Vencer los complejos
Para colaborar en la construcción del Reino
Cuando somos
llamados a colaborar en la obra de Dios, muchos alegamos que no podemos, porque
eso es para personas más importantes.
En otras
ocasiones decimos que las cosas no pueden cambiar porque muchas veces se ha
hecho la lucha, pero la gente no responde.
También
ponemos como pretexto que no somos dignos de participar porque somos muy malos
y Dios sólo acepta la colaboración de los buenos.
Cuando se nos
invita a participar en al o nuevo o en alguna actividad social decimos que no
estamos preparados.
La primera
lectura nos presenta en forma de autobiografía la vocación de Isaías y la ubica
en el año de la muerte del rey Uzías; eso posiblemente faltando 740 años para
el nacimiento de Jesús de Nazaret
La
autobiografía la ubica en el templo, y muestra a Dios, rodeado de su corte,
sentado en un trono como rey, lleno de majestad.
Ante esta
visión el profeta se siente perdido y toma conciencia de su culpabilidad; uno
de los miembros de la corte celestial
toma un carbón encendido y con él purifica los labios de Isaías, quien, al
punto se ofrece para realizar la misión que Dios le confía: La misión de la voz
profética.
Jesús, en
Nazaret, ha proclamado su consagración y misión de cambiar en buenas las
situaciones que deshumanizan a las personas.
Ahora Jesús inicia
su misión y, usando la barca de Simón Pedro, le pide que la despegue un poco la
orilla para hablar a la multitud, lo cual realiza Simón sin ningún reparo.
Al terminar,
Jesús pide a Simón que se meta más a fondo, ante lo cual, Pedro responde
que no se puede porque ya lo intentaron
toda la noche; pero por darle gusto a Jesús obedece y obtiene una pesca sin
igual.
Aquel experto
pescador, no valora su enorme capacidad de pescador, sino que se fascina ante
Jesús y comenta que no puede ser uno de sus colaboradores, ya que es un hombre
pecador.
Jesús vence
los temores de Simón y le dice que a partir de ese momento tendrá una nueva
misión.
El Papa, los
Obispos, los Sacerdotes, los Religiosos y Religiosas y todos los laicos que
colaboramos en la tarea de la Iglesia hemos tenido que vencer complejos de
inferioridad, complejos de fracaso y complejos de culpa. Esto forma parte de
nuestra naturaleza humana.
Para vencer
nuestro complejo de inferioridad y colaborar con la misión de Jesús hemos de
tomar conciencia de que, el bautismo, nos convirtió en hijos de Dios, consagrados
para colaborar en la misión de Jesucristo.
Para vencer
nuestro complejo de fracaso y colaborar con la misión de Jesús hemos de tomar
conciencia de que ningún ser humano es perfecto y de que todos fracasamos
muchas veces, pero lo importante es que venzamos los fracasos y no que los
fracasos nos venzan.
Para vencer
nuestro complejo de culpa y colaborar con la misión de Jesús tenemos que tomar
conciencia de que Jesús no toma en cuenta nuestro pecado para pedirnos nuestra
colaboración, sino que nos da los medios para mejorar cada día.
Para vencer
nuestro complejo de ignorancia y
colaborar con la misión de Jesús tenemos que tener confianza en nosotros mismos
y buscar las personas y materiales que puedan ayudar a que nos capacitemos.
Métete más a fondo y No temas
CCR
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