29 de octubre de 2016

Dios ofrece siempre una oprotunidad de cambia


Las personas cercanas al ambiente religioso solemos mirar con desprecio a las personas que según nosotros, son pecadores como los drogadictos, los alcohólicos, las prostitutas y un sinfín más

El libro de la Sabiduría  fue escrito por un autor desconocido. Forma parte de toda una corriente religioso-literaria que se desarrolló en el judaísmo en Alejandría durante la época del imperio griego.
El autor del libro asume la persona de un autor famoso para hablar en nombre de él. En este caso, el autor, habla en nombre de Salomón, el rey sabio por excelencia.
La sabiduría de que aquí se trata  es un don de Dios que siempre le tiene a él como punto de referencia. Debe enseñarle al hombre cómo ordenar su vida.
El texto que leemos hoy presenta a Dios como quien  lo hace todo con mesura, número y peso y no quiere exterminar a nadie.
Dios tiene  piedad de todos y parece como que no hace caso de los pecados de los hombres para que así se arrepientan.  Porque ama a todos los seres y no aborrece ni rechaza nada de lo que ha hecho.
El Señor tiene lástima de todo, porque todo le pertenece, porque es el Señor, que ama la vida,  y de esta manera corrige de a poco a los que pecan. Mediante sus correcciones les hace ver en qué han pecado, para que renuncien al mal y crean en Él.
El texto del Evangelio que leemos hoy  nos describe a Zaqueo con dos rasgos que definen con precisión su vida. Es «jefe de cobradores de impuestos» y es «rico».
 En Jericó todos saben que es un pecador. Un hombre que no sirve a Dios sino al dinero. Su vida, es poco humana
Zaqueo «busca ver a Jesús». Quiere saber quién es, qué hay en este Profeta que tanto atrae a la gente. Es tarea difícil para un hombre acomodado dentro del sistema.
Zaqueo tendrá que superar diferentes obstáculos. Es chaparro y su  vida no está motivada por ideales muy nobles. Tendrá que superar prejuicios sociales que le hacen difícil el encuentro personal y responsable con Jesús.
Pero Zaqueo continúa su búsqueda con sencillez y sinceridad. Corre y se sube a un árbol, no le importa su personalidad de hombre importante. Busca el momento y el lugar para entrar en contacto con Jesús. Lo quiere ver.
Jesús, encarnación de la imagen de Dios que aparece en el libro de la Sabiduría, levanta sus ojos hacia  Zaqueo, le ordena que baje del árbol y él mismo se ofrece como huésped de Zaqueo.
Mientras la multitud se escandaliza de que Jesús tenga la osadía de hospedarse en casa de un pecador, Zaqueo consciente de su situación de pecado se propone ante Jesús un cambio radical.
Zaqueo sabe que Jesús tiene gran preocupación por los pobres y decide compartir con ellos la mitad de sus bienes y consciente de que a Jesús le desagradan las injusticias, decide repararlas en cuatro tantos más.
Ante esto Jesús exclama: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa porque este también es hijo de Abraham y el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”

Obrar como Dios y como Jesús implica para nosotros quitar toda clase de prejuicios hacia las personas que son consideradas pecadoras y convencernos de que Dios siempre brinda otra oportunidad,
Obrar como Dios y como Jesús implica para nosotros levantar la vista y acercarnos sin inhibiciones hacia esas personas y mostrarles con nuestras actitudes y acciones que Dios no los excluye ni condena.





22 de octubre de 2016

Con hechos y palabras realizar la misión de Jesús


Hay quien considera a los misioneros como personas arriesgadas que van a lejanas tierras para llevar el Evangelio a los nativos.
Por lo general se tiene la idea de que la misión corresponde a los Sacerdotes, a los religiosos o algunos superlaicos y no se toma en cuenta que la misión nace del bautismo.
Se cree que la misión consiste en el discurso y no en la práctica del seguimiento de Jesús para la construcción del Reinado de Dios.
Se considera la pertenencia a la Iglesia como un privilegio y no se toma en cuenta que la elección recibida tiene como fin: ser signos e instrumentos del Reino de Dios.

