suya una nueva y definitiva alianza basada en la fuerza del Espíritu de amor que sustituye y declara caducada la vieja alianza que había perdido su fuerza liberadora y su contenido de amor y misericordia para quedar reducida a una ley fría -de piedra- y al miedo al castigo.
Por una vez, el vino nuevo será, de más calidad que el añejo. Y para siempre, el amor sustituirá a la ley y la alegría de la fiesta ocupará el lugar del temor al castigo.
Así deben ser nuestras relaciones con Dios: experiencia y práctica de amor que nos hace vivir nuestra existencia como una fiesta, desbordante de gozo y amistad, en la que Dios se regocija con la alegría de sus hijos.
Vivir la novedad de Jesús implica para nosotros asumir el proyecto  de Jesús: El Reinado de Dios, que significa, construir un mundo de justicia, de amor, de paz, un mundo de hermanos; más allá de la observancia de leyes y normas.
Vivir la novedad de Jesús nos exige educarnos sin amenazar, ni  atemorizar a las personas en nombre de Dios, por el contrario: Vivir la alegría de sentirnos hijos amados de Dios
Busquemos la forma para que en nuestros grupos y comunidades hagamos realidad un mundo de amor, de justicia, de paz y de verdad, dentro de nuestra posibilidad.
Busquemos caminos para ir cambiando en la forma de educar: En vez de amenazar o atemorizar, vivir la alegría, motivar por el camino del amor
Cosme Carlos Ríos

Enero 16 del 2016 

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