13 de julio de 2013


La fe se manifiesta en las obras de misericordia

 

Acostumbramos medir la fe de las personas por sus prácticas religiosas, sobre todo las oficiales: Misa, Sacramentos, Bendiciones.

No es frecuente que consideremos creyente a la persona que se preocupa por remediar las necesidades de los hermanos o por cambiar las situaciones que las provocan o las propician.

Nos vendría bien hacer un examen de conciencia para descubrir a las personas vulnerables que hay a nuestro alrededor, vecinos, barrio, colonia, pueblo.

 

El libro del Deuteronomio forma parte de una gran obra que se terminó de redactar después de que los judíos volvieron del destierro en Babilonia.

Ahí, se sentaron las bases del judaísmo o religión judía: Estas consistían en la observancia de la Ley (La Biblia, la Palabra) la práctica de la circuncisión y la observancia del sábado.

El texto de hoy se presenta para los que han regresado de destierro como un camino para reconstruir la vida del pueblo creyente.

Los autores hacen énfasis en la necesidad de observar las instrucciones de Dios y hacen ver que no es difícil encontrar y saber lo que Dios quiere

 

En el tiempo de Jesús, los que interpretaban la Escritura habían señalado 613 mandamientos; por eso había necesidad de preguntarse sobre cuál era el más importante.

Uno de los maestros de la Ley se acerca a Jesús para conocer su opinión sobre el tema.

Jesús no da una contestación directa, sino que con fina ironía, le pregunta sobre lo que el maestro ve escrito y lee en ella.

El maestro aún no se da por enterado y pregunta a Jesús quién es su prójimo a lo que Jesús responde con la parábola del samaritano.

Los hombres del culto, el sacerdote y el levita pasan de largo ante el hombre caído en manos de los ladrones, tal vez por no contaminarse o por considerar más importante el culto que la misericordia.

El samaritano, por el contrario, bajó de su cabalgadura, curó sus heridas con aceite y vino, lo montó en su cabalgadura, lo llevó a un lugar protegido y pagó al posadero para que lo atendiera.

Jesús obliga al maestro de la ley a declarar quién es el que se portó como prójimo, a lo que el hombre responde que aquel que usó de misericordia.

Jesús nos dice: Ve y haz tú lo mismo

 

Guardar la palabra de Dios, amar como Jesús quiere, tiene que significar para nosotros estar atentos a las personas vulnerables que están a nuestro alrededor.

Guardar la palabra de Dios, amar como Jesús quiere, tiene que significar para nosotros unirnos a otros para aliviar el dolor de los hermanos, sin importarnos su raza, condición social o religión.

Guardar la palabra de Dios, amar como Jesús quiere, tiene que significar para nosotros una lucha permanente para combatir las causas que provocan o propician que haya personas en situación de vulnerabilidad.

Guardar la palabra de Dios, amar como Jesús quiere, tiene que significar para nosotros los hombres y mujeres de Iglesia, enfatizar en la enseñanza, en la Catequesis y en la predicación el valor inmenso del amor misericordioso.

 

CCR

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