15 de febrero de 2014


Elige la vida, la justicia, la misericordia, la solidaridad
La moral, los preceptos, los mandamientos... con su constricción sobre la vida humana, y la consiguiente amenaza de pecado y de condenación, han sido uno de los frentes clásicos de fricción de la religión con el mundo moderno.
Los que rechazan a la Iglesia o a las religiones no son gente que niega a Dios, sino gente que rechaza la forma autoritaria en que proceden casi todas las religiones.
 
El libro del Eclesiástico del que fue tomada la lectura de hoy  fue escrito entre el 190 y 180 a. C.  El texto fue escrito en Jerusalén, en hebreo y traducido por el nieto del autor al griego, en Egipto, en el año 132 a. C.
La lectura desarrolla el tema de la libertad que posee el ser humano para elegir lo bueno o lo malo, la vida o la muerte.
No podemos abdicar de nuestra responsabilidad. Ante nosotros tenemos las grandes opciones: están ante nosotros, al alcance de nuestra mano, por la vía de una opción ineludible.
Durante la época del exilio los israelitas hicieron una síntesis de las principales enseñanzas de los profetas y de otros libros religiosos; los llamaron La Ley, Los profetas y Los escritos.
Con el fin de ser fieles a Dios en orden a la justicia y la solidaridad señalaron las prácticas principales de todo israelita
  • La circuncisión
  • La ley del sábado y
  • Las leyes de pureza
Con el tiempo los israelitas se volvieron cumplidores de la práctica exterior de la Ley, pero en muchos aspectos vaciaron la práctica de su dimensión de justicia y solidaridad
 
Jesús expone su postura frente a la Ley, la Torá. Primero, en términos genéricos, incluyendo toda la Escritura; después, en una serie de seis contraposiciones agudamente perfiladas.
Jesús habla con una autoridad que está por encima de la legislación antigua. Jesús reconduce los mandamientos a su raíz y a su objetivo último: el servicio a la vida, a la justicia, al amor, a la verdad.
No opone a la Ley antigua una nueva ley, sino que la transforma y la lleva hacia una radicalidad sin precedentes, rompiendo todos los moldes y criterios que han dado origen a cualquier legislación humana.
En el centro de esta parte del sermón del monte está el respeto sagrado a la persona y la denuncia contra todo aquello que, aun camuflado de artificio legal, atente contra la dignidad del hombre y de la mujer.
 
Ser discípulos de Jesús hoy significa tomar la decisión de  luchar incondicionalmente en defensa de la vida y la dignidad humana,  frente a todo lo que la daña o destruye
Ser discípulos de Jesús hoy significa tomar como norma básica de  nuestra vida el servicio a la vida, a la justicia, al amor, a la verdad.
Ser discípulos de Jesús hoy significa vivir la misericordia,  la justicia y la solidaridad como puntos centrales en nuestra vida de creyentes
 
 

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