El Espíritu Sano unifica y hace perder el miedo
Aunque la
enseñanza del Concilio nos dice que somos pueblo de Dios, tenemos la costumbre
de hacer nuestras prácticas cristianas de forma individual.
Poco nos
interesamos por la vida, el sufrimiento, las necesidades de las personas que
nos rodean en el barrio aunque profesemos la misma fe.
En las
comunidades cristianas es costumbre que cada grupo realice sus actividades sin
tomar en cuenta y sin apoyar a los demás
Aparecen los
Consejos en cada comunidad, pero funcionan de una manera, meramente formal, y
no se entienden como animadores e integradores del trabajo al servicio del
Reino
En la
tradición del Primer Testamento Pentecostés
recibe el nombre de fiesta de las semanas porque se celebra a las siete
semanas de la Pascua.
Originalmente
era una fiesta agrícola vinculada al final de la siega sobre todo de los
cereales. Más tarde se ha relacionado con el pacto del monte Sinaí.
En este
contexto Lucas ubica el nacimiento de la Iglesia: Al igual que en el Sinaí, aparecen
el viento y el fuego. La acción del Espíritu produce efectos semejantes a los
que producen el viento y el fuego
El texto de
los Hechos fue escrito por el año 80, año en el que el anuncio de la Buena
Nueva de Jesús está llegando de forma comprensible a todos los rincones del
mundo.
Lucas utiliza
la simbología de Pentecostés para explicar el hecho de que, bajo el impulso del
Espíritu Santo, el anuncio del Evangelio está llegando a todos.
El Espíritu
Santo hace nacer, unifica e impulsa a la Iglesia para continuar el proyecto de
Jesús.
Juan escribe el
pasaje del Evangelio para cristianos fuertemente perseguidos por la casa de
Jesús, lo que los ha llenado de miedo y han preferido encerrarse a continuar
con la misión y arriesgar la vida.
El evangelista
nos muestra la presencia del Maestro en medio de su conflicto: El les desea la
paz y les da señales claras de que continúa vivo y esto les llena de alegría.
Jesús les
indica que ellos han de continuar la misión que el mismo Jesús recibió del
Padre y, repitiendo el soplo realizado al comienzo de la humanidad, les
confiere el don del Espíritu Santo.
Con Él
vencerán el miedo y el encerramiento y continuarán la misión por encima de los
riesgos que comporta.
Para nosotros,
creer en la acción del Espíritu Santo significa construir la unidad con los más
cercanos para darnos valor, vencer el miedo, y enfrentar a los poderes de
muerte, uniendo las voces en defensa de la vida
Para nosotros,
creer en la acción del Espíritu Santo significa realizar nuestras celebraciones
en forma comunitaria, e integrar en ellas el dolor y la necesidad de los
hermanos.
Para nosotros,
creer en la acción del Espíritu Santo significa hacer que los Consejos impulsen todas las actividades
de la comunidad y sean espacio para apoyarnos
unos a otros.
Para nosotros,
creer en la acción del Espíritu Santo significa promover organizaciones para
atender las necesidades de la Capilla, pero también las del barrio y de la
sociedad.
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