La misericordia quita la marginación
En nuestra
sociedad y en nuestra Iglesia aún se dan muchos casos de marginación. Y muchos
de estos casos se siguen justificando en nombre de Dios.
Hay quienes afirman
que el SIDA es un castigo de Dios por nuestros muchos pecados. Los enfermos del
SIDA siguen sufriendo la marginación que sufrieron los leprosos en otras épocas
Aún seguimos considerando
malos, pecadores, a ciertos grupos de personas como drogadictos,
prostitutas; antes que luchar contra la verdadera causa de esas situaciones,
que es una organización social injusta
Aún se
desprecia a los curas que se han enamorado y se han casado y se les impide, no
ya que celebren la eucaristía, sino hasta que den clases de religión
En la
comunidad cristiana no vemos con buenos ojos a los divorciados, a los
homosexuales, a las madres solteras
De todos los libros del Antiguo Testamento, el Levítico es el más
extraño: Tabúes de alimentos, normas primitivas de higiene, insignificantes
prescripciones rituales etc.
El Levítico pertenece en su totalidad a la tradición
"sacerdotal". De allí su estilo minucioso y preciso, sobrecargado de
términos técnicos y de repeticiones
En la
antigüedad, a falta de hospitales, las personas contagiadas por alguna
enfermedad eran excluídas del contacto con los demás y de modo especial de los
lugares públicos
En el s. V a.C. cuando se terminó de editar el Levítico, los judíos
formaban una provincia bajo el dominio de Persia. No tenían independencia
política ni soberanía nacional y dependían económicamente del gobierno
imperial.
No tenían rey, ni tampoco quizás, profetas, pues la época de las
grandes personalidades proféticas había ya pasado; pero eran libres para
practicar su religión, seguir su derecho tradicional y resolver sus pleitos.
En estas circunstancias el Templo y el culto de Jerusalén son la gran
fuerza de cohesión, y los sacerdotes sus administradores y la Torá, conservada
celosamente, interpretada y aplicada con razonable uniformidad en las diversas
comunidades.
En línea con la función sacerdotal de separar lo sagrado de lo
profano, lo puro de lo impuro, el capítulo que leemos hoy presenta una
complicada casuística sobre las posibilidades de impureza, que se convierten en
excluyentes.
En tiempos de
Jesús la lepra se consideraba un castigo de Dios por los pecados que el
paciente había cometido contra el prójimo, especialmente pecados de la lengua
como la calumnia o la mentira.
Se pensaba que
los leprosos eran repugnantes a Dios y peligrosos para los hombres sanos a
quienes podían contagiar; por ello, eran excomulgados, excluidos del templo y
de los núcleos urbanos.
El leproso del
evangelio, al acercarse a Jesús, está ya violando la ley. Y Jesús,
permitiéndole acercarse a él y tocándolo, también viola la ley, según la cual,
en ese mismo instante, Jesús queda contaminado de impureza.
La
misericordia de Jesús, su interés por la felicidad de sus semejantes, libró de
la enfermedad y de la marginación al leproso. Jesús le quitó a la enfermedad su sentido de castigo divino.
El gesto de
Jesús se convierte en denuncia de una religión que ni sirve para poner a los
hombres bien con Dios, ni ayuda a los hombres a relacionarse armónicamente
entre ellos, sino que es causa de la marginación y el abandono de los que más
necesitan solidaridad y ternura, y que, para colmo, echa la culpa a Dios de tal
marginación.
Seguir a Jesús
hoy, implica para nosotros tener actitudes misericordiosas que favorezcan un
ambiente acogedor para los alcohólicos, drogadictos, madres solteras y otros
pecadores.
Seguir a Jesús
hoy, implica para nosotros analizar las causas profundas que favorecen y
realizan esta exclusión
Seguir a Jesús
hoy, implica para nosotros, con actitudes de misericordia, crear espacios que
apoyen a los enfermos de Sida y a los exconvictos
Feliz día del
amor y la amistad
Febrero 14 del
2015
Cosme Carlos
Ríos
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