24 de mayo de 2014


El Espíritu Santo y la misión

 

Por mucho tiempo el Espíritu Santo ha estado bastante olvidado en la vida, en la oración y en la pastoral de la Iglesia.

Recientemente, a partir de grupos pentecostales, se ha impulsado el conocimiento y el amor al Espíritu Santo.

Pero mucho ha quedado reducido a la vida personal, sin proyección a la vida de la Iglesia  y con la misión de la comunidad.

Nos hace falta profundizar en la Sagrada Escritura y en particular en los Evangelios, para conocer al Espíritu Santo, su relación con Jesús y con los discípulos para que, en la misión, nos abramos a su actuación.

 

La región de Samaria formó originalmente parte de las 12 tribus que formaron Israel.

A la muerte de Salomón, que había restablecido los tributos y los trabajos forzados, las 10 tribus del Norte se rebelaron contra la casa de David y formaron un reino diferente. Con ello se hizo difícil la convivencia entre ambos pueblos

El año 722 a. c. el emperador de Asiria derrotó militarmente al rey de Samaria y se llevó cautivos a numerosos ciudadanos de este país.

Trajo en su lugar a colonos venidos de otras partes que traían una cultura y una religión diferente, lo que hacía imposible la integración entre ellos para sacudirse el yugo del emperador.

A partir de ese momento la convivencia entre judíos y samaritanos se volvió imposible y evitaban todo tipo de convivencia entre ellos.

Los judíos eran sumamente cerrados e intolerantes hacia las otras expresiones religiosas.

La comunidad cristiana de Jerusalén ha asumido algunos de los valores de Jesús, pero es heredera de la cultura de cerrazón e intolerancia del grupo judío.

No les cabe en la cabeza que Felipe, que no es del grupo de los Doce, se lance a la misión, y mucho menos que lleve el Evangelio a tierra de samaritanos.

Sospechan de la actuación de Felipe y es por ello que mandan a Pedro y a Juan a Samaria. Pero El Espíritu los obliga a reconocer lo que parecía imposible:

  • Felipe tiene legítimo derecho a participar en la misión; esta no es exclusiva de los Doce
  • Los destinatarios de la misión no son sólo los judíos sino todos los pueblos
    El evangelio continúa en el contexto de la semana anterior: Los discípulos presienten que Jesús se va a separar de ellos y se sienten desamparados. Jesús les manifiesta lo que espera de ellos:
    Ustedes demostrarán que me aman, si cumplen mis mandamientos. El que me obedece y hace lo que yo mando, demuestra que me ama de verdad.
    Amar a Jesús es seguir viviendo lo que El enseñó con su vida y con su palabra: Pero vivir la misericordia hacia los marginados y denunciar a los poderes que provocan muerte puede conducir a la Cruz y esto da miedo
    Jesús les promete: Yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes
    El paráclito es el que está al lado, que consuela y como abogado, defiende. Entendemos que se trata del Espíritu Santo
    Podemos entender que:
    El Espíritu Santo, en nombre de Jesús, acompaña, consuela y defienda a la comunidad ante los riesgos que comporta la misión.
    El Espíritu Santo confirma que la misión es tarea de todos los discípulos de Jesús y que la misión no tiene fronteras
     
    Creer en el Espíritu Santo nos compromete a leer y profundizar los textos del Evangelio que lo relacionan con la misión de María, con la misión de los discípulos y con el nacimiento y envió de la Iglesia.
    Abrirnos a la acción del Espíritu Santo significa para nosotros valorar en la comunidad, las buenas obras de los pequeños y ofrecerles oportunidades para que actúen.
     
       Abrirnos a la acción del Espíritu Santo significa para nosotros no poner límites a la acción pastoral y, a la manera de Felipe, ir más allá de la frontera: más allá de lo acostumbrado
     
     
     
     

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