11 de mayo de 2013


Celebrar la Ascensión de Jesús implica mirar al suelo

 

Mucha gente piensa que Dios está en el cielo físico y ve a Jesús  como un astronauta que sube al cielo.

Y nosotros los cristianos, nos quedamos, quietos, inmóviles, mirando al cielo, con los brazos cruzados, sin continuar la obra de Jesús.

Al contemplar la Ascensión de Jesús sentimos muchas ganas de subir con él, de huir, de abandonar los noticieros diarios  de la violencia, de la droga, de la injusticia, de la desigualdad social.

Y con ese deseo de huir, de subir, de ir con Jesús, los cristianos nos retiramos a la vida privada, al individualismo, a la salvación de nuestra alma, a rezar y rezar. Nos quedamos parados mirando al cielo.

 

 

La Ascensión de Jesús de Nazaret,  su presencia junto al Padre, es la confirmación de su victoria personal sobre la muerte, sobre el odio, sobre la violencia, sobre la prepotencia de los poderosos.

Jesús de Nazaret es el primer hombre que vence las limitaciones de la naturaleza humana, es el primer hombre que entra a formar parte del mundo de Dios, y en él, las posibilidades del hombre han dejado de ser limitadas.

La Ascensión de Jesús, es una invitación a descender, a volver a la ciudad, a dejar las alturas. Hay que comenzar a mirar ya al suelo, hacernos cargo de los problemas de nuestro mundo, hay que poner manos a la obra de Jesús.

El cristiano que mira a Dios, a Jesús, al cielo, tiene que mirar al suelo, volver corriendo a la ciudad. En la tierra, en el diario vivir, ahí tenemos que buscarlo.

Así entendieron la Ascensión los primeros discípulos. Después de desaparecer Jesús, abandonaron el monte, volvieron a Jerusalén, reconstruyeron el grupo de los doce y se lanzaron al mundo, sin miedos, libres...

Ahora nuestra misión es: sumergirnos en la ciudad, en sus penas y en sus alegrías, unirnos a otros, lanzarnos a gritar por calles y plazas que Jesús llevaba razón y que su proyecto de hermandad, de paz con justicia, aún es realizable.

Pero este proyecto no tiene nada que ver con "restaurar la soberanía de Israel": de aspirar a ser poderosos. Hay que acabar con este estado de cosas en el que unos estemos sobre otros.

Hacer un mundo de hermanos y no de "soberanos" es el desafío, la tarea del cristiano, el reto de la Ascensión, mirar al suelo, descendiendo a la ciudad hasta transformarla desde abajo y desde dentro.

 

 

Celebrar la Ascensión de Jesús significa para nosotros,  tomar conciencia de que ahora nos toca continuar la misión de Jesús: anunciar y hacer presente el reino de Dios.

Celebrar la Ascensión de Jesús significa para nosotros,  mirar a la tierra y tomar conciencia de las situaciones de muerte que amenazan a la humanidad por el hambre, la enfermedad, la violencia, la injusta distribución de los bienes de la creación.

Celebrar la Ascensión de Jesús significa para nosotros,  tomar conciencia del atropello que se hace a la dignidad de los más desprotegidos.

Celebrar la Ascensión de Jesús significa para nosotros,  luchar en defensa de la vida y en contra de todo lo que deshumaniza a la persona y a la naturaleza.

Celebrar la Ascensión de Jesús significa para nosotros,  unirnos a todos aquellos que defienden la vida del planeta, de las plantas, de los animales y de toda la creación.

 

CCR

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