La primera señal de Jesús: El vino, de la alegría que quita el miedo
En
los grupos religiosos es común que se considere buenos creyentes a las personas
que son muy observantes de las leyes y reglas.
Se
amenaza con castigos de Dios a quienes no observan las leyes, las reglas, las
prácticas de tales grupos.
El
poema que leemos en la primera lectura
de hoy, escrito después del Exilio, intenta seducir» a los oyentes para que se
enamoren de una ciudad que permanece todavía en ruinas, pero que puede volver a
ser la ciudad de Dios, fortaleza del Señor.
Al
regreso del destierro las cosas no fueron tan fáciles ni tan hermosas como
muchos lo soñaban y esperaban.
Había
conflictos entre los que regresaban de Babilonia y los que se habían quedado en
el país: Los que regresaron de Babilonia reclamaban sus antiguas pertenencias y
posesiones, mientras los que se quedaron, se afirmaban en el derecho adquirido
sobre ellas.
En medio de todo, el
profeta tiene que cumplir su tarea, debe hacer «soñar», hacer suspirar por algo
nuevo y grandioso; pero no basta con suspirar por algo nuevo; de ahí hay
que pasar al compromiso efectivo y a la lucha conjunta por lograr lo que
soñamos.
En la lectura del Evangelio
que leemos hoy, nos encontramos ante un signo.
El evangelista Juan
no dice que Jesús hizo «milagros»
Él los llama «signos»
porque son gestos que apuntan hacia algo más profundo de lo que pueden ver
nuestros ojos. En concreto, los signos que Jesús realiza, orientan hacia su
persona y nos descubren su fuerza salvadora.
Lo que aquí se narra
es «el principio de las señales», el
comienzo de algo nuevo y distinto
que Jesús inaugura y que el evangelista expresa como si se tratase de un hecho
sucedido.
Agua, vino y boda son
signo de otras realidades conocidas por los judíos:
“Agua”: La religión de Israel giraba en torno
al agua. El hombre, para relacionarse con Dios -un Dios lejano y distante-
necesitaba purificarse de sus pecados.
La garantía de
limpieza y purificación se obtenía mediante un lavado con agua. Para colmo, una
religión basada en el agua tenía unas tinajas vacías...
“Vino” Para el final de los tiempos había
anunciado Isaías que Dios daría «un festín de manjares suculentos y vinos de
solera»: El vino, inventado por Noé era un símbolo del amor entre los esposos.
“La boda” representa la
alianza entre Dios y el pueblo. La
antigua alianza estaba basada en unas tablas de piedra, las tablas de la ley
-de piedra son también las tinajas-.
La nueva alianza -la
boda de Dios con el pueblo, que lidera Jesús, no se basa ya en la Ley, sino en el amor, vino
que hace soñar otra vida.
Las
tinajas, ya no servían para restablecer la amistad del hombre con Dios. Jesús
va a devolver a los hombres la posibilidad de establecer con Dios una relación
de amor, más allá de todas las limitaciones que les imponía el sistema
religioso.
Es
la suya una nueva y definitiva alianza basada en la fuerza del Espíritu de amor
que sustituye y declara caducada la vieja alianza que había perdido su fuerza
liberadora y su contenido de amor y misericordia para quedar reducida a una ley
fría -de piedra- y al miedo al castigo.
Por
una vez, el vino nuevo será, de más calidad que el añejo. Y para siempre, el
amor sustituirá a la ley y la alegría de la fiesta ocupará el lugar del temor
al castigo.
Así
deben ser nuestras relaciones con Dios: experiencia y práctica de amor que nos
hace vivir nuestra existencia como una fiesta, desbordante de gozo y amistad,
en la que Dios se regocija con la alegría de sus hijos.
Vivir
la novedad de Jesús implica para nosotros asumir el proyecto de Jesús: El Reinado de Dios, que significa,
construir un mundo de justicia, de amor, de paz, un mundo de hermanos; más allá
de la observancia de leyes y normas.
Vivir
la novedad de Jesús nos exige educarnos sin amenazar, ni atemorizar a las personas en nombre de Dios,
por el contrario: Vivir la alegría de sentirnos hijos amados de Dios
Busquemos
la forma para que en nuestros grupos y comunidades hagamos realidad un mundo de
amor, de justicia, de paz y de verdad, dentro de nuestra posibilidad.
Busquemos
caminos para ir cambiando en la forma de educar: En vez de amenazar o
atemorizar, vivir la alegría, motivar por el camino del amor
Cosme
Carlos Ríos
Enero
16 del 2016
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