20 de julio de 2013


Hacer de nuestro hogar un espacio alegre y cordial.

A lo largo del día pasan por nuestro hogar varias personas, algunas ofreciendo productos, otros pidiendo ayuda personal o para obras sociales.

Con frecuencia nos encontramos con migrantes, sobre todo centroamericanos, que van hacia el país vecino en busca de mejores condiciones de vida.

 Algunas personas los reciben con amabilidad, otros, por desconfianza, por racismo, o por razones relacionadas con la inseguridad que vivimos, los rechazan o desprecian.

 

Los relatos sobre Abraham que nos cuenta la Biblia son tradiciones orales que no pretenden darnos datos históricos sino un mensaje para nuestra vida de creyentes.

Abraham es un hombre nómada que no tiene casa y que vive en el Encinar (Bosque de encinos) de Mambré.  Mientras descansa del rigor del sol ve venir a tres personajes y les sale al encuentro y se inclina ante ellos en señal de respeto.

Se pone a su disposición y los invita a quedarse un rato. Ordena que traigan agua para que se laven los pies y descansen un poco y también les ofrece un poco de pan para que reparen las fuerzas.

Manda matar un becerro y ofrece a sus invitados cuajada y leche. El mientras tanto se queda de pie bajo un árbol.

La hospitalidad en los tiempos bíblicos tenía un fuerte componente religioso. Los orientales creen que la persona que viene a su casa es enviada por Dios. Así su hospitalidad se transforma en una obligación sagrada.

Volvemos a encontrar a Jesús en su camino a Jerusalén: mientras los samaritanos le han negado el hospedaje, una mujer llamada Marta lo hospeda en su casa.

El evangelio no señala el nombre del lugar donde vivía, pero considero que es diferente a la Betania que se menciona en el evangelio de Juan, pues el comportamiento de las hermanas en el evangelio Juan es diferente al que nos muestra el evangelio de Lucas.

Mientras Marta muestra su cariño y respeto atendiendo las necesidades materiales de Jesús y su grupo, María lo muestra con una nueva manera de actuar: se sienta a los pies de Jesús para escuchar su enseñanza.

En tiempos de Jesús las mujeres no asistían a la enseñanza religiosa y había entre los maestros de la ley un dicho que afirmaba que era preferible quemar la Torá a ponerla en manos de una mujer.

 

Mostrar nuestro amor y respeto a Dios como Abraham ha de significar para nosotros salir al encuentro de las personas que vienen a nuestro hogar y hacer un esfuerzo por descubrir en ellos el rostro de Jesús

Mostrar nuestro amor y respeto a Jesús como Marta ha de significar para nosotros hacer de nuestro hogar un espacio alegre y cordial para los de dentro y para los que nos visitan.

Mostrar nuestro amor y respeto a Jesús como María ha de significar para nosotros impulsar un esfuerzo grande para que la mujer no quede reducida al espacio del hogar, sino que, con su toque femenino, haga su aportación al bien de  la sociedad.

El día 1 de Septiembre se celebra la jornada del Migrante.

CCR. Julio 20 del 2013

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