El profeta Zacarías escribe después de que los judíos regresaron del destierro en Babilonia. Rompe la visión de que Israel es el pueblo elegido sólo para sí, y se abre hacia una visión universal.
Sión,  o sea una sección de Jerusalén, que es llamada la Ciudad de David se convertirá en el centro de atracción de todos los pueblos.
Los judíos serán envidiados por ser el pueblo escogido de Dios, y por eso los gentiles se acercarán a éstos, pidiendo participar del culto al verdadero Dios.
El profeta quiere  hacerles ver que las antiguas promesas tienen  vigencia, y que, Jerusalén será realmente el centro y punto de convergencia de todos los pueblos para que se realice el proyecto de Dios.
El pueblo de Israel fue el pueblo elegido por Dios, la Iglesia es el nuevo pueblo de Dios, pero no como el pueblo privilegiado, sino como el signo e instrumento para que se haga realidad la obra de Dios.
En el evangelio de hoy Jesús presenta una nueva parábola, y señala a quién va dirigida: a confrontar con quienes se tenían por justos y despreciaban a los demás.
Para ello presenta una imagen muy clara para sus oyentes. Dios  reconoce que el justo es precisamente el inesperado, porque Dios ve las cosas de otro modo.
La celebración de la jornada mundial de las misiones sólo adquiere su sentido auténtico  cuando se relaciona con la persona y la misión de Jesús de Jesús.
 El tema de Jesús como  el enviado, o sea el primer misionero es uno de los temas centrales en el evangelio de Juan, tema que se repite con frecuencia a lo largo del Evangelio.
Los Evangelios sinópticos presentan como misión de Jesús el anuncio y la realización del Reinado de Dios, misión que Él realiza con hechos y palabras.
En los Evangelios la acción de Jesús se caracteriza por su cercanía hacia los desamparados y por  romper todo tipo de distancias  para mostrar con hechos la misericordia del Padre.
Jesús Resucitado les recuerda a sus discípulos que Él los envía como él mismo fue enviado por el Padre, y para esta misión les da el don del Espíritu Santo.
Jesús los envía a todos los pueblos y les da la misión de hacer discípulos, discípulos de Jesús, personas que aprenden el modo de pensar sentir y actuar de Jesús.
Cada uno de los bautizados fuimos consagrados a Jesucristo y recibimos el don del Espíritu Santo para continuar la misión de Jesús según nuestra propia situación y nuestras posibilidades.

Celebrar hoy la jornada mundial de las misiones implica para todos los bautizados, tomar conciencia efectiva de que el bautismo nos consagró y nos hizo partícipes de la misión de Jesucristo.
Celebrar hoy la jornada mundial de las misiones implica para nosotros tomar conciencia de que somos un pueblo elegido, no para ser más importantes que los demás sino para servirlos en el nombre de Dios
Celebrar hoy la jornada mundial de las misiones implica para nosotros tomar conciencia de que la misión significa romper distancias, acercarnos a todos para mostrarles el amor misericordioso del Padre y su proyecto del Reino.
Celebrar hoy la jornada mundial de las misiones implica para nosotros romper las barreras que nos dividen y que nos impiden ver como hermanos a todos los que están en las diferentes periferias.
Celebrar hoy la jornada mundial de las misiones implica para nosotros servir con la actitud del publicano que no presume de sus méritos, sino que pone su confianza en la misericordia de Dios.
Cosme Carlos Ríos

Octubre 22 del 2016 

15 de octubre de 2016

Orar es sintonizar con el corazón de Dios



Habitualmente pretendemos que nuestra oración mueva a Dios y nos resuelva los problemas, mientras nosotros esperamos el favor o el milagro sin utilizar nuestros dones.
 Con demasiada frecuencia acudimos a la oración con la intención de que Dios se convenza de nuestras necesidades y las atienda,
Por influencia de la mentalidad mercantil que vivimos, manejamos nuestra relación con Dios a la manera de las relaciones de compra-venta que hacemos en el mercado.
Algunas personas pretenden chantajear a Dios diciéndole que si no nos cumple lo que pedimos van a abandonar su práctica religiosa o a cambiar de religión.

