Celebrar la
Ascensión de Jesús implica mirar al suelo
Mucha gente piensa que Dios está en el cielo físico y ve
a Jesús como un astronauta que sube al
cielo.
Y nosotros los cristianos, nos quedamos, quietos,
inmóviles, mirando al cielo, con los brazos cruzados, sin continuar la obra de
Jesús.
Al contemplar la Ascensión de Jesús sentimos muchas ganas
de subir con él, de huir, de abandonar los noticieros diarios de la violencia, de la droga, de la
injusticia, de la desigualdad social.
Y con ese deseo de huir, de subir, de ir con Jesús, los
cristianos nos retiramos a la vida privada, al individualismo, a la salvación
de nuestra alma, a rezar y rezar. Nos quedamos parados mirando al cielo.
La Ascensión de Jesús de Nazaret, su presencia junto al Padre, es la confirmación
de su victoria personal sobre la muerte, sobre el odio, sobre la violencia,
sobre la prepotencia de los poderosos.
Jesús de Nazaret es el primer hombre que
vence las limitaciones de la naturaleza humana, es el primer hombre que entra a
formar parte del mundo de Dios, y en él, las posibilidades del hombre han
dejado de ser limitadas.
La Ascensión de Jesús, es una invitación a
descender, a volver a la ciudad, a dejar las alturas. Hay que comenzar a mirar
ya al suelo, hacernos cargo de los problemas de nuestro mundo, hay que poner
manos a la obra de Jesús.
El cristiano que mira a Dios, a Jesús, al
cielo, tiene que mirar al suelo, volver corriendo a la ciudad. En la tierra, en
el diario vivir, ahí tenemos que buscarlo.
Así entendieron la Ascensión los primeros
discípulos. Después de desaparecer Jesús, abandonaron el monte, volvieron a
Jerusalén, reconstruyeron el grupo de los doce y se lanzaron al mundo, sin
miedos, libres...
Ahora nuestra misión es: sumergirnos en la
ciudad, en sus penas y en sus alegrías, unirnos a otros, lanzarnos a gritar por
calles y plazas que Jesús llevaba razón y que su proyecto de hermandad, de paz
con justicia, aún es realizable.
Pero este proyecto no tiene nada que ver con
"restaurar la soberanía de Israel": de aspirar a ser poderosos. Hay
que acabar con este estado de cosas en el que unos estemos sobre otros.
Hacer un mundo de hermanos y no de
"soberanos" es el desafío, la tarea del cristiano, el reto de la
Ascensión, mirar al suelo, descendiendo a la ciudad hasta transformarla desde
abajo y desde dentro.
Celebrar la Ascensión de Jesús significa para
nosotros, tomar conciencia de que ahora
nos toca continuar la misión de Jesús: anunciar y hacer presente el reino de
Dios.
Celebrar la Ascensión de Jesús significa para
nosotros, mirar a la tierra y tomar
conciencia de las situaciones de muerte que amenazan a la humanidad por el
hambre, la enfermedad, la violencia, la injusta distribución de los bienes de
la creación.
Celebrar la Ascensión de Jesús significa para
nosotros, tomar conciencia del atropello
que se hace a la dignidad de los más desprotegidos.
Celebrar la Ascensión de Jesús significa para
nosotros, luchar en defensa de la vida y
en contra de todo lo que deshumaniza a la persona y a la naturaleza.
Celebrar la Ascensión de Jesús significa para
nosotros, unirnos a todos aquellos que
defienden la vida del planeta, de las plantas, de los animales y de toda la
creación.
CCR
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