La primera lectura de hoy nos sitúa en el desierto, por el que el grupo de esclavos fugitivos del faraón, capitaneados por Moisés tiene que pasar en su camino hacia la liberación.
En esa época, a pesar de lo árido del desierto, se presta para que algunas tribus de beduinos vivan en él con sus rebaños.
Una de estas tribus es la de Amalec, a quien el hambre mantiene siempre dispuesto a lanzarse sobre los pueblos vecinos al desierto o sobre los viajeros que lo atraviesan, para despojarlos de cuanto llevan.
Los amalecitas como nómadas, andaban por las soledades del desierto en busca de pastos, defendiendo los pequeños oasis junto a los pozos contra las incursiones de tribus enemigas.
Inesperadamente se encuentran  con aquellos hebreos, que van cargados de botín de Egipto. Con ánimo de apoderarse de él, los amalecitas atacan por sorpresa al grupo conducido por Moisés, siendo para ellos un obstáculo en el camino hacia la liberación
Moisés encarga a Josué la misión de repeler la agresión, mientras él acompañado de Aarón y Hur hace oración en el monte. El resultado de esta doble acción es que los amalecitas quedan frustrados en sus planes.
El autor sagrado nos hace ver que la victoria no fue debida tanto a los esfuerzos de los guerreros de Israel -novatos en la lucha- cuanto a las oraciones de su caudillo, Moisés.
La oración de Moisés y la lucha del pueblo no ha de de convencer al Dios liberador para que quite los obstáculos,  sino ha de lograr que Moisés y el pueblo se convenzan de que no hay que bajar las manos en la lucha por vencer los obstáculos que impiden el camino de la liberación.
El evangelio, por su parte nos afirma que Jesús recalca a sus discípulos la insistencia en la oración y lo ilustra con la parábola de la viuda y el juez.
Entenderíamos mal esta enseñanza si no vemos a Dios como Padre, tal como Jesús nos enseñó.
Si la oración es un diálogo de amor con el Padre del Cielo, lo importante es que nosotros nos convenzamos de lo que el Padre del Cielo espera de nosotros y no que Él se convenza de nuestras necesidades.
La insistencia en la oración tiene que ser un esfuerzo insistente en conocer, aceptar y realizar el proyecto del Padre, proyecto de Jesús, proyecto del Reino.

Dirigirnos a Dios como Padre  implica para nosotros tratarlo con el respeto y amor que le tenemos, renunciando a imponerle lo que nosotros queremos o necesitamos.
Dirigirnos a Dios como Padre  implica para nosotros insistir en el diálogo de amor con el Padre, dispuestos a amarlo más, a escucharlo más y a cumplir mejor su voluntad.
. Dirigirnos a Dios como Padre  implica para nosotros un esfuerzo permanente por conocer lo que pasa a nuestro alrededor para pedir con insistencia al Padre que  nos ayude a conocer y realizar su voluntad en el momento y en el lugar en que estamos.
Cosme Carlos Ríos

Octubre 15 del 2016 

8 de octubre de 2016

Vivir la misericordia de Jesús con los excluídos


La misericordia divina nos recuerda que las cárceles son un síntoma de cómo estamos en la sociedad, son un síntoma en muchos casos de silencios, de omisiones que han provocado una cultura del descarte.
Son un síntoma de una cultura que ha dejado de apostar por la
vida; de una sociedad que poco a poco ha ido abandonando a sus  hijos.
La misericordia nos recuerda que la reinserción no comienza acá en estas paredes; sino que comienza antes, comienza «afuera», en las calles de la ciudad.
La reinserción o rehabilitación, -como le llamen- comienza creando un sistema que podríamos llamarlo de salud social, es decir, una sociedad que busque no enfermar contaminando las relaciones en el barrio, en las escuelas, en las plazas, en las calles, en los hogares, en todo el espectro social.
Un sistema de salud social que procure generar una cultura que actúe y busque prevenir aquellas situaciones, aquellos caminos que terminan lastimando y deteriorando el tejido social.
A veces pareciera que las cárceles se proponen incapacitar a las personas a seguir cometiendo delitos más que promover los procesos de reinserción que permitan atender los problemas sociales, psicológicos y familiares que llevaron a una persona a una determinada actitud.
El problema de la seguridad no se agota solamente encarcelando, sino que es un llamado a intervenir afrontando las causas estructurales y culturales de la inseguridad, que afectan a todo el entramado social. (Papa Francisco: Discurso en el centro de rehabilitación social Cereso n°3 Miércoles 17 de febrero de 20169)
La voz del Pontífice nos hace ver que los reclusos y los reclusorios y todos los excluídos de la sociedad, son un síntoma de muchos silencios, de muchas omisiones, que han provocado una cultura del descarte, de lo desechable.
El Santo Padre ha explicado el concepto de “cultura del descarte” como “una cultura de la exclusión a todo aquel que no esté en capacidad de producir según los términos que el liberalismo económico exagerado ha instaurado”, y que excluye “desde los animales a los seres humanos, e incluso al mismo Dios”.
En esta visión quedan descartados  los pobres, los inmigrantes, los ancianos, los niños no nacidos, las personas económicamente vulnerables, los que no tienen voz. Por supuesto los reclusos
Los responsables de esta cultura negativa son los poderes que controlan los sistemas políticos económicos y financieros del mundo globalizado.
Ellos ven y tratan el mundo, no tanto como una manifestación de la bondad y la belleza de Dios, sino más bien como una "cosa" que hay que explotar sin límite".

Entre samaritanos y judíos -habitantes del centro y sur de Israel, respectivamente- existía una antigua enemistad, una fuerte rivalidad que se remontaba al año 721 a. C.
Este año, el emperador Sargón II tomó militarmente la ciudad de Samaria y deportó a Asiria (hoy Iraq) la mano de obra cualificada, poblando la región conquistada con colonos asirios.
Con el correr del tiempo, éstos se mezclaron con la población de Samaria, dando origen a una raza mixta que, naturalmente, mezcló también las creencias.
Por esta razón, Samaria era considerada por los judíos una región heterodoxa, población de sangre mezclada y de religión sincretista. Llamar a alguien 'samaritano' era, para los judíos del sur, uno de los mayores insultos.
Esta era la situación en tiempos de Jesús, judío de nacimiento, mientras iba de camino a Jerusalén y atravesó por entre Samaria y Galilea.
Los leprosos vivían fuera de las poblaciones; si habitaban dentro, residían en barrios aislados del resto de la población, no pudiendo entrar en contacto con ella ni asistir a las ceremonias religiosas.
El libro del Levítico prescribe cómo habían de comportarse los leprosos o enfermos de la piel: «El que ha sido declarado enfermo de afección cutánea andará harapiento y despeinado, con la barba tapada y gritando: Impuro, impuro!
Mientras le dure la afección seguirá impuro. Vivirá apartado y  tendrá su morada fuera del campamento».
La misericordia de Jesús le impide hacer distinciones y por eso cura indiscriminadamente a los diez leprosos.
Pero, curiosamente, es el discriminado, el aborrecido samaritano el que vuelve a dar gracias a Jesús.

Vivir la misericordia de Jesús para con los reclusos excluídos de la sociedad, implica para nosotros comprender que nosotros tenemos que hablar, tenemos que actuar para impedir que haya excluídos, gente descartada.
. Vivir la misericordia de Jesús para con los reclusos implica entender que tenemos que crear un sistema de salud social que impida que las instituciones, pequeñas o grandes, se enfermen, previniendo las situaciones y caminos que deterioran el tejido social.
Vivir la misericordia de Jesús para con los reclusos, nos pide hoy, luchar para que las cárceles promuevan procesos de inserción que permitan atender los problemas sociales, psicológicos y familiares que llevaron a cada persona a una determinada actitud.
Vivir la misericordia de Jesús exige de nosotros entender que el problema de la seguridad  es un llamado a nuestras conciencias, a nuestras organizaciones y a nuestra sociedad a intervenir afrontando las causas estructurales y culturales que generan la inseguridad.
Vivir la misericordia de Jesús implica en este momento acercarnos afectiva y efectivamente a la suerte de los hermanos de Haití, tan duramente castigados por el huracán Mattew.
Octubre 08 del 2016

Cosme Carlos Ríos

1 de octubre de 2016

Tener fe es escuchar a Dios, vencer el miedo y la indiferencia



Muchos creyentes nos decimos cristianos, pero poco conocemos, estudiamos y meditamos las enseñanzas de Jesucristo, poco nos preocupamos por los pobres y hacemos poco esfuerzo por transformar las situaciones malas de nuestro mundo.
La indiferencia ante la realidad y ante el dolor humano, los miedos a comprometernos, nos paralizan para luchar por transformar nuestra sociedad en un mundo más justo y humano.

Habacuc proclamó el mensaje de Dios al pueblo de Judá. Probablemente predicó en la ciudad de Jerusalén, donde vivían los líderes de esta pequeña nación.
De acuerdo al libro, el profeta predica al comienzo del nuevo imperio babilónico, luego de que este derrotara a los asirios. Habacuc proclamó la palabra de Dios durante los años 626 a 605 antes de Cristo.
Ningún profeta como Habacuc se ha asomado a la escena de las grandes potencias, preguntándose por la justicia de la historia, y se ha remontado desde ahí a contemplar y comprender la soberanía de Dios.
A la atrevida pregunta del profeta « ¿Hasta cuándo te gritaré: ¡Violencia!, sin que me salves?», Dios parece no escuchar, y antes de responder se hace esperar. Dios mira como si no viese, o como si lo que ve no hiriera su vista.
Llevado de su sentido de justicia, el profeta protesta ante Yahvé porque permite tanta iniquidad, contraria a sus atributos divinos.
Dios le responde que los violentos serán exterminados, mientras que el justo vivirá por su fe o sea vivirá por su disponibilidad ante Dios, por la escucha de su palabra y por la colaboración en sus planes.
En el evangelio los discípulos han visto cómo se relaciona Jesús con el Padre, cómo vive su misericordia con los más desprotegidos y el esfuerzo que hace por transformar la realidad en un mundo más justo y humano.
Ellos quieren tener  una fé más grande y lo piden a Jesús. Él les hace ver que la confianza en Dios y en ellos mismos es tan poderosa que es capaz de transformar los mayores obstáculos.
La fe es don de Dios, pero también es tarea; es un regalo de vida y de libertad que está permanentemente ofrecido a todo el que lo quiera aceptar.
Pero hay que ir a buscarlo allí donde está el Dios de la libertad y vida, y para ello hay que abandonar el miedo y la esclavitud. Esa es nuestra responsabilidad.

Como los discípulos, tenemos que pedir a Jesús que nos aumente la fé para que de modo permanente estemos atentos  a las enseñanzas de Jesús sobre el Reinado de Dios.
Como los discípulos tenemos que pedir a Jesús que nos aumente la fé para que, como Jesús, vivamos una profunda relación de amor con el Padre y vivamos la misericordia.
Como los discípulos tenemos que pedir a Jesús que nos aumente la fé para transformar el entorno injusto, violento e indiferente en que vivimos  en un entorno más justo y fraterno.
Como los discípulos tenemos que pedir a Jesús que nos aumente la fé para que vencer el miedo y la indiferencia que nos impiden actuar como Jesús.
Cosme Carlos Ríos
Octubre 01 del 2016

A los 48 años de la matanza de Tlatelolco en el casco de Santo Tomás